Capítulo Veintinueve. Antes De Navidad.

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La conversación entre Halley y George se había tornado tan tensa que prefería observar el viejo y arrugado sapo dentro de una botella, que un niño llevaba como premio, antes que seguirlos escuchando. Además, el sapo y yo teníamos algo en común, los dos queríamos desaparecer justo en ese momento.

Mire a otro lado tratando de entretener mi mente en otro asunto que no fuera la pelea de estos dos, pero me tope con una escena aún peor.

—¡Atenea! —gritaron ambos sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué? —pregunté con un leve tartamudeo mientras trataba de no perder de vista al par de capas que habían llamado mi atención, lo que fue imposible, pues Halley se paró justo frente a mi—. ¡¿Qué?! —pregunté esta vez frustrada.

—¿Nos estas poniendo atención? —cuestionó haciendo berrinche.

No. La verdad no. No tenía ni idea de lo que estaban hablando, pero por su tono, sabía que estaban peleando.

—Si. ¿Podemos parar ya? Demi y Lee deben estar fastidiados esperándonos en las tres escobas —traté de caminar pero ellos me detuvieron el paso.

—No me imagino lo celosos que deben estar, ellos están cálidos bebiendo cervezas de mantequilla en las tres escobas en vez de en la calle con... —no terminó la oración, pero observó de reojo a cierta azabache.

—Ojalá y puedan controlar su envidia —la joven McGonagall rodó los ojos.

Se abrió paso y camino decidida hasta el fondo de la calle.

—¿Vienes? —preguntó el pelirrojo al observarme buscar entre la multitud al par de encapuchados.

—Ah, si. Ya voy —murmuré mientras empezaba a caminar.

Di un sonoro suspiro tratando de recordar como fue que estos dos terminaron peleando. Todo se remontaba a un par de otras atrás. Llegamos a Hogsmade lamentando no haber traído una muda más de ropa, pues la ventisca de agua helada nos atacaba sin piedad y apenas y podíamos cubrirnos y evitar chocar con alguien entres las concurridas calles de aquella villa.

Es el último sábado antes de vacaciones de navidad, decenas de alumnos vagan ansiosos comprando regalos y disfrutando de la libertad, mientras que familias mágicas con niños también aprovechan para hacer las últimas compras y disfrutar de lo mágico que se ve todo en Hogsmade. Las bolas de cristal que vendían en tiendas de regalo no le hacían justicia a la belleza del pueblo.

Todo era perfecto, hasta que Lee habló.

—Hay algo raro —comentó mientras caminábamos hacia el bar.

—¿Algo raro? —Demi hizo una mueca y comenzó a contar las bolsas de compras y asegurarse de que estuviéramos todos.

—Hay cuatro. Tenemos cuatro varitas. ¿Dónde está Halley? —preguntó algo desesperada.

No iba a ser fácil encontrarla, pues hoy más que nunca, las calles del pequeña villa estaban a su máxima capacidad. Pero por suerte, el encanto natural de Halley nos indicó donde estaba.

—¡No vuelvan a dejarme atrás! ¿Como se les ocurre ignorarme? ¡Les dije que debemos ir por la pluma! —chillo tan fuerte, que ni los murmullos, la música o la nieve pudieron opacar su grito.

Venía detrás de un grupo de chicos de Hufflepuff quienes tuvieron que cubrir sus oídos antes de quedar aturdidos por Halley.

—¿Cómo te diste cuenta que no estaba? —cuestioné a Lee, algo culpable, pues ni yo lo había notado.

—Solo, sentí demasiada tranquilidad, me pone nervioso el no escucharla chillar 24/7.

Reí mientras trataba de entender lo que había dicho. ¿Por qué lo ponía nervioso no escuchar a Halley?

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