12|Sin Recuerdos.

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Su mirada estaba postrada en la blanca pared. Tan blanca como su mente, y solo en aquel momento, se sentía en paz. Había dejado de doler, pero en el fondo sabía que era un simple engaño. Como si pusieran una fina hoja de papel entre ella y sus problemas, la cual en cualquier instante se rompería y la dejaría a merced de sus fantasmas.

—Sarah— oyó su nombre saliendo de aquellos labios, pero no reaccionó, sabía que, si lo hacía, perdería el control que logró conseguir —Sarah...por favor.

Le partía el corazón oír la desesperación en su voz. Habían pasado años desde que se conocían, y cuando todo se convirtió en una horrible pesadilla, no paraba de sentirse así, hundida en un dolor insoportable, preguntándose ¿Cuándo acabaría todo aquello?

—Dean, no puedes forzarla.

Sammy habló, intentando que su hermano no se derrumbase allí mismo, delante de la mujer que ama, la cual parecía más muerta que viva. Con los ojos rodeados por una negrura horrible, con sus labios resecos y una respiración casi imperceptible.

—No....no digas eso— le dijo Dean entre dientes, dejando escapar una lágrima —Tú tienes a la chica que quieres, yo no puedo tenerla.

Dean agarró la mano inmóvil de Sarah, acariciándola con cuidado. Pero a pesar de sus palabras, sabía que tenía razón, que no podía forzarla. Salió fuera del hospital. Ninguno sabía nada posible que hacer para arreglar su estado.

—Borremos su mente.

Propuso Castiel. Todos lo miraron como si no hubieran reparado en su presencia, a pesar de que había llegado hacía varios minutos.

—¿Como?

—Sí— asintió el ángel —Borrar su mente, darle una idea diferente de la vida a la que tiene ahora. Es algo complicado, pero logrará que se aleje de todo esto. Que haga su vida, fuera de lo...sobrenatural.

—Pero eso indicaría que...

Habló Sam, y se calló al darse cuenta de lo que iba a decir. Pero Dean lo había captado sin mucho esfuerzo.

—Que no se acordaría de nosotros — dijo con una voz casi inaudible —De ninguno de nosotros.

—Dean, déjalo, ha sido una mala idea. Olvídalo.

—No— cortó nuevamente Dean —Es una idea perfecta.

***

Abrir los ojos y no entender nada eran dos cosas iguales para ella. Incluso, no recordaba si era un ella o un él.
Y aún unas horas después, incluyendo análisis médicos y todo tipo de tacs, nada cobraba sentido. Solo había una palabra que definía su situación, Amnesia.

—Por su estado económico no se preocupe, nosotros le ayudaremos, puesto que, al ingresar aquí, dejaron un gran donativo a su nombre...— el médico llevaba un largo tiempo explicándole lo que sería de su vida en aquel momento, pero ella no podía prestarle mucha atención —Así que, cuando quiera, la llevaremos a su nueva casa.

Ni siquiera los médicos se explicaban el origen de su amnesia, pero pasadas unas semanas, no pudieron decir más que, su mente, había sido reiniciada casi que de forma mágica.

—¿Pagará con tarjeta o en metálico?

Sarah no respondió, solo sacó unos billetes de 20 y se los entregó. Lo observó, el hombre llevaba un mono azul abierto y una capa de sudor recubría su piel visible, produciéndole una sensación de asco aguantable.

—Si necesita algo más llámeme.

El hombre se despidió y se marchó. Sarah soltó un suspiro, últimamente se había vuelto una costumbre perder u olvidar cosas, y en este caso, habían sido las llaves de su coche. Entró en este y volvió a suspirar mientras colocaba sus manos sobre el volante. No le había quedado más remedio que llamar a aquel hombre, porque romper una ventanilla le parecía innecesario.

Observó su coche antes de ponerlo en marcha, se lo había llevado aquel hombre de parte de un anónimo. "Está pagado, si no lo quiere, se llevará a la chatarrera" Le había dicho, Sarah lo aceptó muerta de miedo, pero hasta el momento no le había pasado nada. El coche se empezó a mover, y casi no le da tiempo a frenar cuando un chico se cruzó en frente.

Su respiración se cortó por un segundo, asustada. Sus ojos abiertos como platos miraron al chico, que achinaba los ojos en su dirección. Sarah no sabía si gritarle alguna grosería o disculparse, bajó la ventanilla.

—Lo siento— fue lo primero que salió de su boca —Lo siento mucho.

Ella juraría que le vio sonreír, pero por un momento, no estaba segura, porque estaba serio.

—¿Acaso no vez que estaba en rojo?

Cuando Sarah se da cuenta, está frente a un semáforo, y el chico parece no tener intenciones de moverse de allí.

—Lo siento, estaba... distraída.

Él apretó su mandíbula, y sin decir nada más, siguió caminando. Cuando estuvo en verde la luz, Sarah puso en marcha nuevamente el coche. Su corazón aún esta acelerado por el susto, pero no superaba al de Dean, quien, al haberla visto de nuevo, normal, se atrevería a decir, sintió una parte de el renacer y otra hundirse en su más profundo dolor. Ni siquiera tenía una pequeña idea de quien era. Sus ojos asustados no mostraban más que eso, susto por casi atropellarlo. Pero no lo reconoció.

Llegó a su motel temporal, habían decidido quedarse ahí por unos días para vigilar a Sarah hasta que estuviera estable. Le habían ayudado en todo lo posible, como el coche, por ejemplo. Y verla usándolo le produjo alegría, la cual casi deja de sentir por su "casi atropello" Dean entró a la habitación topándose a Jazel encima de Sam, son ropa.

—Joder.

Salto, quedándose inmóvil a verlos, Sam por acto reflejo abrazó a Jazel para taparla, y le dedicó una mala mirada a su hermano acompañado de un "Sal de aquí". Dean sonrió malvadamente.

—Buena elasticidad Jaz.

Y ganándose una ofensa de parte de la cazadora, salió de la habitación. Estaba feliz por su hermano, aunque sintiera celos de su suerte. Jazel era una mujer independiente que no necesitaba cuidados especiales, sabía valerse por sí solo y tenía a Sam. Sarah en cambio era una niña a sus ojos, su niña. Lo mejor que le había pasado y sentía la necesidad de cuidarla. Al final, en eso consistía el amor, y Dean lo había perdido.

Cazadores |Dean WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora