Bella
Desperté sobre una cama cálida. Tenía los párpados pesados, el cuerpo entumecido. Me tomó horas acostumbrarme a las turbulencias. Traje las sábanas contra mi pecho y observé la ventana ovalada que enseñaba el cielo oscuro. No recordaba haber venido a la habitación por mi cuenta. Ni siquiera sabía que había una.
Me levanté con cuidado mientras miraba el pequeño espacio. Había una televisión de pantalla plana, dos sillones de cuero, una repisa con libros y una mesita llena de aperitivos. Destapé la botella de agua y tomé un trago. Me dolía la cabeza. No estaba acostumbrada a los viajes tan extensos. Me sentía exhausta.
Quería relajarme y pensar en que había logrado mi cometido. Aleksi prometió que disfrutaría de un tour en la ciudad. Él no veía la manipulación detrás de mi inocente propuesta. Sería la primera de muchas. Pronto se convertiría en mi peón. Lo tendría comiendo de la palma de mi mano y cuando se diera cuenta sería tarde.
Un rayo iluminó el cielo y luego un fuerte estruendo sacudió las paredes. Grité tan fuerte que incluso alteré a Aleksi que entró a la habitación con los ojos bien abiertos. Se había quitado la chaqueta y tenía la camisa arremangada hasta los codos. Apretó la mandíbula mientras cerraba la puerta detrás de él y me dio una expresión de muerte.
—¿Qué diablos está mal contigo? —preguntó.
Tragué saliva y señalé la ventana. Gotas de lluvias salpicaron el cristal. Había visto suficientes películas para imaginar un escenario aterrador donde los vuelos con tormentas no terminaban bien.
—¡Está lloviendo! —exclamé con una mano en mi pecho y un tono dramático—. ¿Qué pasará si nos estrellamos? No quiero morir joven. Oh, Dios. Soy muy joven para morir.
Aleksi puso los ojos en blanco.
—Cuento con pilotos profesionales. Nada malo sucederá —respondió—. Deja de ser ridícula y vuelve a dormir. Aterrizaremos en una hora.
Atrapé su codo antes de que abriera la puerta y lo abracé. Su cuerpo entero se puso rígido por el contacto inesperado. Juraría que los latidos de su corazón se detuvieron. El olor de su colonia era fuerte, embriagador. Me distraía de pensar en la tormenta que sacudía el mundo.
—Quédate—musité y levanté la mirada hacia él. Su rostro estaba desprovisto de cualquier emoción y sus ojos eran más duros. Pensé que me apartaría, pero en cambio me hizo retroceder hasta que caí en la cama y me aprisionó con su cuerpo. Tomó mis muñecas y las colocó encima de mi cabeza.
—Cuidado, cariño. No sabes lo que me estás pidiendo—dijo. Podía olerlo. Todo de él—. Me tomaré muy en serio la invitación. Y créeme, no quieres eso.
No. Yo quería llegar a su corazón. Tenerlo a mi merced. Demostrarle que no estaba por encima de nadie. Que era un hombre común con deseos que lo hacían débil. No era indestructible.
—Tú no sabes lo que quiero —Lo desafié.
Alzó una ceja, sus labios finos. El silencio se volvió denso y asfixiante. Su mirada era tan fría que me produjo escalofríos en la piel. Cometí un error al ser demasiado obvia con mis intenciones. Aleksi no era un idiota. Tenía la habilidad de leerme como un libro abierto.
—Sé todo sobre ti, Bella —Soltó mis muñecas y ahuecó mis mejillas con una mano—. Sé lo que quieres ahora mismo. Quieres dominio. Quieres poder. ¿Sabes cuál es la única forma de obtenerlo? Entrégame tu corazón y tu alma.
Le sostuve la mirada porque si la apartaba perdería la batalla. Él estaba obsesionado con la idea de tener algo que prometí nunca darle. Mantendría esa promesa hasta el día de mi muerte. Jamás ganaría esta guerra.
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Cautivos
Fiksi UmumEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679