6|Somos monstruos

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—Abre los ojos Sarah.

Escuchaba su voz, la escuchaba con claridad, pero le costaba un poco obedecerle.

—Vamos querida, abre los ojos.

Respiró con fuerza y se sentó en el lugar donde descansaba, que precisamente era el suelo frente al trono del gran rey del infierno, él la miraba con una sonrisa entre alegre y dubitativa que la hacía dudar.

—¿Dónde estoy? ¿Es...el infierno?

Crowley sonrió irónico y se levantó de su asiento para dar unos pasos hacia ella, extendió su mano en su dirección y la ayudó a levantarse.

—No, esto es solo...mi guarida en la tierra.

Sarah miró a su alrededor y él se inclinó un poco sobre ella.

—Yo también odio ese lugar.

Le susurra refiriéndose al infierno, Sarah suponía que era un lugar tan insano y repugnante que ni Crowley podría soportarlo por mucho tiempo.
Se había dado cuenta que algo en ella había cambiado, en su interior ya nada dolía como antes, seguía sintiendo una extraña angustia pero aquel dolor insoportable había desaparecido.

—¿Que me has hecho Crowley?

Le preguntó sin mucha fuerza en su voz, no estaba segura si de verdad quería saber que había pasado con ella.

—Sarah, te presentaré a Meg.

Crowley alzó su mano en dirección a la puerta y se giró a ver en esa dirección, allí vio parada a una chica vestida completamente de negro. Botas negras, camisa escotada y pantalón apretados negros, igual que su chaqueta de cuero, todo hacía juego con sus ojos, era un demonio.

—Bonitos ojos...Sarah.

Le dijo Meg sonriendo macabramente, Sarah frunció el ceño al escucharla, Crowley le hizo una seña con sus dedos a uno de sus lacayos y no tardaron en ponerle un espejo delante a la chica. No pudo contener el grito de espanto al ver sus ojos negros por completo.

—¿Te gustan?

Sarah pestañeó sin apartar la mirada de su reflejo y sus ojos volvieron a ser como lo eran antes, iguales para los ojos de otro, pero ella sabía que habían cambiado mucho más que el repentino negro petrificante. Habían cambiado, daban miedo y mostraban el dolor que reflejaba su alma, ahora corrompida. Lo más sorprendente de todo, no le importaba en lo más mínimo.

—Me encantan.

...

—¿¡Que la has visto hacer que?!

Dean tiró de sus pelos mientras caminaba de un lado a otro en la pequeña habitación.

—Te juro que intenté detenerla, pero estaba...decidida.

Miró a su hermano apretando su mandíbula con fuerza, sabía que no era su culpa, pero no pensaba echársela a sí mismo. Él no había hecho nada ¡Nada! Para que ella se fuese con Crowley.

—¡Cojonudo!

Siguió caminando de aquí para allá sin detenerse, pensando en mil maneras de encontrarla.

—Dean, ¿Y si...y si Sarah no quiere que la encuentres? —me miró mal en cuanto esas palabras salieron de la boca de Sam— Solo digo que ella fue quien hizo el trato, ella se quería ir.

—¿Te estas oyendo? En primera, ¡Es Crowley! ¡El puto rey del infierno manipulador, que se ha aprovechado de Sarah! Quien está débil y confusa por nuestra culpa, y en segunda, no pienso dejarla otra vez.

Cazadores |Dean WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora