Los hombres desean entendernos, pero solo en un sentido muy abstracto. Según ellos, la volatilidad de nuestras emociones nos convierte en unas criaturas demasiado complicadas para poder comprendernos del todo. Debo admitir que, hasta cierto punto, tienen razón. Los hombres se enfrentan a la vida de un modo muy directo. Algo que nos conviene recordar en nuestro provecho. Las mujeres, por su parte, se entienden muy bien entre sí."Del capítulo titulado Su realidad frente a nuestras ilusiones"
El sol de media tarde se colaba a través de los ventanales y caía en haces sesgados sobre la lujosa alfombra. Las cristaleras estaban abiertas a los jardines, y el aroma de las rosas en flor inundaba el aire. Rebecca Marston, sentada frente a _______, levantó una ceja.
—Pareces rara, ____ —dijo con aire suspicaz. —¿Estás escuchando la conversación, siquiera?
—Yo pienso lo mismo —intervino Arabella Smythe, condesa de Bonham. Menuda y bonita, estaba sentada en el borde de una butaca de tapicería exquisita, con su cabellera de ébano recogida con recato en la nuca, y la misma pregunta escrita en sus encantadores ojos oscuros. — Pareces muy distraída.
—¿De veras? —A ________ le resultó imposible fingir inocencia y se echó a reír. Sus amigas, reunidas en la salita informal de Arabella para tomar el té y charlar, tenían bastante razón. Hacía un buen rato que había perdido el hilo de su cháchara sobre las últimas tendencias de la moda.
La velada anterior había sido un... éxito. Ella incluso lo calificaría de revelación. ¿Cómo diablos podía pensar en eso sin sonreír?
Bien, era imposible.
—Sí. Extraña como un gato que se ha comido el canario. —Rebecca se sentaba ahora algo más erguida, en un sofá de brocado. Era una morenita alta y esbelta con facciones femeninas y una figura envidiable. Era muy común que los caballeros se confesaran enamorados de ella, pero a pesar de la insistencia paterna para que se casara pronto, ella aún no había encontrado a nadie que le conviniese. Esta era su segunda temporada, y ello la convertía en una especie de desafío para los jóvenes de la buena sociedad. —¿Qué ha pasado? —preguntó.
Las tres habían sido muy buenas amigas desde niñas, y aunque _________ intentó adoptar una expresión anodina, no lo consiguió.
—¿Qué os hace pensar que ha pasado algo?
Las otras dos intercambiaron una mirada y después dirigieron la vista de nuevo hacia ella.
—Llámalo una conjetura —dijo Arabella con sequedad. —Las dos te conocemos y yo ya he visto antes esa expresión. Me recuerda la vez que fuimos a explorar la abadía en ruinas a medianoche esperando encontrar fantasmas y nos pillaron al volver. Tú te inventaste un cuento y conseguiste que mi institutriz se lo creyera no sé cómo. —Y añadió: —Pero nosotras sabíamos muy bien que en realidad éramos culpables de habernos saltado las normas.
_________ lo recordaba y murmuró con humor mientras cogía la taza de té:
—Sí, pero conseguí que no nos castigaran, ¿verdad?
—Tenías mucha labia —comentó Rebecca. —Pero no intentes aplicar esa triquiñuela con nosotras. Dinos, ¿por qué mirabas por la ventana con esa peculiar sonrisa de complacencia?
________ no estaba en absoluto segura de si debía contarles la verdad. Era un secreto tremendamente escandaloso. No obstante, confiaba en sus dos amigas más que en nadie en el mundo.
—¿_____? —dijo Rebecca.
—Volví y lo compré —confesó ella.
Sus dos amigas se quedaron con las tazas de té suspendidas entre las manos, perplejas. Les dio más detalles.
—Volví a esa pequeña librería y compré Los consejos de lady Rothburg. Arabella abrió la boca, atónita, y Rebecca se atragantó.
_________ levantó la palma de la mano con un gesto de súplica.
—Antes de que digáis nada, dejad que os explique que funcionó. Los consejos que da el libro no tienen precio. Leí el primer capítulo y fue de lo más instructivo. Deberíais haber visto a Harry. Creo que a mitad de la ópera dejó de mirar el escenario y pasó a fijarse solo en mí. Bien, en cierta parte de mí en cualquier caso.
—¿Qué parte? Dios santo, _____, ¿qué demonios estás haciendo? —Arabella le prestaba tan poca atención a su taza de té que estuvo a punto de derramar el resto del contenido. —¿Tienes idea de lo indignado que estaría mi marido si yo estuviera en posesión de ese libro? Y perdona por el comentario, pero creo que Andrew es más indulgente que Rolthven.
Era probable que el complaciente marido de su amiga fuera más tolerante, pero _________ no pudo evitar recordar la impetuosa pasión de Harry en el carruaje. Parecía incapaz de reprimirse, y ese era el efecto preciso que ella deseaba.
—Al principio se sobresaltó mucho, pero luego diría que... se adaptó.
—¿Se adaptó a qué? —Preguntó Rebecca con un destello en sus ojos verdes. —Deja ya ese maldito misterio y empieza a contarnos.
_________ se arregló las faldas con decoro.
—Bien, el primer capítulo sugiere que un atavío discreto resulta muy apropiado si deseas asistir a un servicio religioso o a la reunión social de una tía abuela, pero si lo que una pretende es atraer la mirada de su esposo, debe ser un poco descarada.
—¿Descarada cómo? —preguntó Arabella.
—Bastante descarada. —_________ notó que se ruborizaba. —Mi escote era muy atrevido, lo reconozco, pero aunque Harry se enfadó porque llevaba un vestido muy descocado, noté que también estaba intrigado, y lo que pasó más tarde lo confirmó. Al principio estaba indignado, pero ya era tarde para llevarme a rastras a casa, y con eso habría provocado que todo el mundo murmurara, y ya sabéis que él odia ese tipo de cosas. Debo decir, en cambio, que... le estimuló bastante la idea de una prenda que le facilitaba tanto el acceso.
—Debes de estar de broma. El duque es siempre muy correcto y comedido. Cuando la gente habla de Rolthven, lo cual sucede a menudo, porque todos sabemos que tu marido es un hombre importante, siempre lo hace con el máximo respeto por su contención.
—Bien, pues anoche la dejó de lado, por una vez. —________ bajó un punto la voz. —Cuando volvimos a casa en el carruaje, me tomó con desenfreno y yo disfruté de cada segundo. Aunque debo decir que fue un poco embarazoso apearse con un desaliño tan evidente —añadió, recordando que su marido apenas tuvo tiempo de abrocharse los pantalones y de ayudarla a volver a vestirse con prisas, antes de que un lacayo abriera la puerta y le provocase un ardor aún
mayor en las mejillas. Tenía el pelo suelto y la capa seguía tirada en el suelo, de modo que no había dudas sobre qué habían estado haciendo.
Arabella depositó la taza en el plato con tanta brusquedad que trastabilló. Tenía los ojos muy abiertos.
—¿En el carruaje? ¿El duque? Oh, cielos.
—Fue maravilloso —dijo ________ con franqueza. —Harry aparenta ser muy digno y convencional, pero esa no es su verdadera personalidad. Creo que siempre ha pensado que yo me escandalizaría si él expresase sin tapujos su naturaleza apasionada.
Es más, sé que le educaron en el convencimiento de que sería duque y que su elevada posición social exigía cierto decoro. Cuando me cortejó apenas me arrancó un par de besos castos, aunque yo sabía que él deseaba más, mucho más. —Bajó un poco las pestañas y agregó: —Hay algunas cosas que un hombre no puede ocultar con esos pantalones ceñidos tan en boga hoy en día.
Arabella suspiró, se recostó de nuevo en la butaca y ajustó la manga de su liviano vestido azul.
—A Andrew jamás se le ocurriría algo como hacerme el amor en nuestro carruaje.
—A Harry tampoco, a menos que le incitara a ello, créeme. —_______ se inclinó hacia delante. —Pero es agradable que se le pueda incitar. Estoy descubriendo que el libro de lady Rothburg es bastante acertado. Lo que las mujeres consideran romántico y la definición que tiene ese mismo término para los hombres son dos cosas muy distintas. Harry es muy cumplidor y me regala joyas y flores y cosas así, pero estoy convencida de que le asombraría mucho saber que me complacería más con una sonrisa cariñosa o un beso tierno que con un broche de diamantes. Ni siquiera cae en ello, sencillamente.
—Como soy la única soltera, esta conversación me parece fascinante. ¿Tú vas a educarle, según entiendo? —Rebecca arqueó una ceja. —Aún no tengo marido, pero empiezo a comprender cómo funciona todo esto. Somos como enemigos que viven en el mismo campamento, y que además están obligados a ser aliados.
—Más o menos —confirmó ________ con una carcajada leve. —Digamos que existe un territorio común, y que yo voy a trabajar para que Harry y yo lo descubramos. Si los hombres, como dice el libro, definen el romance como un intercambio sexual, pienso asegurarme de que él sepa que soy muy romántica. Me niego a que mi marido mire hacia otra parte porque me considere aburrida en la cama.
—Eres una idealista sin remedio. Los hombres como Rolthven no caen de rodillas y se declaran locamente enamorados. —Arabella meneó la cabeza. —No lo necesitan, _____.
_________ había descubierto que el mundo privilegiado en que se había educado y se movía su marido le presentaba ciertos problemas. De ahí esa adquisición secreta.
—Mi hermana y su marido son un matrimonio muy feliz —dijo confiando no expresar melancolía. —Deberíais verles juntos. A veces se limitan a intercambiar una sonrisa, pero el afecto es muy obvio. Henry la adora y Lea se casó con él a pesar de que no era más que un abogado. Mis padres no lo aprobaban, pero mi hermana estaba enamorada y la verdad es que su modesto hogar es uno mis lugares favoritos para ir de visita. Me gustaría que en mi casa hubiera la misma calidez.
Era un tanto inadecuado decir que la mansión londinense de Harry era una casa. Una residencia palaciega, quizá, pero una casa y un hogar... bueno, no. Y Rolthven, la propiedad campestre, era aún mayor.
Tal vez ________ sí era una idealista.
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Lecciones de Lady Ruth
RandomNinguna dama de verdad debería tomar clases de una cortesana... ______, la nueva esposa de Harry Styles, quinto duque de Rolthven, es la encarnación de la novia perfecta. ¿Qué diría entonces la sociedad si la vieran con una copia de Los consejos de...