C A P Í T U L O 21.

481 53 11
                                    

NIALL.




Cierro la puerta de mi habitación apagando el ruido que se propaga desde la cocina, mamá se estaba empeñando mucho por hacer una asombrosa cena a Evangeline, pero yo no podía dejar de recordarle que la chica es hijo de cocineros. Cuelgo mi mochila detrás de la puerta y observo mi habitación con detenimiento; el color naranjo del atardecer baña las paredes del cuarto mientras mis libros me dan la bienvenida a casa. Camino hasta la cama, saco de mis zapatos y los dejo uno al lado del otro debajo de está. Me recuesto en mi lecho y cierro los ojos con pereza, la luz del sol se apega en mi abdomen dándome una calidez abrigadora.

Un momento relajante que disfrutaba sin muchas cosas. Nada más que el silencio y una mente vacía. Estaba así de relajado porque los deberes ya los había terminado en la escuela (y sí que me esforcé en hacerlo) debido a que Evangeline cenaría en mi casa y yo (por algo común) debía estar presente. Si ella no estuviese, lo más probable es que en este momento estaría sentado en mi escritorio terminando los deberes de todos.
Vuelvo a ponerme en pie. Sí algo me había pedido mi madre, era estar presentable en la cena, no con mis camisetas de anime ni mis pijamas grises, si no, presentable. Estiro mi cuerpo y me encierro en mi baño. Limpio, seguro dirá mi madre. Perfumado, corre por su cabeza, guapo, es lo que siempre dicen. 6 minutos con 47 segundos en la ducha. Envuelvo mi cadera con la toalla y seco mi cabello con mis manos, me coloco las gafas y abro la puerta.
¿Y ahora qué?
No tenía nada pensado para vestirme, así que ¿Qué rayos debía ponerme? Mamá había dicho, nada de pijamas, pero mi closet estaba lleno de ellos. Suspiro. Esa mujer me daba dolor de cabeza.
Lo que acabo encontrando es una camiseta a cuadros roja, un sweater abierto gris y unos jeans que al probármelos me quedan algo sueltos, pero lo solucioné con un cinturón. Vuelvo al baño y me miro al espejo.
El reflejo que veo me deja anonadado en cierto sentido, era yo, arreglado, perfumado y guapo por una chica. Ni en cientos de años se me habría pasado por la cabeza traer a una chica a mi casa, pero Evangeline... había pasado aquí días, y no solo en el salón principal, sino más bien, cocinando y cuidando de mí en mi propia habitación. ¿Qué tenía ella que hacía hacerme retractarme de mis promesas?

- ¡Niaaall! -grita repentinamente mi madre abriendo de un golpe seco la puerta.
- ¿Qué?

Salgo del baño para mirarla, pero no está sola. Cuatro ojos bien abiertos me miran salir del baño, la más grande (que es mi madre) se me acerca con la mirada observadora en mi ropa. Me rodea y analiza con lujo de detalle. Al finalizar se detiene en frente mío, me sonríe con los ojos achinados y me toma por el hombro.
-Evangeline ya está aquí, los llamaré cuando la cena esté lista ¿de acuerdo?

Abro mis ojos grandes, espantado. ESA SEÑORA NO PODÍA DEJARME SOLO CON ELLA.
-Si quieres podemos ayudarte. -ofrecí para que pudiéramos bajar.
-No Niall, todo está listo, solo falta que se muelan las papas, así que los dejo. -mi madre camino hasta la puerta, pero segundos antes de irse miro a Evangeline de una forma diferente, no era una forma negativa de hacerlo, sino, parecía agradecerle algo.

Evangeline también lo hizo, pero sonrió haciendo que sus pómulos se vieran más regordetes de lo que eran. Las dos terminaron su charla telepática cuando mi madre dejó la habitación.
Miro a Evangeline disimuladamente haciendo que no lo note. Lleva un vestido de mangas largas con rayas horizontales desde los hombros hasta el límite inicial de las costillas. Luego, el vestido cae por sus piernas con una tela roja vino que le llega unos centímetros arriba de la rodilla. Cubriendo algo sus piernas seguramente por el frío del ambiente, lleva unas medias negras que cubrían arriba de sus rodillas dejando un escaso espacio para ver la pálida piel de sus piernas. Río mentalmente al ver sus zapatos con una leve plataforma negra que la hacía ver un pequeño centímetro más grande, que casi no se notaba a simple vista.
Y lo que más me gusta al verla, son sus rosadas mejillas que se encienden cuando la observo, más su largo cabello cayendo por sus hombros, haciéndola ver más femenina de lo que cree.
-Niall jamás creí que...que podías llegar a ser más guapo de lo que ya eres-dice levantando la cabeza con su típica sonrisa que pareciera atraer a la atmosfera cosas lindas dentro de los dos.
Esquivo la mirada de sus ojos. Estaba a punto de ahogarme en su mar de miel.
-Tú, ya sabes, te ves... te ves femenina, digo, ya lo eres en sí pero, lo que quiero decir es que ese vestido es lindo, NO, eso no es cierto, lo que es lindo... eres tú.

Mierda, mi corazón de nuevo quería escaparse de mi pecho. Y para más remate las cosas que le había dicho habían salido horrible ¿Qué era eso de que el vestido era el bonito? ¡No! Si ella es la hermosa que hace que todo se le vea bien.
¿Debía solo callarme? Mientras más abría la boca, más mierda incoherente salía.

- ¿En serio crees eso? -preguntó Evangeline acercándose a mí con los ojos brillantes.
Su nariz a centímetros de la mía y sus manos tocando de mis brazos me hacían sentir muchas ganas de esconder mi nariz en su cuello y oler su perfume con tiempo largo. Retrocedo un paso, alejándome de ella.
-Si ya sabes lo que dije no hay necesidad de que lo repita. -hablé arreglando mis lentes y yendo al otro extremo de la habitación.
-Oh, sí, tienes razón.
-Si quieres puedes sentarte en mi cama, yo estaré aquí leyendo.

Me siento en mi puf y escondo todo mi rostro en las páginas del libro. ¿Qué debo hacer? Seguramente estaba sentida por lo que había dicho y lo más probable es que estuviera muy incómoda sentada en mi cama sin poder hacer ruido porque yo, supuestamente "estaba leyendo". Los libros que había estudiado decían que las mujeres son muy sentimentales al momento de ser rechazadas, sus mentes se envuelven en dudas y siempre terminan en conclusiones tan profundas que en lo que terminan es en una de sus ideas equivocadas.

- ¡Hey Niall!
Bajo mi libro para mirar a Evangeline, pero ella ya había atravesado mi espacio vital y la punta de su nariz rozaba con delicadeza mi cuello mientras que con sus manos sujetaba de las mías forzándome a no poder alejarla. El aire de mis pulmones desapareció en un instante y mi cuerpo se estremeció hasta la punta de mis dedos.
-Hueles tan bien Niall.
-E-Evangeline ¿Qué haces?
-Aprovecharte. Seguramente mañana no podré ni siquiera hablarte y lo único que quiero es aprovechar todo el tiempo contigo Niall.

El sonido de su voz sopla en mis oídos dulcemente como una canción de cuna. Sus manos detenidamente sueltan de las mías, dejándolas libres para alejarla, pero no lo hago, mis brazos la envuelven y la atraigo hasta mí. Mo sorprende lo semejantes que eran nuestros pensamientos, pero nuestras formas de llevarlos a cabo eran completamente diferentes.
-No sabes cuánto desee que me abrazaras así.

De nuevo la puerta de vuelve a abrir de golpe. Mi madre nos mira. Los dos nos ponemos en pie igual a un militar en frente de su sargento, pero a diferencia de ellos, nosotros somos un par de tomates listo para preparar en una salsa.
-La cena está lista chicos. -dice mi madre. -los espero abajo.

Se da media vuelta y no menciona nada de lo que acababa de ver. Miro a Evangeline indicándole que debemos bajar, pero esta tan sonrojada por sus pensamientos que la tomo de la mano para llevarla hasta abajo.
Tal vez esto hacia que se le quitara un poco el rubor.
Vamos de las manos hasta la escalera y la bajamos de la misma manera.
- ¿Estás mejor? -pregunto dándole una pequeña mirada, pero la suelto de inmediato.
Parecía que pronto sus oídos explotarían con vapor interno y sus mejillas con fuego artificial rojo.
-Lo-Lo estoy-afirmo tapando sus mejillas y entrando a la cocina antes que yo.


Adentro, mi padre y madre nos miraban, sentados. Los dos sentados uno al lado del otro nos dejó las sillas con las mismas posiciones. Evangeline se sentó en frente de papá y yo frente a Maura.
La cena frente a nosotros parecía sacada de una revista ¿Cuándo mi madre había aprendido a cocinar así?

-Gracias por la comida. -murmuro Evangeline juntando sus palmas frente a su rostro y cerrando los ojos por dos segundos, acabado esto, tomó de su tenedor y con una sonrisa muy diferente a las que conocía llevo un poco del puré de papas de mi madre a su boca.
Los tres la miramos atentos.

- ¡Pero que delicia señora Horan! -exclamo dando tres bocados más a la comida. Murmurando un "Mmmm" para saber qué tan delicioso estaba.
- ¡¿En serio?! Creí que no te gustaría.
-Señora, la comida es un placer entregado por los dioses, cada comida tiene su lado sabroso y distinto y el de usted, es exquisito.
También di un bocado a la comida, pero a mí me sabía al puré que siempre preparaba mi madre. Nada fuera de lo normal. Tal vez Evangeline estaba fingiendo, pero al ver en rostro de mi madre con esa sonrisa, supe por qué lo hacía.

-Evange...line, e-es un ángeel. -balbuceo mi padre mientras limpiaba con dificultad sus labios.
-Usted lo es señor Horan, yo solo soy una mujer loca por la comida. -rio.
Bobby y mi madre también lo hicieron. Ver esa escena llenó mi corazón de mariposas.
Comimos un rato más hasta que a mi madre, la mujer curiosa se le ocurrió hacer una de las preguntas más incomodas para nosotros.
- ¿Y cómo se conocieron?
Evangeline y yo compartimos miradas preocupadas. Iba a contestar, pero Evangeline se me adelantó.

-Tal vez no lo recuerden, pero a Niall lo conocí en el restaurante de mis padres.
- ¿Enserio? -preguntamos Mamá y yo.
La ojimiel rio.
-Sí, recuerdo que solo estaban ustedes dos. Un empleado joven los atendió en la caja, Jace es un buen amigo de mis padres.
-Por eso se me hacía conocido tu restaurante... -murmure bajo, ninguno de los tres me oyó.
-Yo estaba limpiando las mesas cuando Jace me llamó para pedirme que limpiara su mesa antes de que se sentaran, entonces lo vi. Lo recuerdo tan bien... Niall llevaba sus gafas y un libro sobre las matemáticas avanzadas que nos pasarían este año, y seguro saben que esto pasó hace cuatro años más o menos. Su expresión seria y centrada llamó mi atención como nadie lo había hecho. Me parecía un chico sacado de un libro. Un ángel que se adentraba a mi mundo... y, claro está que no notaron mi presencia. Ahora lo sé. Pero, desde ese día que Niall me gusta... él... -los ojos de Evangeline vagaron hasta los míos. Me observo con una sonrisa melancólica o tal vez, con una mirada llena de amor que logró tocar hasta mis huesos.- Me gusta desde hace mucho, y el poder estar sentada con ustedes y-y con él, de verdad me hace muy feliz.









-El domingo entonces nos veremos. -se despidió Evangeline desde la puerta de su casa.

La había traído después de la cena, después de que me enamorara aún más de esa pequeña chica.
-Sí.
-Gracias por traerme.
-Gracias a ti por ir a cenar con nosotros.

Evangeline no contesto. Negó divertida y corrió hasta mí abrazándome repentinamente con fuerza. No pude moverme a ella. Le observe su delicado rostro. Se bañaba en una felicidad que jamás le había visto a otro ser humano.
-Te quiero. -pronunció con su nariz hundida en mi pecho.
-Y-yo... -Inhalé profundo llenándome de fuerza interior. -yo también te quiero mi Evangeline.

No sé si fue mi imaginación, pero el sentir su cuerpo estremecerse al escuchar esas palabras me hicieron pensar que ella era la mujer más hermosa que jamás había conocido.





Ehhhh! FELIZ AÑO NUEVO QUERIDAS. Espero que este año este lleno de logros y muchas metas, que sus sueños se hagan realidad y las alegrías sean muchas más.
Bienvenido 2016.


Ahora, como me recomendo una de ustedes (que de verdad me pareció una excelente idea) les haré una pregunta parecida a la del capítulo anterior; ¿Cómo describirían a Evangeline Wright?

Espero sus respuestas ya que son de mucha ayuda para mí con respecto al contenido de mi novela. ¿Les gustó la actuación de los protagonistas? eEAEAE Niall.

Bueno, las dejo con eso en sus manos.

Un placer que me lean.

Paloma.




"En tres pasos" (N.H)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora