1|¿Real o no real?

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Los días pasaban, unos tras otros, lo sabía, aunque parecía ser siempre de noche, una noche fría y a la vez caliente, tan caliente que quemaba, y tan fría que paralizaba. Ese lugar era peor de lo que se pudiera imaginar, el dolor allí era tan natural y habitual como lo es respirar. Los gritos de todos aquellos que sufrían su condena se escuchaba por todo el lugar. Ella solo se quedaba allí sentada, con la vista fija en un lugar cualquiera, dejando su mente en blanco, estaba agotada, sin fuerzas, acostumbrada al dolor.

—¿Sarah? ¿Sarah? —no se movió, ni siquiera pestañeó, conocía lo que pasaría, sabía que no era real— Sarah, soy yo —su voz sonaba tan real, lo conocía, pero sabía que no era él.

—Vete a la mierda —lo miró a los ojos, lo vio sonreír.

—No digas eso, yo te amo Sarah.

Creo que ese era el castigo más doloroso que solían hacerle. Lo miró con rabia, sabía que no era él, sino otro demonio, otro monstruo de ojos negros, pero eso no hacía que dejara de doler. Las lágrimas empezaron a salir sin permiso, lo vio hacer una mueca de dolor, empezando a sangrar por todas partes poco a poco mientras gritaba dolorido, pero ella a penas se inmutaba.

Entonces volvió a pasar, explotó en pedazos, prácticamente se licuó delante de sus ojos, y casi a los segundos, se convirtió en ese asqueroso humo negro. Sarah volvió a dejar la vista fija en ese punto, dejando su mente en blanco nuevamente, para intentar desaparecer hasta que se volviera a repetir.

—Hola Sarah —se sobresaltó al escucharlo, lo había visto pocas veces— ¿Te gusta mi tortura? ¿A que es original? —en sus ojos y su voz se notaba cuanto disfrutaba aquello.

—Eres un hijo de puta —le dijo levantándose del suelo, pero un movimiento de la mano de él le hace volver a sentarse.

—Gracias por el cumplido, pero soy hijo de bruja —suelta una risa— Soy un brujo y rey del infierno, por lo que soy también un demonio, lo tengo todo —no se movió, sabía que cuando él era ignorado le fastidiaba mucho. Así que apartó la vista de él.

—No intentes ignorarme Sarah, ¿Acaso no te gusta ver a Dean todos los días? —cerró los ojos con fuerza para alejar su voz— Querida Sarah, eres tan...predecible, sabía de sobra que este castigo sería el peor, ver al amor de tu vida morir repetidas veces sin que puedas hacer nada —disfrutaba su dolor, se hacía más fuertes con ello.

—No es Dean, no es real.

Se levantó.

—Pero te sigue doliendo querida —la miraba con superioridad— Y he dicho que te sientes.

Sarah sintió un pequeño dolor dentro de ella cuando intentó dañarla con su magia, pero apenas hizo una pequeña mueca de dolor.

—Lo siento Crowley, el dolor ya poco me afecta —le dijo ella sin fuerzas en la voz.

—¿Estás segura? —hizo el intento de seguir torturándola con su magia, pero solo consiguió que perdiera un poco el equilibrio. Ella sonrió burlesca, aunque no sentía ni un poco de alegría.

—Estoy más muerta que viva Crowley.

Le dolía decirlo, pero era verdad, estaba más muerta que viva, porque era verdad que estaba en el infierno, pero no estaba muerta, Crowley la había llevado allí a traición, como un cebo para que Dean fuese a por Sarah, pero no lo hizo, había pasado un año, y nunca había ido.

—Es verdad, has estado aquí mucho tiempo, más de lo que cualquier humano aguantaría —lo dijo como si estuviera orgulloso de ello— Creo que te dejaré ir, me he divertido bastante contigo.

Frunció el ceño, había dejado de infringirle dolor y ¿La quería liberar?

—¿Cómo? —no se lo creía, pensó que seguramente era otra tortura, en el rostro de Crowley apareció una enorme sonrisa.

—Hasta pronto Sarah.

Y con un chasquido de sus dedos, apareció en un bosque, al lado de una larga carretera. Estaba un poco oscuro, suponía que estaba anocheciendo, miró a su alrededor en busca de algo que le dijera donde estaba. Al no encontrar nada empezó a caminar, soportando un extraño dolor al hacerlo...La cabeza le daba mil vueltas, era incómodo.

No sabía cuánto tiempo había estado caminando, solo que la vista le empezaba a fallar.
El ruido de un coche que se acercaba por su espalda le hizo girar, lo reconoció de inmediato... Un Chevrolet Impala de 1967 de color oscuro. No sabía si maldecirse o alegrarse, dejó de caminar y el coche pasó por su lado, se detuvo a unos metros delante de ella, las puertas se abrieron y los vio salir nuevamente.

No se podía creer que eso fuese cierto, solo pudo pensar que era otra tortura de Crowley. Empezó a llorar viéndolos acercarse asombrados...sorprendidos, una actuación perfecta.

—¿Sarah? ¿Eres tú?

Puso sus manos sobre su hombro, lo observó bien, su mirada humilde, su pelo largo y cuidado...sus ojos verdes mirándola...casi se lo creía.

—¡Basta ya!

Gritó cansada y le pegó un puñetazo en la cara, tomándolo por sorpresa. Entonces fue cuando él entró en su campo de visión, la agarró con fuerza, y ella se quedó paralizada al ver sus ojos mirándola fijamente.

—Cálmate.

Le dijo en un tono suave, pero no era real, lo sabía, empezó a llorar aún más, eso le dolía demasiado para ella, no aguantaba más.

—¡Por favor para! —dijo en voz alta esperando que ese demonio le escuchase, pero solo se ganó la mirada confusa de ambos —¡Para ya! ¡Esto duele! —lo golpeó en el pecho casi sin fuerzas y sintió su cuerpo debilitarse, la vista irse hasta que todo quedó completamente a oscuras....

Cazadores |Dean WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora