El universitario

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¿Creíste que no te lo contaría? Beep, error... sí te lo diré. (En parte porque tengo confianza)

No recuerdo la fecha exacta, pero eran los primeros días de octubre, en el cual ya sabía cómo ir y venir de mi casa al bachiller.

Muy poco visualizaba en el mismo transporte público a un chico; era de tez moreno, de estatura normal para su edad, se le veía mayor así que era obvio que estaba más alto que yo. Con sus lentes y una gorra que éste nunca tenía que faltar cada vez que me lo topaba.

Nunca habíamos entablado una conversación, pues no me gusta andar detrás de las personas mucho menos de los chicos, siento que eso es empalatoso y molestoso y todo con la terminación "oso".

Pero un día eso lo cambió (no es que yo iniciara).

Venía de regreso de los ensayos de mariachi, había tomado el transporte público de regreso a casa, estaba tan absorta en mis pensamientos (¿por qué será?), que de repente el estuche donde venía Vanessa, se cae.

En mi interior quería matarme, no me gusta que le suceda nada a mi violín.

Entonces no me había percatado de que él estaba allí, y me dió a mi querida instrumento.

- Gracias.

Le respondí, en un tono seria, fría pero educada. (Así comenzaba a acostumbrarme)

- De nada.

Entonces comenzó a hacer ciertas preguntas para iniciar una plática.

A lo cual le respondí que estaba en dicho taller. Luego de ello pasamos a la parte donde decía sobre él.

- Yo estoy pero en la universidad, y estudio Comunicación; quiero ser locutor de una radiodifusora.

El camión venía vasi vacío a lo cual nadie nos interrumpía.

De allí hasta la hora que nos hicimos de trayecto, algo no me daba buena espina de él (es ese sexto sentido que desarrollamos), pero sin embargo pensé que era agradable no obstante la guardia siempre arriba.

- ¿Como a qué hora tomas el transporte?

Me preguntó mientras estábamos caminando hacia nuestros hogares.

- Como a las 6:40.

- Entonces nos vemos mañana en el mismo camión.

- Está... bien (?)

- Bueno, hasta luego niña.

Él vivía unas cinco calles más al fondo que de donde vivía.

Su palabra me hacía eco en la mente:

Niña... niña... ¡tengo nombre! A la próxima se lo diré.

Pensé.

Y así comenzó, apartir de ese día coincidíamos en las mañanas para ir al instituto (el bachiller era de la universidad, sólo que era otra instalación, pero que se ubicaba a contraesquina de éste).

- ¡Niña!

- Tengo nombre, ¿sabes?

- Lo sé, pero me agrada decirte así.

- Pues... a mí no.

Entonces mi celular comenzó a sonar, ya estábamos camino a casa, pero me había quedado a un ensayo extra y me atracé una hora.

- ¿Dónde estás?

Preguntó mi madre al otro lado de la línea.

- Ya voy en camino, tuve que quedarme tiempo extra.

El Fin de Mi Ocaso [Stephen] (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora