Capítulo Diecinueve. El Señor Andrew Flawey

1.6K 145 4
                                    

Y entonces sentí como el alma se me caía hasta los pies.

— ¿Qué hace aquí mi papá?

— No lo sé. Halley estaba en sus rondas cuando lo vio entrar a la oficina de Dumbledore seguido de McGonagall.

Sentía un mordisco de preocupación en el estómago, tan potente que le empezaban a sudar las manos.

Demi empezaba a pronunciar un <<Crees que te...>> Cuando la jefa de la casa de los leones entro a la habitación.

— Atenea Flawey — dijo buscando con la mirada hasta encontrarla en su cama con Demi —. Acompañame a la oficina del director por favor.

Se levantó sintiendo a sus piernas de gelatina y camino hacia la profesora.

Mientras se encaminaban a la oficina del director sentía el sudor frío bajar por su nuca y una recurrente sensación de que había hecho algo malo, lo que sentía siempre que su padre pronunciaba su nombre.

Con sus usuales ojos grises profundos, su boca en una línea recta y las cejas pobladas en descenso, formando un ceño fruncido de desaprobación, su padre la esperaba, dándole la espalda al director.

— ¡Papá! — finjí sorpresa

— Atenea — pronunció apenas abriendo los labios

La profesora McGonagall se hizo hacia mi izquierda quedando a mi altura.

— Atenea — dijo el director con un tono más feliz — tu padre ha venido a pedirme permiso para que faltes el resto de la semana.

— ¿Faltar? — dije sin querer ver a mi papá a los ojos

— iremos a San Mungo — dijo con un tono menos sombrío mirando al director

El profesor noto mi cara de no entender que sucedía y añadió.

—  supone que habrá algún tipo de tratamiento para que tu cuerpo rechace los genes de metamorfomago que corren por tus venas

— no lo digas así Dumbledore — dijo mi padre irritado — hay tratamientos que te ayudarán a ocultar... Eso — dijo intentando referirse a mi cabello, pero sentí que me miraba a mi completa.

— bueno Andy — nunca había oído que alguien le dijera a mi padre de esa manera — entenderás que hay muchos charlatanes que prometen soluciones a la muerte. No intentes curar a alguien que no está enfermo.

— no es un don — espetó mi padre y me miró — la capacidad de cambiar tu forma a voluntad es peligroso, el ministerio debería estar en constante vigilancia y además que tan ridículo puede ser que el cabello parezca...

Mi padre fue interrumpido por alguien que se aclaró la garganta fuertemente haciendo que todos miremos a la puerta.

— buenos días — dijo el profesor Lupin

Inevitablemente sonreí sintiendo a más personas de mi lado.
Mi padre lo miró mal y luego al director, quién lo recibió mejor de lo que esperaba.

— ¡Ah profesor! — sonrió — Andy, me he permitido tener aquí a alguien experto en cosas excepcionales, como Atenea.

— ¿Experto? — dijo mi padre con escepticismo.

— soy el profesor de defensa contra las artes oscuras, además de haber estudiado por mucho tiempo las diferentes manifestaciones de la magia y estar casado con una bruja con las mismas habilidades que puede desarrollar su hija — dijo el profesor Lupin —. La condición de su hija es perfectamente normal. Así como hay magos con ojos azules, verdes o naranjas, brujas con dotes para las pociones y otras para los hechizos, así como cada cosa que nos hace únicos y nos diferencia del resto, ella posee la habilidad de cambiar a voluntad, un don peculiar a lo que está destinada, es imposible hacerla cambiar, es como si intentará usted quitar las pecas de sus nudillos.

Mi padre apartó rápidamente su mano y la escondió dentro de la capa.

— es algo innesesario tratar de cambiar a una persona por el hecho de que no entendamos la magia que posee — finalizó Lupin

— no estoy aquí para recibir lecciones de paternidad. He tomado una decisión. Atenea ve por tus...

— no — dije tomando valor de no sé dónde.

Se creó un tensión en el ámbiente. Mi padre me miró ofendido, como si nunca hubiera oído un <<no>> en su vida.

— ¿Disculpa?

— Papá, yo no quiero. No quiero ir a San Mungo, no quiero ocultarme. No quiero ocultar quién soy.

— no me digas que no has escuchado lo que las personas murmuran de tí. Corres el riesgo de que todo el mundo se burle de ti y tu...

— no me importa que digan

— tu no entiendes — dijo molesto — desde que tú hermano nació he luchado por qué los dos recorran un camino alfombrado en la vida. Pero se han empeñado en sobresalir de maneras que no son correctas. Algún día me lo agradecerán.


Mi padre salió molesto y sin dirigirme la palabra.

El director, McGonagall y el profesor Lupin me preguntaron si estaba bien. Las tres veces dije que si, aunque no estaba muy segura de eso.

Los Gemelos Weasley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora