38|Despertar.

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«Estoy muerta. Me acaba de matar y aún siento que lo amo»

Aquello era todo lo que llenaba su mente mientras caía desde aquella altura, y lo cierto era que habían sido pocos los segundos hasta que llegó al suelo. Pero no estaba muerta, sin haberlo esperado alguien la sostenía.

Castiel.

Vio sus ojos azules mirarla unos segundos antes de volver a desaparecer. Sarah ya no estaba en aquel lugar, ahora estaba en la habitación de hotel que habían alquilado para pasar la noche. Pensó por unos segundos, la había matado, la había tirado por la ventana sin importarle nada.

Aquello sí que dolía, no tenía palabras para explicar nada, no podía ni siquiera hablar, sentía que no tenía fuerzas. Se levantó y dio pasos poco firmes hacia el baño, se tambaleaba y la cabeza le daba vueltas. Recordó el aire que la golpeaba mientras caía hacía apenas unos pocos segundos y sintió que ya no podía respirar.

Se sostuvo del marco de la puerta del baño cuando vio todo a su alrededor dar vueltas bruscamente. Dio otro paso adelante y su mente se quedó cegada por un recuerdo cómo mismo había pasado cuando tenía amnesia.

—¿A dónde vas? No huyas —ella corría delante de él por el parque risueña, este la perseguía hasta que lograba atraparla— Eres traviesa.

—Pero así me quieres.

Le dijo Sarah y lo besó, Dean le sonrió y le devolvió el beso para luego separarse con sus ojos negros, era un demonio— ¿Si? ¿Eso crees? Eres patética.

Y sacó la primera arma y la clavó en su estómago.

Su vista volvió, y se dio cuenta de que estaba frente al lavamanos, aferrando sus dedos en este, miró su reflejo en el espejo y se dio cuenta de que, aunque sintiera que no respiraba, su pecho subía y bajaba de forma extrema. Se giró hacia la bañera y apartó la cortina para poder llegar al grifo y llenarla de agua. Otro recuerdo volvió.

¿Me prometes que siempre estarás a mi lado?

—Claro que te lo prometo, siempre estaré a tu lado —Estaban en aquel rió en el que a veces se metían juntos a hacer el amor, ella le sonrió al escucharlo, pero sus ojos se volvieron negros de nuevo— Siempre estaré a tu lado porque pienso verte en el infierno.

La tomó del cuello y la hundió bajo el agua, la sostenía con fuerza, ella gritaba y se intentaba deshacer, pero le era imposible, se estaba ahogando, la cabeza le parecía estallar.

Su vista volvió otra vez, y se dio cuenta de que estaba metida en el agua, así que salió de la bañera y respiró profundamente para luego empezar a toser, le dolía la cabeza como si de verdad fuera a ahogarse, todo giraba de nuevo. Se sentía terriblemente mal.

Salió de la bañera y se percató de que aun llevaba su ropa puesta, la cual estaba totalmente empapada. Se desvistió a toda prisa y cuando se observó en el espejo vio la pequeña herida en su cuello sangrando. Observó el recorrido de sangre que bajaba por la clavícula y seguía por el medio de sus pechos. La sangre roja se veía llamativa en su blanca piel.

Entonces pegó un brinco al ver a Dean detrás suya, su rostro no tenía la misma expresión que la última vez que le había visto, ahora parecía preocupado, pero en un abrir y cerrar de ojos desapareció. Sarah se dio una última mirada a su reflejo y corrió a vestirse. Seguía sintiéndose mal, como si ya no tuviera fuerzas, y sentía la terrible necesidad de salir corriendo.

Una vez vestida caminó con dificultad hasta la puerta de salida, Sam y Jaz necesitaban ayuda si no recordaba mal. Aunque le costaba caminar lo intentaba, pero se sentía como si estuviera borracha. Y cuando abrió la puerta nada tenía sentido.

—¿Que cojones?

El pasillo del hotel era enorme, parecía infinito, Sarah era incapaz de ver el final, en cuanto dio un paso la luz se apagó y se encendió una roja muy débil. Agarrada de las paredes siguió adelante, y en cuanto cruzó por la primera puerta se dio cuenta de que estaba abierta, y al mirar dentro las imágenes no cobraban sentido, no entendía lo que veía, solo era sangre, muerte, sufrimiento.

Caminó más deprisa y otra puerta abierta mostraba lo mismo, empezaba a entrar en pánico, empezaba a volverse loca. Corrió más de prisa, y cuando miró al frente se dio cuenta de que seguía viendo la misma distancia, era como si en realidad no hubiese caminado nada, se detuvo, y al mirar a su lado vio que aún estaba frente a la puerta de su habitación.

Quería gritar, aquello era como una terrible pesadilla en negro y rojo, pero su voz se quedó atrapada en su garganta como un nudo, delante de ella estaba parada una chica, pero no una chica cualquiera.

Era ella misma.

Se pegó a la pared aterrorizada, era ella misma, con la misma ropa que llevaba en aquel momento, pero con una expresión de dolor, estaba llorando, estaba llorando sangre. Y cuando vio sus labios despegarse para hablar no escuchó nada y a la vez lo escuchó todo.

Sabía que no estaba hablando, movía los labios y no emitía sonido, pero la pudo escuchar en su cabeza— ¡Me estoy muriendo!

Gritaba. Sarah se tapó los oídos y se dejó caer al suelo llorando. Se estaba volviendo loca, no sabía que estaba pasando. Y de pronto sintió todo en calma. Abrió los ojos y miró a los lados, todo volvió a la normalidad, pudo ver la puerta de salida al final del pasillo. Sollozó totalmente aturdida, y se asustó cuando vio a Dean delante suya agachado para quedar a su altura, ya que ella aún estaba en el suelo.

—¡Despierta Sarah! ¡Tienes que despertar! —ella asustada pegó su espalda lo más que pudo a la pared— Lo siento, perdóname por esto.

Sacó un cuchillo de su chaqueta, y sin saber por qué sintió aquello muy real, más real que nada, sintió miedo, y lo vio clavar el cuchillo en su corazón justo antes de que se despertara.

(...)

Despertó. Abrió los ojos y vio el rostro preocupado de Sam aliviarse al verla. Miró a su lado y se dio cuenta de que aquel simple gesto le costaba, vio a Dean sentado a su lado empezando a despertarse también.

Sarah intentó moverse, pero le costaba— ¿Que ha pasado?

—Sarah, tranquila no te muevas, estás muy débil aún —Sam se acercó a ella para intentar tranquilizarla— ¿No recuerdas nada?

Sarah no respondió, solo se quejó al sentir el dolor de cabeza cuando se movió. Dean a su lado ya se levantaba y se acercaba a ella preocupado.

—Sarah, ya estás a salvo —lo recordó todo cuando él pronunció las siguientes palabras— Te había secuestrado un Djinn, un genio.

Un Djinn, un maldito genio era el culpable de todo aquello. Ni siquiera podía pensar en todo sin querer reírse. Estaba cabreada, no era posible que hubiesen jugado con ella de esa manera. Cuando recuperó algo de su fuerza se levantó.

—Esto es una mierda —se quejó, y sintió que era ella de verdad, sí, esto si era real— ¿No se supone que esos hijos de perra te metían en la versión excelente de tu vida?

Aún estaba débil como para caminar, así que se apoyó en Sam para intentar salir de allí.

—Sí, pero este es otro tipo de genio. Y al revés, te meten en una pesadilla.

—¡Genial! ¡Menudos hijos de puta! —se quejó Sarah mientras salían de aquella casa de aspecto abandonado— Al menos decidme que os habéis cargado a ese capullo.

Dean se giró para mirarla, sonrió de medio lado antes de responder— ¿Tu qué crees linda? Ningún estúpido monstruo puede conmigo.

Sarah puso sus ojos en blanco al oírlo. «Menudo engreído» pensó. Ahora, en la vida real conservaba sus verdaderos recuerdos, pero el hecho de recordar todo acerca de la pesadilla del genio la hacía sentir extraña. Parecía todo tan real, pero no lo era, era mentira. Todo lo que había vivido era mentira. Todavía le costaba creerlo.


Cazadores |Dean WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora