Orgullo

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Alec lo observó bastante confuso durante varios minutos, sin entender por qué su orgullo -si es que aún tenía- se vería influenciado por aquello que hubiese escuchado antes. Estaba con la boca ligeramente abierta, queriendo preguntarle a qué venía eso, pero no sabía qué palabras utilizar ni cómo decirlo.

  — Vamos, dime qué has oído exactamente — reiteró Jared, empezando a impacientarse. 

  — Joder, Jared— suspiró— . Escuché un grito. ¿No te basta con eso? 

  — ¿Sólo un grito? 

  — Sí. Pero fue muy molesto. No pude seguir durmiendo hasta que os fuisteis, y entonces se me pasó el sueño. 

  — O sea que... No has oído nada más que ese grito, ¿no? 

  — No. 

  — ¿Seguro? 

  — Que sí, pesado. A ver si va a resultar que ahora no sé ni cómo me llamo...

  — Ahhh...— sintió de repente un gran alivio— . Menos mal. 

  — ¿Por qué lo dices? 

  — Ah... Por nada en especial. No es nada. Olvídalo. 

  — Jared... 

  — Que no es nada importante. Tan sólo déjalo. 

  — Por qué será que no te creo... 

  — ¿Por qué no? ¿Te he mentido yo alguna vez? — preguntó, y se quedó callado unos segundos, pensativo — . Vale, mejor no respondas a eso. 

  — Dime de una vez qué es lo que pasa. 

  — Uh... — empezó a buscar rápidamente alguna excusa para evadir su petición— ¿Max? ¿Sí, hermano? ¿Me estás llamando? Ahora mismo voy. 

  — Jared, nadie te ha llamado. 

  — ¿Pero qué dices? ¿No oyes a mi hermano? Dice que es urgente, será mejor que vaya. Tan sólo espérame un momento — trató de excusarse, dirigiéndose ya hacia la puerta tan veloz como le fuera posible.  

Alec le tiró el otro zapato. Volvió a darle en la cabeza.

  — Idiota — dijo arqueando las cejas, casi por pena, viéndolo caer al suelo al haber tropezado consigo mismo tras recibir el golpe. 

  — De verdad que no sé qué tiene el mundo en mi contra... — murmuró para sí, mirando hacia la nada. 

  — Jared. 

  — Sí, sí... — se levantó y se sacudió la ropa con las manos, limpiándola de algún posible rastro de polvo— . Ya lo sé... Ya sé qué tengo que hacer. 

  — ¿Eh? 

  — No te hagas, Alec. Sé perfectamente en qué estás pensando — continuó hablando, cerrando la puerta y, aparentemente rindiéndose de su huida, se sentó en el borde de la cama, cansado, como si hubiese estado todo el día haciendo un duro trabajo. 

  — ¿Y en qué dices que estoy pensando?— trató de entender la situación. Pensó que Jared había perdido ya la cabeza. Debía estar loco a estas alturas. 

  — Es evidente. Y la verdad es que no me apetece nada tener que hacer eso — confesó, suspirando nuevamente— . Pero está claro que es mi obligación ahora mismo. Debo hacerlo por ti, e incluso por mi hermano. Diría que hasta por mí mismo. 

Chrobe se volvió a levantar y, sin pensarlo ni un segundo, le tocó la entrepierna a Alec.

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