14|Está decidido.

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—Dean, lo siento...yo no sabía que estabas con ella.

—Déjalo Sammy —los ojos de Dean evitaron mirarle, sabía que si lo hacía le odiaría y era su hermano, no podía permitírselo— Es que...estaba tan feliz, tan...bien.

Sam se sintió mal, y a la vez se sintió culpable de manera extraña, sabía que no tenía culpa de nada, pero esa sensación no se iba de su cuerpo.

—¿Y qué pretendes hacer?

Dean le miró, perdido por unos segundos. ¿Qué quería hacer? No lo tenía claro, ahora que la veía bien una parte de él, la parte racional –que, aunque sonase increíble la tenía– le decía que lo mejor era irse, dejarla vivir. Simplemente vivir. Pero la parte de él que la amaba, la parte egoísta e irracional le decía...no....le exigía que se quedara allí, que la volviera a enamorar y que fueran felices. Pero esa parte era estúpida, se dijo, para él le resultaba imposible dejar su trabajo. El negocio familiar.

—No lo sé Sammy —suspiró— Pero no quiero dejarla ir.

...

Sus labios se movían con un ritmo enloquecedor sobre los de ellas, produciéndole a ambos una sensación rara que les recorría la columna con rapidez. Las manos de él acariciaban su pelo largo y las de ella, reposaban sobre el fuerte y agitado pecho del chico.

—Sabes que no podemos estar todo el día así ¿No?

Ella sonrió, mordiéndose el labio, aun podía sentir el tacto de sus labios sobre los suyos. Él la imitó mordiendo su labio inferior seductor, y no dijo nada, solo la cogió de la mejilla con suavidad y la volvió a besar. Estaban tan cómodos acostados en la cama que apenas querían moverse.

—¿Quién no los impide? —Jazel sonrió al escucharlo— ¿O acaso quieres que me detenga?

Su voz era grabe, estaba excitado y tenerla sobre él no ayudaba a controlar sus deseos. Ella negó respondiendo a la pregunta del menor de los Winchester. Se acercó a su rostro y besó sus labios, luego su mejilla delicadamente, hasta terminar en el cuello del chico. Este soltó un suspiro mientras cerraba los ojos.

—No eres el único que puede dar placer Sam.

Se dedicaron una sonrisa, juntos les era imposible no sonreír, era como si sus labios fueran movidos por hilillos como los de un títere. Se besaron, no se cansaban en lo más mínimo de eso.
La puerta sonó.

—¡Sam! ¡Voy a entrar! ¡Tapaos!

Gritó Dean desde fuera, la puerta se abrió y Dean entró tapándose los ojos.

—Están vestidos.

Habló Castiel. Jazel y Sam se sobresaltaron, él estaba justo al lado de ambos, mirándolos con total inocencia. Dean dejó de taparse los ojos y miró a el ángel con incredulidad. Estaba cansado de decirle que no hiciera eso, pero él pasaba completamente de lo que le decían.

—¡Cas! —le regañó Dean y este apenas reaccionó, se quedó allí. Jazel se bajó de la cama y se acomodó la ropa con una mueca de fastidio, Dean sonrió —Sé que me quieres Jaz, a pesar de que tu mirada parece querer matarme.

Jaz le sacó el dedo del medio y se metió en el baño.

—¿Que sucede Dean? Dijiste que vendrías por la noche, ¿Por qué estás aquí tan temprano?

—Estoy decidido Sam....—Sonrió, y a su hermano le extrañó la repentina felicidad— Voy a...

...

Las horas pasaban, su café humeaba y el libro en sus manos le empezaba a pesar. Llevaba incontables horas leyendo. Ese día no era uno de los más activos de la librería, apenas dos personas habían entrado –sin contar a Amie– y ninguno se había llevado un solo libro –nuevamente sin contar a Amie– Entraron tres chicas jóvenes, a pesar de sus estilos rebeldes, sus ojos brillaban al ver un libro que llamaba su atención. Sarah fijó su mirada nuevamente en el libro, de nuevo, la campanilla de la puerta sonó, esta vez ella no miró.

—¿Tienes algún libro que te enseñe como superar a un "casi atropello"? —Sarah sonrió, y alzó su vista topándose con aquel chico. Dean— Hola.

El chico sonrió, y Sarah se sorprendió a si misma cerrando el libro y prestando toda su atención en él.

—¿Cuántas veces te tengo que pedir perdón?

Dean se apoyó en sus codos sobre el mostrador, inclinándose sobre Sarah, ella apenas se movió.

—Me lo vas a tener que decir más veces, nena.

Le guiñó un ojo, y Sarah sintió en su estómago cosquillas, ¿Que le estaba pasando? Parecía una niña pequeña enamorada por primera vez. Eso les recordó a las tres chicas, miró detrás de Dean y las tres cuchicheaban mirándole sonrojadas.

—¿Os lleváis algo?

Las chicas asintieron, Dean se echó a un lado para que estas pusieran el libro sobre el mostrador, y se recostó sintiéndole a las tres. Sarah sonrió y cuando se fueron, se sintió incómoda por estar a solas con él, de nuevo.

—En fin, ¿En qué puedo ayudarte?

Sarah salió de detrás del mostrador y con su libro en la mano, caminó por entre los grandes estantes para encontrar su lugar.
Dean no dudó en perseguirla.

—Ahora mismo se me ocurren muchas cosas.

Dijo, pícaro. Recordó que, esa frase una vez se lo dijo y ella le respondió con su usual ironía, sin embargo, en aquel momento Sarah solo lo miró horrorizada por unos segundos.

—¿Perdona? —apartó su vista de él para buscar el lugar del libro— Apenas te acabo de conocer, si es que se puede decir que te conozco. No soy una chica fácil.

Se estiró, poniéndose de puntillas para alcanzar el estante, no llegaba. Dean no se lo pensó más veces, la tomó de la cintura y la elevó con facilidad, clavando sus dedos cálidos en la cintura de Sarah, su blusa se había levantado un poco y el tacto de su piel con su mano se hizo más intenso. Cuando colocó el libro y Dean la bajó, estaban más pegados, y ella podía sentir la respiración de él en su cuello, cerró sus ojos, disfrutando de la inesperada sensación.

—Pero yo quiero conocerte más —susurró en su oído, y su mano acarició el brazo de Sarah— Me encantan los retos Sarah.

Cazadores |Dean WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora