CAPITULO 26

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F: en el baño... (Saliendo algo nervioso apenas escuchó la voz de su esposa)
C: creí que la niña se había despertado..
F: no... Tu mamá hubiera venido a tocar... (Subiéndose nuevamente a la cama)
C: mañana va a quedarse con Elena, para que podamos comprarle los regalos de cumpleaños... (Recostándose en su hombro, ya con los ojos cerrados)
F: yo ya encontré lo que voy a regalarle..
C: ¿qué es...?

El día que tanto esperaron finalmente llegó... Doble motivo, pero el día que les cambió la vida al matrimonio Rivero... Pero más a él...

En un momento de la mañana Federico se vio haciendo una tarea bastante estúpida, por eso se sintió estúpido...

Inflando globos con su boca para pasárselos a Cristina y que ella les atara una cinta, entonces él los colgaría donde ella dijera...

Eso era peor que poner luces y guirnaldas de Navidad... Pero cuando tuviera dinero, le pagaría a alguien para que hiciera aquello.

Desde el mediodía los invitados fueron llegando, el sacerdote que tanto los había ayudado, unas compañeras de la universidad de Cristina, unos vecinos del piso de abajo que tenían niños un poco más grandes que Elena, y el patrocinador de Federico, junto con su esposa, ambos señores casi cuarentones...

La cumpleañera con un hermoso vestido era el centro de atención, había nacido con ese don...

Lo que si no le gustaba mucho era la presencia de esos niños... A esa edad no jugaba con nadie de su tamaño, se limitaba a mirarlos desde lejos, con los únicos con quienes jugaba era con sus padres, él en especial...

Cristina ejercía de perfecta anfitriona, lo aprendió y muy bien de doña Consuelo, que ayudaba en lo que su hija y yerno necesitaran...

Entre plática y plática se encontró escuchando una historia triste y posiblemente uno de los motivos del patrocinio que Federico estaba recibiendo de la nada...

SraM: nos casamos muy jóvenes como ustedes... Estábamos por cumplir los 18 cuando eso... Por eso si nuestro hijo viviera tendría la edad de Federico...

La juventud de Cristina no le había provisto de suficiente tacto, por eso preguntó lo primero que pensó...

C: ¿no tuvieron más hijos...?
SraM: no... Para mí ha sido muy doloroso... Y sé que mi marido quiere ser padre, aunque no me lo diga...
C: pero aún están a tiempo... ¿Por qué no lo intentan...?

>> En brazos del papá, Elena vio el precioso pastel con llamativos muñequitos, que varias veces quiso agarrar pero no lo permitieron, tampoco la solitaria vela que para sorpresa de todos ella misma apagó luego de que Federico le indicara cómo soplar...

Alrededor de las 4 de la tarde los invitados empezaron a retirarse, tenían que prepararse para la noche buena con sus respectivas familias...

Pero Elena Rivero estaba literalmente loca con el regalo de su padre... Un caballo de juguete a su medida, hecho para que lo montara, saltara y se balanceara en él...

A Cristina lo único que le preocupó fue que llorara cada vez que hicieran amago de bajarla...

*Cocina*

F: qué bien, ¿no? Aconsejando a otros que tengan un bebé, cuando tú no quieres que nosotros lo tengamos...
C: cállate Federico, si no sabes la tragedia de los Montalvo mejor no digas sandeces...
F: ¿qué tragedia...?
C: ¡hombres! (Saliendo y pasando por la sala)

Federico la siguió y pudieron ver a la niña saltando y balanceándose hacia adelante y atrás sobre el caballo, bajo la supervisión de la abuela.

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