Una rendición y Anacleto

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  —¡Ya te avisé! — dijo Alec, agachándose y lanzando con completa seguridad su zapato a la cara de Jared—. ¡Deja de llamarme así!

  —¡¡AAHH!! —musitó a modo de queja, tratando de calmar el dolor que sentía debido al reciente golpe   —. ¡Max, dile a tu estúpido novio que me deje en paz!

  —¡Yo no soy el novio de nadie, idiota! —contestó rápidamente el piel-pálida—. ¡Y si lo tuviera, está claro que no serías tú!

  —¡¡MAX!! —bramó bastante molesto, frunciendo el ceño y esperando a que su hermano reaccionara al fin.

  —¿Habéis parado ya? —preguntó el pelirrojo—. Tengo muchas preguntas y ninguna respuesta.

Tanto Jared como Alec pararon en seco de hablar, como si acabaran de darse cuenta de que habían estado usando aquellos nombres, cuyo ámbito de uso era estrictamente sólo entre ellos, frente a Max.

  —Ah... —musitó sorpresivo hacia la actitud de su hermano—. ¿Qué... pasa? —cuestionó nervioso, temiendo perder su imagen de completo heterosexual.

Los tres se mantuvieron callados durante varios minutos. Sin embargo, el mayor fue el primero en hablar:

  —¿Me queréis explicar qué es eso de que os habéis acostado?

  —No, no queremos —contestó asustadizo su hermano mayor—. Él está mintiendo, lo dice para hacerme enojar.

  —Idiota —respondió el de ojos verdes—. Va a ser peor si no se lo cuentas. Mira, Max; este tío —señaló a Jared— trató de ligar conmigo porque creyó que era una chica. No me hizo ni puto caso cuando le dije que tenía polla y acabamos teniendo sexo. Llevamos así un tiempo.

  —¡Para qué hablas! —se quejó éste—. ¡Podrías haberle soltado cualquier trola! ¡No! ¡Podrías haberme seguido el juego!

  — Ah, entonces lo que dice es cierto —dijo el pecoso, observando a su hermano—. Así que eres heterosexual, pero como eres incapaz de controlar tu apetito sexual, has terminado acostándote múltiples veces con un chico. Y no cualquier chico, con uno que estuvo conmigo antes de irme a Finlandia. ¿No es así?

  —Eh...

  —Sí —afirmó Alec, como si nada de aquello tuviese que ver con él.

  —¿¡PERO TÚ ERES IDIOTA!? —bramó Max, molesto por ello—. ¡¿Vas a decirme ahora que no sabías perfectamente quién era?!

  — La verdad es que no... —trató de exculparse por haber estado cortejando a Alec—. Y esta vez no te estoy mintiendo, no sabía que era él.

El pelirrojo echó un gran suspiro, en un intento de calmarse. No parecía estar funcionando muy bien, pero trató de contenerse como pudo.

  —Vale —exhaló aire nuevamente—. Hablaremos de esto más tarde, Jared, hermanito. Ahora vamos a mantener la calma y vamos a ir a comer a casa de Scar y Alec. ¿De acuerdo?

  — Ah... Sí. Está bien... ESPERA, ¿QUÉ?—gritó de sopetón al haber procesado lo que acababa de oír—  ¿CÓMO QUE VAMOS A COMER EN EL TERRITORIO DE ESE PUTO RUBIALES QUE NI SIQUIERA RECUERDA MI NOMBRE?

  — Sí, eso vamos a hacer —contestó Max—. ¿O prefieres que nos quedemos aquí tú y yo hablando sobre lo de hace un momento? ¿Ah?

  — ¡No, no! ¡Si a decir verdad me muero de hambre!— respondió desesperadamente, agarrando del brazo tanto a Alec como a su hermano y dirigiéndose rápidamente hacia la puerta— . ¡Vámonos de una vez! 

Así pues, estirados por Jared, se fueron los tres a la casa de Scar para comer. El menor de los hermanos Chrobe estaba bastante molesto por el hecho de que no fuera él quien cocinara—y con eso ganarse no sólo el paladar de Alec—, pero aquello era, sin duda, mucho mejor que escuchar las interminables quejas que tendría Max en su contra por no haberse dado cuenta antes de que había estado tirándose a su ¿ex?. Una vez llegaron, el rubio abrió la puerta y les saludó; aunque, como siempre, había olvidado el nombre del novio de Alec.

  — ¡Que no me llamo Jim, joder!— quejóse irritado, frunciendo el ceño y soltando a los otros dos— . ¡Jared! ¡Me llamo Jared! 

  — Sí, sí. Lo que tú digas, Anacleto — contestó indiferente Scar. 

  — Esto ya lo haces para tocarme los huevos, ¿verdad? 

  — No, no quiero tocarte nada. Lo siento.

  — ... 

Max no pudo evitar reír ante aquella conversación: Su hermano estaba claramente molesto y sabía que lo estaría aún más cuando probara la comida.

Alec se acercó a Scar, estirándole ligeramente de la camiseta y llevándolo hasta la cocina, esperando ayudarle a servir la mesa. Ambos Chrobe, uno aún burlesco y el otro tratando de calmar su furia, se sentaron en el comedor.

  — Cada vez le pones peores nombres— comentó el piel-pálida mientras cogía los platos que iba a servir. 

  — Cada vez me importa menos su nombre  — contestó el de la cicatriz.

  — Está claro que Max te cae mejor que Jared.

— A ti te pasa lo mismo. Al fin y al cabo, de ellos dos, el pelirrojo es tu noviete favorito.

  — Cállate. 

  — ¿Acaso no es así, Alec? 

  — ¡Deja de hablarme de eso y vayamos a comer de una vez! 

  — ¿Tanto te incomoda hablar de tus novios?— preguntó Scar, riéndose ligeramente. 

  — ¡No son mis novios! ¡Deja de decir eso! — respondió el de ojos verdes, dándole un leve golpe en el pecho— . ¡Sirve la comida de una vez!

  — Está bien, está bien— dijo el rubio aún burlesco mientras se encaminaba, al fin, al comedor.

Una vez la comida fue servida y todos se hubieron sentado, empezaron a comer. Max exageraba positivamente sus gestos de estar disfrutando de la comida, pero también de la cara de envidia y celos que ponía su hermano menor. Jared observaba con detalle todo lo que había encima del plato con recelo, como si creyera que estuviese envenenada de tan buen aspecto que tenía. Definitivamente temía perder su título de espléndido cocinero a manos de ese estúpido rubiales. Alec, por su parte, se mantenía completamente indiferente a esas emociones, pues estaba más que acostumbrado a comer ese tipo de platos.

Nada más terminar, empezó a sonar el teléfono de Max.

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