Un susurro y un recordatorio

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Era ya de mañana, y el día era lluvioso, aburrido. Alec y Jared aún no habían despertado, pero no tardarían mucho en hacerlo teniendo en cuenta el sonido de la lluvia al caer.

Por otro lado, en Dekhian hacía un espléndido sol, aunque no resultaba abrasador. Todo el mundo llevaba ya bastante rato despierto y, una vez llegó Uriel, se pusieron a entrenar. Cada día practicaban diversas cosas, aunque lo que más desarrollaban era la habilidad con la espada; pues en ese lugar no se tenía honor si se luchaba desde la distancia. Dos horas más tarde, los soldados hubieron acabado y fueron por libre. Scar, por supuesto, se dirigió al árbol en el que siempre se relajaba, con vistas a aquel hermoso lago que era ondeado por la fuerza de la cascada que había a su lado. Drake le siguió, pues aún no había recibido una respuesta creíble.

-Hey, -llamó el chico de profundamente azulados ojos- aún no me has dado una buena respuesta a lo que pregunté ayer.

-¿Lo de por qué he vuelto?

-Sí.

-¿No me crees cuando te digo que es porque anhelaba verte?

-Es evidente que no. Habla.

-Haha, -rió algo alegre- está bien, está bien; no me mates... -Drake suspiró al oírle, mientras sus ojos hacían un gesto de molestia-. Ya, ya, tranquilo. El caso es que... Necesitaba volver a tumbarme en este árbol, no sabes lo cómodo que es.

-Ya soltó su estupidez... Habla.

-¿De verdad quieres saberlo?

-Es la razón por la cual debo soportarte de nuevo, por supuesto que quiero saber por qué demonios has vuelto.

Scar bajó de aquella ancha y resistente rama en la que se encontraba, volviendo a estar en el suelo. Se acercó a Drake, acercó su rostro al suyo y le miró directamente a los ojos. Tras unos segundos, posicionó sus labios en la oreja de aquel chico y le explicó todo a través de un susurro.

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Alec y Jared llevaban un rato despiertos, ya habían desayunado, y cuando terminaron de hacerlo la lluvia había parado ya de caer. El sol salía ahora radiante para evaporar toda aquella humedad que había en el lugar. Volvieron a ver la televisión, o eso se suponía, pues Chrobe interrumpía la concentración del menor en el programa con un conjunto de besos; a veces en el cuello, a veces en la nariz, a veces en la frente y, aún más a menudo, en los labios.

-Menos mal que eres hetero y te ponen las chicas...

-Oh, cállate; si me dices eso no puedo continuar...

-Hedefa.

-Te pedí que no me llamaras así -le recordó, mirándole a los ojos.

-Entonces no seas tan gay...

-¿Acaso tú no lo eres?

-En ningún momento dije que fuese gay.

-Pero te has acostado conmigo.

-¿Y qué hay de ti? Te recuerdo que me dijiste claramente que eras heterosexual.

-...Touché -contestó, acercándose a él y besándole de nuevo-. Bueno, digamos que sólo soy gay para ti.

-¿He de interpretar eso como que te gusta tener sexo conmigo?

-...Algo así.

-Esperemos que no me dé un "hedefa" por tu culpa...

-¡Oh, venga ya!

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-¿Contento? -cuestionó Scar.

-No. Aún tengo que soportarte -contestó Drake, con el ceño algo fruncido.

-Como sea, ya sabes por qué; así que ya puedes irte, porque no creo que te quedes aquí.

-Crees bien -dijo finalmente el de negruzca cabellera, yéndose de aquel lugar.

Una vez el rubio quedó completamente solo, volvió a subir a aquella confortable rama, se tumbó de nuevo y, tras unos minutos observando el hermoso panorama que tenía enfrente de él, se durmió.

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La pareja decidió dar un paseo, por lo menos Alec lo vio así, pues empezaba a cansarse de las interrupciones de Jared al ver la televisión. Éste trató de evitar que se fuera, pero tras unos segundos pensando en aquello, recordó la posibilidad de cortejar alguna que otra dama, pues era obvio que, teniendo su reputación, no podía dejar que la gente supiera que se había acostado con otro chico. Al menor eso le resultaba indiferente, a él le iba perfectamente saciando únicamente sus deseos carnales, sin importarle ni cómo, ni dónde, ni con quién; además de que en aquel momento sólo pensaba en salir de esa casa, de tener algo de libertad.
Se encaminaron al parque, era prácticamente un hábito, y Alec se sentó en el mismo banco de madera en el que solía acomodarse. Jared, en cambio, nada más ver a una pareja de jóvenes chicas, se lanzó a la caza de corazones.

-Qué estúpido se ve desde aquí... -se dijo a sí mismo, con un tono para nada elevado y suspirando-. Bueno, al menos ahora no me está jodiendo.

El tiempo pasaba, y Chrobe consiguió enrollarse con alguna que otra atractiva muchacha, acompañadas de algún número de teléfono escrito en pequeños papeles.  Era ya la víspera del día, el chico de ojos verdes apreció el atardecer desde su posición. Las vistas eran espléndidas, pero consideró que las molestas voces que oía de fondo dañaban la belleza natural que observaba detenidamente. El menor tuvo que esperar pacientemente a que su compañero terminara de ligar y, una vez hubo acabado, ambos volvieron a la casa del mayor. Allí, tras haber cenado, rebajaron la comida mediante un enérgico coito nocturno.

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