Un nombre y una parafilia

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El tiempo transcurrió con velocidad y anocheció. Alec siguió a Max y ambos fueron a la habitación de éste último, que a pesar de haber sido "abandonada" durante dos años, estaba completamente limpia y ordenada.

-Cortesía de Limpiezas Jared S.A. -comentó el pelirrojo cuando el menor preguntó-. A pesar de ser tan gruñón es un buen chico, hehe~ Ven, acomódate -hizo señas de que se sentara junto a él en la cama-. No muerdo.

-Hn... -se acercó y se sintió ligeramente más calmado tras haberse colocado al lado de Max-. ¿Podrías explicármelo ya?

-Oh, claro, claro -respondió mientras rebuscaba su teléfono móvil con gestos exagerados-. Aaah... Aquí estás, pequeño bribón. Bueno, mira -se acercó aún más a él, pudiendo así mostrarle con facilidad lo que aparecía en la pantalla-, esto es de hace dos años y medio aproximadamente. Aunque ya te mostré alguna foto antes, ¿verdad? Y lo que quieres saber es por qué te llamo Menta, ¿cierto? Bueno... -continuó pasando las imágenes hasta que al fin encontró la que buscaba. Podía divisarse un edificio de colores fríos y oscuros-. Aquí es donde te conocí.


-¿Qué es este sitio? -preguntó el menor confuso.

-Tú sígueme, Alec. ¡Estoy segura de que te en-can-ta-rá~!

Ambos entraron en aquel lugar. El interior estaba decorado con distintos tonos de rojo vino y negro por las paredes, que a su vez se veían adornadas por distintos objetos que parecían de látex o cuero. La gente de ahí dentro también vestía de la misma forma: ropas de látex o cuero completamente negro que brillaban con la rojiza luz del techo. Los dos jóvenes se acomodaron en un pequeño sofá a la espera de algún pretendiente interesado en ellos.

-Mis saludos, bella dama -susurró una voz masculina que se acercaba a la joven chica-. ¿Estáis ocupada o puedo llevaros conmigo?

-Podéis llevarme con vos -contestó ella, dejándose llevar por tan apuesto galán-. Nos vemos más tarde, Alec.

-Ah... Está bien.

El menor de verdes ojos miraba continuamente a su alrededor, incapaz de entender aún qué clase de lugar era aquel en el que se encontraba, ni por qué su amiga le había llevado allí. Observaba cómo la gente iba de un lugar a otro con aquellos ropajes, acompañados por una o más personas. Algunos llevaban máscaras, otros llevaban correas, y otros sujetaban látigos.
Un simpático chico se acercó al pequeño.

-Hey, ¿eres nuevo por aquí? -preguntó con una sonrisa en el rostro, que estaba parcialmente cubierto-. No recuerdo haberte visto antes.

-Uhm... Sí, es... Es la primera vez que vengo -contestó el menor.

-Entonces supongo que no tendrás un nombre aún, ¿verdad?

-¿Un nombre?

-Algo así como un pseudónimo. Es un "mote" que utilizamos aquí dentro para no revelar nuestros verdaderos nombres. Yo soy Rojo.

-No se me dan bien estas cosas.

-Entonces... Veamos... -se acercó al chico, que trataba de mantener las distancias-. Tus ojos son completamente verdes... Verdes como... Como la menta. Así que tu nombre será Menta. ¿Te parece bien?

-Supongo.

-Perfecto. Entonces, Menta, permíteme el placer de introducirte en el mundo del BDSM.


Alec observó detenidamente las imágenes que Max le había mostrado y, seguidamente, fijó su mirada en él. Su pálido rostro mostraba un gesto de sorpresa, pero a la vez de comprensión. Parecía haber recuperado alguna memoria.

-¿Entiendes ahora por qué prefería no decirlo delante de mi hermano? -rió durante unos segundos, tratando de disipar aquel gesto que presentaba el menor-. Después de todo sí tengo alguna parafília, hehe.

-Ya, ya... Recuerdo... Recuerdo cómo nos conocimos. Es... Extraño. Quiero decir, es como si nunca hubiese vivido aquello y ahora...

-Tranquilo, relájate. Te va a pasar a menudo, porque hay muchas cosas más. Así que prepárate para seguir sintiéndote de esa forma. Pero mira el lado bueno, estás volviendo a tener consciencia de lo que pasó hace unos años. Y eso son puntos a mi favor. Para enamorarte de nuevo, digo.

-Ah...

El pelirrojo acarició el cabello de Alec y bajó lentamente la máscara que cubría su delicado rostro. Deslizó sus dedos sobre los labios de éste y seguidamente le besó. Cuando se apartó volvió a delinear una cálida sonrisa en su rostro y se tumbó en la cama.

-Ven, échate, es hora de dormir.

-De acuerdo.

El menor hizo caso al chico y se dejó caer a su lado. Se quitó completamente la máscara, sintió que, de algún extraño modo, empezaba a incomodarle llevarla puesta. La lanzó, haciendo que cayera al suelo, pero no le importó en absoluto. Se acomodó de modo en que pudiera ver aún a Max.

-Acércate más, me gustaría dormir abrazado a ti -dijo el mayor, estirando los brazos todo lo que pudo y esperando a que Alec se apegara a él, tal y como acababa de pedirle.


-¡Mentaaaaa! ¡No te vayas a la otra punta de la cama! ¡Ven aquí, conmigo! ¡Vamos a dormir abrazados!

-¿Pero qué estás diciendo, Rojo?

-Que vengas, demonios -alargó los brazos y estiró al menor, acercándolo forzosamente a él-. ¿Cómo es eso de que no quieres dormir pegado a mí?

-Para empezar, apenas te conozco. Sólo hemos tenido/

-Eso ya lo sé, Menta. Estuve ahí, Menta. Pero soy una persona cariñosa, Menta. Por eso quiero que duermas conmigo.

-...A diferencia de ti, yo no soy alguien cariñoso. Por tanto estamos en un punto neutro y no estoy obligado a/

-Ahá, ahá. Punto neutro. Pero yo soy el dominante aquí -dijo abrazándole con cariño y apoyando su cabeza sobre la del menor-. Entonces hacemos lo que yo diga. Fufu~


-De cualquier modo ibas a pegarme a ti -comentó el de verdes ojos mientras seguía observando al pelirrojo.

-Ah~ ¡Me has descubierto! Qué mal, qué mal... -se golpeó suavemente la cabeza-. Pero hay algo que no recuerdas -replicó mientras lo estiraba con cuidado hacia él-, y es que adoras dormir conmigo. Fufu~

-¿Ah, sí? ¿Lo hago?

-Pues claro que sí. ¿Por qué no ibas a hacerlo? -lo abrazó con cariño e hizo que fijara la mirada en su rostro-. Mira, mira. Son mis pecas. Eso es lo que realmente adoras de estar junto a mí. Poder ver las pecas que están repartidas por mi nariz y mejillas, hehe.

-Ah... -le observó con evidente curiosidad-. Pues... Lo cierto es que son adorables...

Max le besó mientras Alec estaba entretenido con las pecas de su rostro, susurrándole un cálido "Te quiero".



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