C A P Í T U L O 29

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Hoy  dejaré mis comentarios primero.

Lo siento por no escribir en bastante tiempo, pero mi computadora, que es donde yo guardo todo se quedó sin cargador y pues, me lo acaban de arreglar.

Ahora, sobre la novela... espero les guste lo poco que pude escribir ahora.

denme sus quejas, las merezco. No escribo muy seguido, pero en realidad, lo siento.

-Paloma.

C a p í t u l o 29

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C a p í t u l o 29.

Bajaron de la azotea en silencio.
Con escasas palabras se despidieron y acudieron a sus clases normalmente. Ninguno de los dos esperaba mucho del día, parecía ser que entre más pasaban los minutos, más tranquilos y serenos se sentían. La conversación de la mañana les había dado un respiro a sus corazones, además de acercarlos en alma un poco más, de modo que... no esperaban nada más. Estaban felices. Con tan solo tener ese tiempo a solas, y conversar acerca de su romance, tenían más que suficiente.

Evangeline parecía ser la más afectada. Ya no se sentía ansiosa, más bien, solo quería leer algo y tal vez disfrutar de una buena película. Comer un poco, hablar con sus cercanos, sentarse a mirar el cielo, acariciar al gato, sentarse en el suelo, mirar fotografías antiguas y disfrutar de la oscuridad de la noche.
Hoy no era un día más que para disfrutar de lo pequeño.

—Estas callada. —mencionó Liam sin dejar de observar el camino.
Frenó un poco la bicicleta y espero a que unas personas caminaran hacia el otro lado de la calle.
—lo estoy. —contestó sin delicadeza. Sin emoción en sus palabras.
— ¿y no sabes el porqué de ello?
—lo sé.
— ¿y la respuesta?
—satisfecha de lo bueno que me ha dado la vida Liam..., lo que siento ahora es un sentimiento de paz. —su hermano guardó silencio esperando a que se explicase. —Mejor explicado, o para que entiendas hermano tonto —rio levemente la muchacha— hoy siento que lo tengo todo, y de vez en cuando, hay que pararnos, respirar y admirar lo que tenemos encima.
—ósea... solo quieres admirar ¿no?
—exacto, y para hacerlo debo estar en silencio.
—tú y tus extravagancias espirituales. —se mofo Liam pedaleando.
—yo y mis "cierra la boca que quiero admirar mi vida". ¡Dios Liam! ¿Aún no entiendes mi indirecta sobre que quiero silencio?
—ahora lo entiendo, pero no te preocupes, te daré el gusto.

Liam obedeció y guardó silencio hasta que llegaron a casa, en donde Evangeline corrió por la puerta, subió las escaleras y se encerró en su cuarto.

Se apoyó en la madera de la puerta y observó el lugar. Algo desordenado, pero en otro momento se sentiría inspirada para ordenar. Así que atravesó la habitación y se estiro en la cama, miro el techo y sonrió al ver sus manos marcadas de tantos colores como las pinturas del mercado le permitían. Amaba ese cielo.

Elevó sus manos hasta poder observar con lujo de detalle el largo de sus brazos y el tamaño de sus uñas y se estiró. Tronando sus huesos y dejando escapar un satisfactorio grito de impulso para completar así, un extasiado ritual de estiramiento.

Volvió a caer en su cama pero ahora mucho más relajada de lo que ya estaba. Y cerró sus ojos. Viendo unos luceros brillantes entre la oscuridad y una seria expresión que poco a poco iba tomando la cursividad de una tímida sonrisa, que siempre la complacía poder ver. Tal vez no muy seguido, como lo esperaba, pero seguramente esa era la razón de porqué les gustaba tanto.

La complacía ser una de las pocas personas que podía ver la mismísima emoción saliendo de un cuerpo que no podía experimentar todos los días un revolucionario corazón romántico.
Para Evangeline era grato, un placer, un regalo poder ver esa mínima sonrisa salir de él.

De pronto, sintió un peso saltar hacia la cama, así que abrió los ojos, encontrándose con unas pupilas extremadamente dilatas que la miraban con una curiosidad increíble. Curiosidad de gato.

—me asustaste Makoto.
Habló estirando su brazo para acariciarle por debajo de las orejas y entremedio del cuello.

La gata inmediatamente se acercó a sus dedos, y comenzando a ronronear, fue a caer en el pecho de la chica.

—Estás más gorda —mencionó con humor Evangeline.

La gata se dio medio vuelta mostrándole su cola.
—Oh claro, dame la espalda. Solo es un comentario Makoto.
El animal volvió a su posición inicial, pero esta vez estirando una pata a los labios de la castaña, en una señal de que guardara silencio.
—Está bien, me callo.

La gata se acomodó mejor y entre ronroneos, se durmió.
Era impresionante lo rápido que un animal podía caer dormido, así que también lo intento. Cerró nuevamente sus ojos y relajo su mente hasta estar en un punto de descanso.
Pero en un segundo, contradiciendo todo su plan de día, su corazón tomó la decisión de acelerarse. Hacer que le doliera el pecho, y que su estómago le doliera de tantas cosas fluyendo ahí.
Lo oía claramente.
Afuera llovía. 

"En tres pasos" (N.H)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora