Lecciones de Lady Ruth

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Prólogo

-Si no habéis captado su atención desde el primer momento, ¿cómo vais a conservarla?

Como ella había imaginado y esperado, el vestíbulo estaba a rebosar de personas ataviadas con sus mejores galas, que revoloteaban como aves luciendo su más brillante plumaje. _______  Styles  dejó que su marido le retirara con delicadeza la capa de terciopelo de los hombros, y siguió dándole la espalda a propósito mientras sonreía y saludaba a diversos conocidos entre el gentío. El entregó la prenda al encargado del guardarropa y se puso a charlar con lord Bassford, un viejo amigo, mientras ella esperaba estratégicamente sin darse la vuelta.
Ese era el primer paso de un plan que, desde luego, esperaba que funcionase, porque se sentía muy expuesta.
Muy, muy expuesta.
Harry  terminó de hablar, la cogió del brazo y, por suerte, dirigió la mirada a la multitud, buscando un resquicio para abrirse camino hasta su palco privado.
—Por aquí, querida. Me parece que podremos colarnos por donde está el conde de Farrington.
—No conozco a la joven que le acompaña —murmuró ella, fijándose en el llamativo cabello y la figura exuberante de la damita. —Dios santo, si tiene edad para ser su padre.
—Me parece que es su amante actual —dijo su marido con frialdad mientras avanzaban entre la muchedumbre. —Estoy convencido de que la ha traído a la ópera solo para molestar a su esposa. La discreción nunca ha sido el punto fuerte de Farrington.
A _______ no le pasó inadvertido el tono de censura en la voz de su marido, pero al menos no iba dirigido contra ella. Es decir, todavía no. En los tres meses que llevaban casados había aprendido que Harry Styles, quinto duque de Rolthven, estaba en contra de exhibir en público la vida privada de cada uno.
Si tuviera una amante, seguro que no saldría con ella, ni alardearía de su aventura ante toda la buena sociedad londinense. Tampoco perjudicaría a su esposa, ni la humillaría a sabiendas. ________  solo rogaba que él no tuviese una amante, y deseaba también que nunca sintiera la necesidad de tenerla.
El la cogió del brazo con ligereza y la condujo por la escalera alfombrada que subía hasta un elegante palco con vistas al centro del escenario. La gente se volvía al verles pasar, otros amigos les saludaron, y _______  se dio cuenta de que más de un caballero se entretenía en observarla y que diversas damas arqueaban las cejas.
Bien. Al fin y al cabo deseaba impresionar, y esas prolongadas miradas masculinas indicaban que, sin duda, lo había conseguido.
Notó el momento en el que Harry  se percató del vestido. Estaban en mitad de la escalera y él titubeó y tensó los dedos. Se quedó inmóvil con un pie en el siguiente escalón y los ojos fijos en su escote.
—Dios bendito, ¿qué llevas puesto?
—¿Te parece apropiado pararte en la escalera y mirarme el busto con tanta atención? —Le preguntó con una tranquilidad que de hecho no sentía, mientras subía el siguiente peldaño con decisión. —Es la última creación de madame Ellen y sí, puede que el escote sea excesivo, pero estoy convencida de que tengo la figura adecuada para llevarlo.
Su marido se quedó quieto un momento, sin apartar los ojos centelleantes de las curvas marfileñas que emergían por encima de la tela del corpiño, mostrando la parte superior en su totalidad.
—Es cierto que puedes lucirlo, pero tal vez deberías haberte preguntado si debes. O mejor aún, habérmelo preguntado a mí —masculló en voz baja.
¿Consultarle a él sobre moda? Como si eso le importara. Aunque vestía de modo impecable, nunca hacía el menor comentario sobre la ropa que llevaba ella.
—Harry —susurró _______, —la gente nos mira preguntándose si estaremos discutiendo en público.
—Podría ser —musitó él. —¿Has perdido la cabeza?
¿El duque de Rolthven riñendo con su esposa, y encima en la escalera de la ópera? Jamás. Ella había escogido ese lugar porque confiaba de pleno en el arraigado sentido de la corrección de su marido. A él le horrorizaba la idea de dar un espectáculo. _______ se esforzó por sonreír con una serenidad de lo más falsa, pues notaba un rubor en las mejillas y el latido del pulso en la garganta.
—En absoluto. ¿Ocupamos nuestros asientos?
El masculló una maldición, le sujetó la muñeca con sus largos dedos y la obligó a subir casi a rastras el resto del camino. Recorrió a toda prisa la galena y entró en su palco privado. Era difícil interpretar su expresión, pero mientras la acomodaba en su butaca y tomaba asiento a su lado, su boca se había transformado en una línea tensa.
El teatro estaba tan repleto como siempre; las arañas gigantescas centelleaban y de los palcos dorados llegaba el zumbido de cientos de conversaciones. La gente acudía no tanto para disfrutar de la obra musical, como para ser vistos y observar a los demás, cosa que su marido sabía muy bien.
—Supongo que como ya estamos aquí, envolverte en la capa y llevarte fuera provocaría comentarios —dijo sardónico, extendiendo sus largas piernas. —Sé que suelen fijarse en nosotros cuando entramos, pero no entendía por qué llamábamos tanto la atención cuando atravesábamos el vestíbulo. Ahora lo comprendo muy bien. Imagino que esta noche habrá más prismáticos dirigidos hacia tus senos tan generosamente expuestos que hacia el escenario.—¿En qué pensabas, madame, cuando escogiste un traje tan escandaloso?
«En seducirte», pensó ella al mirarle. Esa noche, el apuesto rostro de Harry  tenía un atractivo tan devastador como siempre, aunque frunciera el ceño y hubiese una mueca de reproche en sus sensuales labios. Era alto, tenía el cabello castaño y abundante, una figura esbelta y atlética, y en las raras ocasiones en que sonreía, todas las mujeres presentes experimentaban un ligero rubor. Sus pómulos pronunciados le daban cierto aire de arrogancia, tenía la nariz recta y el perfil de la mandíbula muy bien dibujado. Cuando _______ le vio por primera vez se quedó deslumbrada ante aquella belleza innegable, y la verdad es que, en cuanto él empezó a mostrar interés por ella, se enamoró hasta perder la cabeza, como la doncella de una fábula romántica.
Pero había ciertos aspectos de su matrimonio que no había previsto. Como príncipe de cuento, Harry tenía algunos defectos. Era uno de los hombres más ricos de Inglaterra, tenía un poder político enorme, y lo cierto es que su origen ilustre encandilaba a cualquier debutante ingenua, pero lo que ella no había imaginado era que le concediera una parte tan pequeña de su tiempo desde que la había convertido en su esposa.
Claro que Harry no se había casado con la jovencita ingenua y sumisa que, como ella sospechaba, él creía haber elegido.
Con tanta compostura como pudo, _______ contestó:
—Muchas mujeres han acudido a la velada con vestidos a la moda tan escotados como el mío. Creí que te gustaría.
—¿Que todos los hombres de Londres se coman con los ojos el busto desnudo de mi esposa? — Levantó las cejas, pero volvió a desviar la mirada hacia abajo. —Piénsalo mejor, querida.
—En realidad —repuso ella con un destello de esperanza pues, aunque se le notaba molesto, era incapaz de apartar la vista, —pensé que tal vez te gustaría cómo me queda el vestido.
Por un momento, Harry pareció sorprendido y entornó un segundo los ojos.
—Estás preciosa y arrebatadora, _______, y tú aspecto siempre me parece fascinador. ¿Por qué crees que me casé contigo?
Eso no era lo que ella quería oír. Era exactamente lo que no quería oír. _______ agitó el abanico con furia.
—Espero, excelencia, que no te casaras conmigo solo para acudir a actos como este con un objeto bonito del brazo. Soy una persona, soy una mujer y soy tu esposa.
Su reproche provocó que en la cara del duque asomara una expresión de desconcierto poco habitual en él.
—Puede que no me haya expresado bien. Me refiero a que tú siempre me resultas atractiva. Sin necesidad de que vayas medio desnuda.
—Pues demuéstralo.
—¿Cómo dices? —Él arqueó de pronto una ceja y se quedó mirándola, perplejo.
Bien. Ahora disponía de toda su atención. Por lo general, Harry  solo parecía vagamente consciente de la presencia de _______. Era un hombre ocupado, y ella comprendía y aceptaba que las responsabilidades de título y fortuna acapararan buena parte de su tiempo. Pero cuando estaban los dos juntos quería saber que su esposo, como mínimo, gozaba con su compañía. Ambos se estaban adaptando aún al matrimonio, o cuando menos ella, porque no había notado que él cambiara demasiado su rutina ahora que tenía esposa. Seguía trabajando casi todo el día, seguía yendo al club, y seguía pasando más tiempo en salas de juego y bailes y veladas que con ella. Muchas parejas de la alta sociedad llevaban vidas separadas. Pero eso no era lo que _______ quería para sí, y, para cambiar su actitud sobre ese particular, estaba decidida a que él se fijara en ella de verdad.
La orquesta empezó a animarse. Levantando la voz para que Harry oyera sus palabras y sin preocuparse de los ocupantes de los palcos vecinos, _______ dijo con claridad:
—Esta noche quiero que me demuestres que te parezco atractiva. —¿De qué demonios estás hablando?
_______ miró de frente a su esposo y lanzó un leve suspiro.
—Me preocupaba que dijeras algo idéntico a esto. Las mujeres eran unas criaturas muy imprevisibles, irracionales y emotivas, meditó Harry Styles sombrío, sin hacer demasiado caso de la obra de Herr Mozart. Observó con aire indolente el escenario, donde bailarinas con ropas vistosas danzaban al ritmo de las mismas alegres melodías que ya había oído miles de veces. A su lado, su encantadora esposa, embelesada, agitaba con languidez el abanico para mitigar el bochorno de aquella sala inmensa. Unos mechones de cabello sedoso y de un dorado tenue acariciaban su cuello grácil, y su rostro delicado parecía algo ruborizado por el calor.
Harry no había mentido: era una de las mujeres más hermosas que había visto jamás, y él la había deseado con pasión desde el momento mismo en que les habían presentado hacía casi un año. El noviazgo, el compromiso y la vida de casado no habían cambiado eso en lo más mínimo. Incluso ahora, esa carne opulenta que temblaba y desbordaba la parte superior del corpiño de ese modelo marfil que, dijera lo que dijese ella, rozaba lo escandaloso, incrementaba de una manera incómoda su erección, confinada en unos pantalones ajustados.
¿Qué estaba gestándose exactamente en esa preciosa cabeza? Si se lo hubieran preguntado antes de aquella velada, Harry habría dicho que, de las jóvenes que conocía, _______ sería la última en ponerse algo tan descarado. Solía ser muy recatada. A veces incluso demasiado, aunque lo cierto es que aún era ingenua y poco experimentada. El había controlado su deseo carnal tanto como pudo, para que la actividad amorosa entre ambos fuera una experiencia contenida, intentando que ella se familiarizara con la intimidad del acto y perdiese sus comprensibles inhibiciones.
Aunque lo cierto es que aquella noche no se mostraba inhibida en absoluto, y a él eso le afectaba de un modo sorprendente. Debería estar molesto con ella por el atuendo que había elegido para una aparición pública como aquella. De hecho lo estaba, molesto... y algo más.
Intrigado.
________ se inclinó hacia delante y levantó los prismáticos dorados para ver mejor el escenario. El montículo de carne contenido apenas por el corpiño ponía a prueba la tela del vestido, y él habría jurado que vislumbraba el contorno de un pezón rosado, perfecto.
Incapaz de dejar de pensar en el desafío inesperado de ________, de pronto se preguntó si había llevado las cosas por el camino equivocado. No es que aprobara en ningún sentido que apareciese en público medio desnuda, pero admiraba la vista. La verdad es que tenía unos pechos encantadores, rotundos y flexibles, y el color virginal del vestido, en contraste con aquel escote pecaminoso, provocaba efectos interesantes en la zona que él tenía por debajo de la cintura.
Efectos muy interesantes.
—La soprano es espectacular, ¿no te parece? —Su esposa había bajado los prismáticos y sonreía. Sus ojos azul oscuro, enmarcados por unas largas pestañas, seguían fijos en la representación.
A él le resultó difícil contestar, puesto que apenas había prestado atención a la obra. «Tú sí que eres espectacular.»
Harry balbuceó una respuesta muy poco brillante, en un tono poco comprometedor: —Sí, tiene un gran talento.
—La última aria ha sido magnífica.
Lo que era magnífico era la delicada curva de los hombros desnudos de _______ y la perfección de su piel sin mácula. Por no hablar de su boca, de un rosa pálido y seductor, y del contraste entre el tono más oscuro de las cejas y el lustre dorado de su cabello...
Dios bendito, se reprendió Harry con cierta ironía, ¿qué estaba haciendo? Las comparaciones poéticas y los pensamientos lascivos mientras estaba sentado en su palco privado de la ópera no formaban parte de su carácter en absoluto.
Se esforzó en prestar atención a la representación. O al menos lo intentó.
Creyó que pasaba una eternidad hasta que cesó la música y empezó el éxodo caótico del teatro. Aprovechó que era alto para localizar la salida adecuada, y escoltó a su esposa al exterior tan aprisa como pudo para evitar los comentarios sobre el atuendo de ________ y, tenía que ser honesto consigo mismo, impedir que otros varones tuvieran la oportunidad de experimentar un placer similar ante sus innegables encantos. Cumplimentó del modo más expeditivo posible el habitual intercambio de cortesías con los amigos con quienes se cruzaron, mientras esperaba con impaciencia que le devolvieran la capa. En cuanto el encargado del guardarropa se la entregó, la colocó alrededor de los hombros de Brianna con una intensa sensación de alivio.
—Mi carruaje, por favor —dijo en tono cortante a un lacayo joven, que se inclinó y que por lo visto captó la premura de su voz pues casi salió corriendo a cumplir sus órdenes.
—¿Tienes prisa? —preguntó ________.
La pregunta parecía bastante inocente, pensó Harry con recelo, mientras aguardaba que les trajeran el vehículo, pero no estaba seguro de que lo fuera. Era evidente que ________ le había sorprendido aquella noche.
—No me apetece tener que hacer una cola interminable —mintió.
—Resulta aburrido —corroboró ella y dejó que el rebozo se deslizase apenas sobre sus hombros, lo bastante para que quedara a la vista lo que él quería cubrir. —Vaya, qué calor hace esta noche, ¿verdad?
Él, en efecto, sudaba y no estaba del todo convencido de que fuera la temperatura exterior lo que le provocaba dicha incomodidad.
En cuanto llegó el carruaje ayudó a su esposa a entrar, luego se acomodó en el asiento opuesto, y golpeó el techo con contundencia para avisar al cochero.
En la penumbra del interior del vehículo, _______, con la capa abierta mostrando la carne suntuosa que casi rebosaba la parte frontal del vestido que brillaba con luz trémula, tenía un aspecto más tentador que nunca. Él carraspeó.
—¿Disfrutaste del espectáculo, querida? —dijo.
—Sí—respondió ella en voz queda, y le miró por debajo de sus largas pestañas con un aire provocativo que Harry no le había visto nunca. Cada vez que respiraba, sus pechos amenazaban con reventar los inadecuados confines del traje y liberarse. —¿A ti te gustó?
Estaba absorto. O seguía absorto. Demonios, ¿acababa de hacerle ella una pregunta?
La mínima educación exigía contestar.
—El espectáculo era espléndido —dijo con sequedad, abandonando cualquier intento de disimular su lujuria. —Y sí, la ópera también me pareció entretenida.
Ella sonrió con un aire que no era en absoluto el de la joven ingenua con quien se había casado. Era, por el contrario, propio de una mujer sensual y seductora hasta la médula.
—Si yo puedo entretenerte en algún sentido, por favor no tengas ningún pudor en sacar provecho de ello. Ahora estaría muy bien.
—¿Ahora? —repitió él preguntándose si se refería a lo que creía que se refería.
—Ahora. —Y ella acentuó la sonrisa. Oh sí, se refería a eso.
En algún lugar recóndito de su mente le molestaba que ________ supiera hasta qué punto le había perturbado. Pero no era esa parte la que llevaba el control en aquel momento. La que mandaba ahora era otra zona de su cuerpo.
Intentó no moverse. Al fin y al cabo, cometer una indiscreción en el interior de un carruaje era indigno. Pero de pronto, eso a Harry le resultó del todo indiferente. Se inclinó hacia delante, cogió a ________ en brazos y se instaló de nuevo en el asiento con ella en el regazo. Bajó la cabeza, la besó con ansia, exploró su boca con la lengua y saboreó todos los dulces rincones. Ella respondió con igual abandono, le echó los brazos al cuello y apretó su cuerpo esbelto y voluptuoso contra él. Sin apartarse de la boca de ________, él retiró la ropa que cubría un hombro contorneado y un seno desnudo, y su mano se colmó con aquel peso leve y flexible.
«Perfecto.»
Todo se desvaneció. El traqueteo de las ruedas del vehículo que circulaba por la calle adoquinada, la noche cálida... todo, excepto la pulsante rigidez de su miembro. Cuando al fin dejó de besarla y deslizó la boca a lo largo de su grácil cuello, la oyó respirar de forma errática. Sus labios se demoraron un momento en ese punto donde le latía el pulso, leve y desbocado. _______ hizo un ruidito y dejó caer la cabeza sobre el hombro cuando él rodeó con el pulgar la cumbre erótica del pezón rosado.
—Harry... Oh, sí.
Tenía la piel suave, tersa e infinitamente femenina. Le desabrochó los cierres de la espalda del vestido, que en cuestión de segundos cayó a la altura de la cintura de ______. Lamió el tentador valle entre sus pechos, besó los sensuales montículos, succionó sus pezones hasta que estuvieron erectos y duros, y sintió que su encantadora esposa estaba excitada cuando se pegó a él y susurró su nombre.
El carruaje ducal tenía unos asientos amplios y cómodos, cosa que Harry jamás antes había valorado en especial.
—No puedo creer que esté haciendo esto pero, que Dios me ayude, _______, he de tenerte — dijo con voz entrecortada y tumbándola sobre el asiento.
—Yo también te deseo.
El cabello se le había soltado y enmarcaba su rostro como una catarata de seda. Sus hombros parecían de marfil bajo las sombras, y sus pechos, desnudos y tensos, se agitaban a merced de los movimientos del vehículo. Él creyó que se quedaría sin respiración cuando ella se inclinó para subirse las faldas por encima de la cintura, y descubrió unas piernas largas y deliciosas con ligas y medias de seda. El vello púbico era un pequeño triángulo dorado entre sus muslos blancos y, mientras él se quitaba la chaqueta, ella separó las piernas a modo de erótica invitación.
Tan ardiente era su premura que Harry, sintiendo que estallaría en cualquier momento, aceptó encantado mientras seguía tirando del cierre de los pantalones. Liberó su vibrante erección, se inclinó sobre el cuerpo semidesnudo y expuesto de su esposa, y se acomodó entre sus muslos separados. Apuntalándose con una mano sobre la tapicería del asiento, guió su miembro rígido hacia la hendidura y descubrió a _______ húmeda y dispuesta a que la penetrara. Mientras él
embestía en el interior de su cuerpo, ella se le agarró a los hombros y un gemido sordo brotó de su garganta.
Era tan, tan placentero, pensó enfebrecido de pasión, sin preocuparse siquiera de decirle que fuera discreta. En circunstancias normales, le habría horrorizado la idea de que su cochero les oyera hacer el amor, pero en ese momento no le importó lo más mínimo. Ensimismado, penetró de nuevo con prolongados envites en el pasaje tenso que ella le ofrecía, y adaptó el bombeo de la parte inferior de su cuerpo al balanceo del vehículo.
Ella se arqueaba y subía las caderas para cada penetración, con los ojos cerrados y las pestañas oscuras y largas pegadas a sus mejillas ruborizadas. Mientras el ritmo se aceleraba, Harry notó a través de la tela delicada de la camisa que ella le pellizcaba con más fuerza, y descubrió atónito que iba a llegar al clímax sin mayor estimulación. ________ emitió un chillido quedo, se arqueó con frenesí y sus músculos internos empezaron a tensarse y a contraerse.
Aquello llevó a Harry casi al límite. Penetró más adentro y estalló con tal intensidad que su cuerpo se estremeció. Se quedó inmóvil, prisionero del placer que le retenía, mientras la inundaba con su semilla y jadeaba su nombre.
Cuando al fin recuperó el aliento se dio cuenta de dos cosas. La primera, que su bellísima esposa le miraba con una sonrisa que solo podía describirse como triunfante.
La segunda, que el vehículo que ocupaban en ese estado de semi-desnudez escandalosa estaba deteniéndose.
—Maldición —masculló sin dar crédito. ¿Acababa de tomar a su esposa en un carruaje en marcha, como un adolescente libidinoso?

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Hola chicas ✌🏻️💕
Este libro a mí en lo personal me encanto por eso decidí hacer esta adaptación espero y le guste tanto como a mí
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