La duplicidad siempre tiene un coste.
Del capítulo titulado «Lo que vuestros maridos os ocultan»
Harry se sentía como un mentiroso. Un tramposo.
Si se equivocaba, la estaba insultando de la peor forma posible. ¿Infiel?, ¿_______? «Dios, por favor, haz que esté equivocado.»
Bebió un sorbo de vino y observó a su esposa en el otro extremo de la mesa. Estaba preciosa, como siempre. Pero había algo en ella que transmitía inquietud. Para empezar estaba más callada y parecía preocupada. No solía ser él quien iniciara la conversación, pero esa noche tuvo que esforzarse para llenar los silencios entre ambos.
¿Era acaso porque se sentía culpable?
Él era quien se sentía culpable, maldita sea, por contratar a un hombre para que siguiera todos sus pasos.
—Es muy agradable, ¿verdad? Estar los dos solos, para variar.
—Una velada tranquila en casa es una idea encantadora. —_______ bebió un sorbo de vino. Su cabello centelleaba bajo la luz de las velas. —No solemos hacerlo lo bastante a menudo.
Lo que no hacían a menudo últimamente era el amor. Era culpa suya, porque no conseguía superar sus dudas; pero la deseaba. Rayos y centellas, la deseaba. Ese sacrificio había sido una auténtica tortura.
Esa tarde le habían entregado el primer informe. A pesar del nudo que tenía en la garganta, dijo:
—Dime, ¿qué has hecho hoy, querida?
«Por favor no me mientas. Por favor.»
—Recados sobre todo. La sombrerera y ese tipo de cosas. —Ella irguió los hombros con elegancia. —Fui a ver a Arabella de camino a casa.
—¿Ah?
Harry esperó. —Sí.
Nada más. El sabía lo de la visita, por supuesto. Conocía al detalle todos sus movimientos. Por ejemplo, le habían informado de que un caballero solo se había presentado en la casa de Arabella Smythe veinte minutos después de que ______ entrara en el edificio. Sabía que las cortinas del salón delantero habían permanecido echadas. Y sabía que el caballero se quedó más de una hora, después de lo cual había salido de la casa, seguido al poco por _______. Hudson aún no conocía la identidad de ese misterioso desconocido, pero la estaba investigando. La descripción era un poco vaga, porque el empleado de Hudson estuvo vigilando desde el otro lado de la calle, pero el informe señalaba que el desconocido era ágil, como un joven.
Arabella era amiga de _______ desde hacía años. ¿Era posible que facilitara una cita discreta para su esposa y su amante? Harry se cuestionaba el incidente con una angustia interior, confiando en que no se reflejara en su rostro.
Lo único que fue capaz de hacer fue ensartar otro pedazo de cordero asado, masticarlo y tragárselo. La cocción era perfecta, pero le supo a serrín. Consiguió tragarlo con un sorbo de vino.
—Entiendo —murmuró. —¿Cómo está la condesa?
—Bien.
¿Otra respuesta escueta? Esperó que se explayara pero ella no lo hizo, y se limitó a servirse más patatas. Resultaría sospechoso que le preguntara si Arabella estaba acompañada cuando llegó. ¿Cómo podía saber él algo así si nadie se lo había contado? No dijo nada, pero el silencio fue de pesadilla.
¿Cuándo demonios iba a decirle que estaba embarazada?
Harry dejó a un lado el tenedor, incapaz de seguir fingiendo que tenía hambre.
Quizá debería preguntárselo sin más. Tal vez debería preguntarle también por qué, de repente, estaba a todas luces incómoda en su compañía.
—Deseo ir a visitar a mis padres. Creo que me marcharé mañana. —Su esposa habló en voz tan queda que apenas oyó sus palabras. Bajo la luz de las velas, sus pómulos quedaban ensombrecidos por sus largas pestañas.
—No. —La autoritaria respuesta surgió sin que Harry pudiera evitarlo. _______ le miró de frente, con evidente sobresalto.
—¿Cómo... cómo dices?
Harry necesitaba tenerla cerca, por si acaso estaba en lo cierto. ¿Y si su amante era alguien a quien conocía desde antes de casarse y ahora que había entregado su pureza a su marido y el engaño va no podía detectarse, ambos podían disfrutar con libertad de una aventura tórrida? ¿Y si era un amigo de la familia o un vecino quizá, y ella deseaba hablarle del hijo a él primero?
Harry se había torturado a sí mismo con docenas de teorías. Una voz interior, práctica y despiadada, le recordó que alguien le estaba enseñando a volverle loco en la cama. El no era su instructor, entonces ¿quién era?
Cuando se obligaba a analizar la situación bajo la fría luz de la lógica, no conseguía llegar a otra conclusión que no fuera un amante. No había duda de que Brianna sabía a la perfección lo que estaba haciendo.
Bien, ya lo había dicho, así que más le valía dejar clara su postura.
—No, no te doy permiso para ir.
—¿Per... permiso? —espetó _______, y la servilleta de lino se le cayó de la mano al suelo.
—Lo necesitas y no te lo doy —pronunció con claridad cada palabra.
Se estaba comportando como un tirano mezquino, pero le daba igual. La falta de sueño y la intensa incertidumbre no propiciaban la cortesía.
—Harry —musitó ella, atónita y dolida, —¿por qué no te parece bien que visite a mis padres?
—Yo mismo te acompañaré cuando tenga tiempo.
—¿Tiempo? ¿Tú? Por Dios santo, ¿y cuándo será eso? Ellos viven en Devon, y eso está a varios días de camino. Para conseguir que fueras a Rolthven tuve que coaccionarte, y está muy cerca de Londres.
—No blasfemes en mi presencia, madame. —Ahora estaba reaccionando de forma exagerada, sin duda, pero llevaba semanas pensando de forma obsesiva en una posible infidelidad de su esposa, y eso le carcomía por dentro. Ella tenía toda la razón, pero él no estaba de humor para reconocerlo.
En las mejillas tersas de _______ aparecieron dos manchas de rubor.
—Harry, ¿qué diantre te pasa?
—A mí no me pasa nada.
—Sí, algo te pasa. —_______ alzó la barbilla y sus ojos azul oscuro le miraron desafiantes. —¿O necesito permiso para llevarte la contraria?
Ella no debería haberle pinchado, no en su estado de ánimo actual. Harry se inclinó hacia delante, sosteniéndole la mirada.
—Más te vale recordar que necesitas mi permiso para casi todo lo que haces. El día que nos casamos juraste ser fiel y obedecerme. Y espero ambas cosas. Eres mi esposa y acatarás mis normas.
—¿Normas? —Ella emitió algo parecido a una carcajada histérica, pero pudo haber sido un sollozo.
Era probable que Harry no hubiera escogido la palabra adecuada, pero no estaba en su mejor momento.
La aparición de un lacayo para retirar los platos, seguido al instante de otro con los postres, puso fin a cualquier conversación posterior, lo cual debió ser lo más conveniente, por el momento. En cuanto los dos criados abandonaron la estancia, su esposa se puso en pie.
—Discúlpame, por favor.
—Siéntate. No tengo ganas de que el servicio comente que te marchaste en mitad de la cena.
Eso era verdad en cualquier caso. Los problemas con su esposa eran un asunto privado. Ya había sido bastante humillante manifestarle sus dudas a Hudson cuando lo contrató para que la siguiera.
________ se quedó inmóvil en la silla, con una mueca de rebeldía en sus dulces labios. Observó la textura de la mousse de chocolate del plato, como si alguien le hubiera puesto un áspid delante.
—Últimamente tengo problemas de estómago. ¿Obtendría la aprobación de su excelencia si decidiera no comer más, o debo tragármelo y cargar con las consecuencias, en caso de que no me siente bien?
Esa pregunta agria le recordó a Harry que _______ estaba embarazada. Fuera su hijo o no, su cuerpo estaba gestando un niño y él no era un ogro, aunque estuviera comportándose como tal. Inclinó la cabeza:
—Si no te apetece el postre, me parece bien. Pero te quedarás aquí hasta que yo termine.
Él tampoco tenía el estómago para eso, pero cierta parte oculta y perversa de sí mismo insistía para que hablara con claridad.
Ella le miró como si le hubiera brotado una segunda cabeza, e hizo un ademán de impotencia con la mano.
—De verdad que no comprendo tu mal humor de esta noche. Y no me refiero solo a la cena. Es como si yo hubiera hecho algo malo, y no sé el qué.
Harry no pudo evitarlo y dijo con delicadeza: —Tú no has hecho nada malo, ¿verdad, querida?
—¿Si he hecho algo malo? ¿Qué clase de pregunta es esta? —_______ observó a su marido con evidente consternación.
Ese hombre de mirada fría que estaba frente a ella en la mesa, bebiendo vino de su copa con calma, pero examinándola como si hubiera cometido un crimen deleznable, era un desconocido. Es verdad que Harry no solía ser extravertido y cariñoso, pero esta noche tenía una actitud en verdad opaca.
¿Le hacía feliz la posibilidad de que estuviera embarazada? Damien le había asegurado que a su hermano mayor le entusiasmaría la noticia, y ella había dado por hecho que estaría encantado, ya que necesitaba un heredero, pero él no había dicho una palabra sobre el tema. Ni una maldita palabra. El hecho de que hubiera preguntado a su doncella sobre el asunto y no se lo hubiese mencionado a ella era inquietante. Harry quería hijos, ¿verdad?
Tal vez no, pensó con el corazón abatido. Puede que considerara su estado como algo poco delicado e inconveniente. Al fin y al cabo, pronto engordaría, se deformaría y no podría mostrarse en público sin que todo el mundo se diera cuenta de que estaba encinta. Algunos aristócratas no tenían la menor relación con sus hijos. Los dejaban en manos de niñeras e institutrices para que les educaran, relegados en zonas destinadas a los niños o en aulas de estudio, hasta que llegaba el momento en que o bien los enviaban al colegio, o las casaban con un varón que se las quitaba de encima.
Pero ella nunca había imaginado que Harry reaccionaría de ese modo. Máxime ahora que había confirmado sus sospechas y sabía que su embarazo era real. La idea de que él no compartiera su alegría la trastornaba en extremo. Y a causa del humor errático de su marido, dudaba en decírselo. Justo por la forma en la que Harry actuaba estos últimos días, le había pedido a Arabella que organizara que un médico la visitara de forma discreta en su casa, en lugar de acudir al de la familia. Si no estaba embarazada, ¿para qué causar más tensión entre ambos? Pero el doctor le había confirmado su estado y pronto tendría que decírselo a su marido.
Harry la miraba con aparente frialdad.
—Yo nunca he dicho que hayas hecho algo malo. Tú has sacado el tema. Ella se limitó a devolverle la mirada, atónita.
Tal vez era algo infantil, pero _______ añoraba a su madre. Puede que esta no se hubiera lucido a la hora de instruirla sobre los detalles de lo que sucedería en su noche de bodas, pero adoraba a los niños y estaría feliz al enterarse de la noticia. _______ necesitaba eso, necesitaba hablar con alguien sobre cómo irían las cosas hasta que diera a luz, alguien que compartiera su alegría por su estado, alguien que la mimara y la aconsejara al mismo tiempo. Tanto Rebecca como Arabella eran maravillosas, pero ellas no habían tenido hijos y no podían ayudarla. Lea le había enviado un recado diciéndole que uno de sus hijos estaba enfermo, que suponía que toda la casa se contagiaría, y que ya le escribiría cuando lo hubieran superado. De modo que en este momento, no podía siquiera hablar con su hermana. Fuera como fuese, ahora mismo, hasta que se disiparan los nubarrones que acechaban su matrimonio, Devon le parecía el paraíso.
Harry acababa de negarle el permiso para ir. Es más, lo había dicho muy en serio. _______ no creía haberle oído nunca usar ese tono tan arrogante.
No era en absoluto propio de él. Harry era generoso y solícito, y caballeroso en todo momento. Pero estaba sentado allí, apuesto y sofisticado con un elegante traje de noche, aun para una cena casera. Su densa cabellera castaña brillaba bajo el parpadeo de la luz, sus largos dedos no dejaban de juguetear con el pie de la copa, y tenía todo el aspecto de un marido dictatorial.
Estaba más confusa que nunca.
El movía sus dedos elegantes de forma tensa y convulsiva y eso quería decir algo. Ese movimiento continuo no era habitual en su comportamiento y _______ dijo sin pensar:
—Damien me dijo que quizá podía estar embarazada, y tiene razón.
Su marido arqueó las cejas y sus ojos parecieron aún más fríos. Glaciales, más bien. —¿Qué? ¡Maldita sea! ¿Cómo demonios lo supo Damien?
Eso era un error total, pensó ella con un espasmo interior. Y era probable que Harry compartiera su opinión, pues acababa de maldecir en su presencia por primera vez en la historia. _______ se tranquilizó e intentó utilizar un tono razonable.
—Lo supuso cuando hace un par de días vomité sobre sus zapatos. Por favor, no me digas que para ti es una sorpresa absoluta. Sé que le has preguntado a la doncella.
Se produjo otro de los varios centenares de silencios incómodos de la velada. Bien hecho, se dijo cáustica. Pronunciar la palabra vomitar durante la cena seguro que era una equivocación de la peor especie.
No era así como había pensado decírselo, en absoluto.
—He estado pensando que tal vez estabas embarazada —dijo. La cara de Harry parecía la de una estatua de granito. —E hice unas cuantas preguntas, sí.
—¿Por qué no me dijiste nada? —La ignorancia le dolía y la humillaba, y hubiera preferido con mucho que su marido le hubiese preguntado sobre la posibilidad de que estuviera encinta, en lugar de su cuñado.
—Esperaba que me lo dijeras tú.
Ante aquella respuesta acida, algo se desmoronó en el fuero interno de _______, que luchó contra el escozor de las lágrimas.
—Esto no te hace feliz.
—No seas absurda. Por supuesto que soy feliz. ¿Lo era? _______ sintió un inmenso alivio, pero no le creyó del todo. Harry parecía un hombre camino del patíbulo.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
¿Era posible que dos personas mantuvieran una conversación más vaga, y más cargada de emotividad al mismo tiempo?
Ella se consideraba la parte ofendida, pero tenía la impresión de que él también.
—Harry, me ha visitado un médico. Vamos a tener un hijo. ¿No deberíamos celebrarlo en lugar de discutir? —habló en voz baja y con un temblor evidente que le habría gustado disimular.
El cambió de cara un momento, y ella vio una sombra de vulnerabilidad que no era propia de un aristócrata altanero, ni de un lord privilegiado. No era más que un hombre, y uno confuso en ese momento, y ______ se dio cuenta de que por mucha inseguridad que sintiera ella por estar gestando una vida nueva, tal vez el peso de esa responsabilidad desconocida afectaba a Harry del mismo modo. El siempre parecía muy fuerte, como si no necesitara consejo, así que ella asumía que controlaba sus emociones en todo momento.
Seguía con los dedos apoyados en la copa de vino, y cuando habló lo hizo con voz cansada.
—Creo que debo pedirte disculpas. Esta noche me he comportado como un bárbaro.
La miró con sus ojos azul celeste y a _______ se le alteraron los latidos del corazón. Tenía la impresión de que nunca, jamás, la había mirado con un aire de súplica tan conmovedor.
La verdad es que se había comportado como un bárbaro y ella seguía sin saber por qué.
Pero eso no importaba. Le amaba. Iba a dar a luz a su hijo.
—Te he extrañado tanto —dijo en voz baja. —Más de lo que imaginas. Sigo sin estar segura de por qué estamos discutiendo, pero lo que sí sé es que no puedo soportar otra noche de soledad.
—Estoy de acuerdo. —El tenía la voz ronca. Se puso de pie, dejó a un lado la servilleta y le tendió la mano. No fue un gesto imperioso, sino una señal de paz. —Subamos.
La necesitaba con tanta desesperación que le asustaba.
Mientras subían la escalera, Harry apoyó una mano en la parte baja de la espalda de su esposa, confiando en que ella no notara la intensidad de su anhelo. Ni notara el ligero temblor de sus dedos, ni oyera la creciente cadencia de su respiración.
—Mi alcoba —dijo lacónico. Era una postura posesiva, provocada por sus emociones volátiles. Su lecho, su dormitorio y su cuerpo la reclamaban...
Su bella esposa, su hijo. Como debía ser.
_______ se limitó a asentir, con su fascinante fragancia y la promesa de una piel suave y cálida, y un cabello sedoso y perfumado. Harry le abrió la puerta, entró tras ella, y en cuanto cerró la tomó en brazos. Contuvo un sobresaltado jadeo y poseyó su boca con labios violentos y posesivos. Había algo primitivo en la fuerza de la emoción que le dominaba, algo fuera de su control, junto a la conciencia de que si lo combatía, podía perder algo extraordinario en su vida. Si había una cosa que él hacía bien, era dominar sus emociones.
No así cuando estaba con _______. Ante su deliciosa esposa se sentía embrujado, cautivado, y totalmente perplejo. Justo cuando creía entenderla, descubría que volvía a estar equivocado. Esta velada era un ejemplo perfecto. Tan solo unos minutos antes, se había mostrado autoritario de un modo imperdonable, y aun así ella se pegaba a su cuerpo, temblando y devolviéndole los besos con un fervor comparable a su salvaje ansiedad. Debería estar furiosa con él. Se lo merecía.
«Y si es inocente...»
Sus manos se pelearon con el vestido, desabrocharon los botones y separaron la tela para descubrir la piel desnuda. Seguían con los labios unidos y ella metió las manos bajo su chaqueta para descansarlas sobre su torso. Cuando _______ apoyó la palma de su mano menuda sobre su corazón, Harry, convencido de que notaba sus latidos descontrolados, le retiró con delicadeza el vestido de los hombros.
—Te he extrañado tanto... —susurró ella, junto a su boca.
Él sin duda la había extrañado, y la rigidez de su miembro le daba la razón. La reciente abstinencia auto-impuesta había sido más bien un intento de aclarar sus dudas, algo que no se creía capaz de hacer con imparcialidad si compartía el lecho con ella.
El problema era que no había obtenido más que la terrible certeza de que no podía vivir sin ella.
Harry se despojó de la camisa, se arrodilló para quitarle los zapatos y las medias, y lo resolvió en un momento. Le pasó los dedos sobre las pantorrillas, por detrás de la rodilla y los deslizó sobre sus muslos y caderas. Parecía la de siempre, pensó, preguntándose cuándo notaría crecer esa vida nueva que él reivindicaría y a quien daría su apellido. Cualquier otra cosa estaba fuera de lugar y no había duda de que, pasara lo que pasase, había muchas posibilidades de que ese hijo fuera suyo. Besó aquel vientre todavía plano, con una leve presión de los labios.
—Oh, Harry —susurró ella, acariciándole el cabello.—Métete en la cama —le ordenó mientras se levantaba, y la visión de su cuerpo desnudo, de un rosado acogedor bajo el parpadeo de la luz, le provocó una inmediata erección. Entonces se le ocurrió añadir: —No te cubras. Quiero mirar mientras me desnudo.
Ella le complació, subió a la enorme cama y se tumbó. Con sus deliciosos pechos visiblemente tensos y los pezones rosados, erectos. Mientras se desabrochaba la corbata, Harry les dedicó un análisis deliberado y ardoroso y notó que eran más grandes. El montículo de carne era más pleno y, aunque siempre habían tenido una forma seductora, bajo la piel traslúcida aparecían con mayor prominencia unas pequeñas venas azules. La evidencia del cambio convertía el embarazo en algo más real, más inmediato.
Para recuperar cierta apariencia de calma, Harry dedicó cierto tiempo a quitarse cada pieza de ropa con meticulosidad, obligando a su mente a olvidarse de todo, salvo del destello del deseo en los ojos de su esposa y del entusiasta abrazo con el que le acogió en el gran lecho.
Pero debía silenciar esos complicados y molestos pensamientos y concentrarse en las sensaciones carnales. Ella estaba allí con él, complaciente, cálida y tan endiabladamente bella...
—Bésame —dijo _______ con una exhalación. —Hazme el amor.
Eso le detuvo cuando ya inclinaba la cabeza para tomar su boca y ajustaba las caderas entre sus muslos separados.
Harry se sobresaltó al darse cuenta de que si hacía eso, estaría haciendo el amor. Ya no se trataba de deseo, ni de relaciones conyugales, ni de ninguna de esas otras razones primigenias que unían a hombres y mujeres desde tiempos inmemoriales.
«La amo.»
Si no fuera así, tal vez le irritaría la posibilidad de una traición, puede que sintiera cierta afrenta a su orgullo, incluso que deseara castigarla, pero nada de todo eso tenía demasiada importancia. La venganza era en lo último en lo que pensaba, al diablo con su orgullo, y en cuanto a la ira, tampoco era esa la palabra que definía lo que sentía.
Tenía miedo. De perderla. Oh, no en un sentido literal. El podía retenerla pasara lo que pasase, era su esposa, él era un duque y poseía poder e influencia, pero necesitaba más.
La necesitaba toda.
Estaba húmeda, con el cuerpo preparado para culminar su unión. Harry colocó el miembro, tanteó el recibimiento y notó esa resbaladiza disposición, la entrega voluntaria y las manos de _______ agarradas a sus nalgas, urgiéndole a poseerla sin palabras.
La noche de su cumpleaños, ella le había hecho el amor con cautivadora dulzura. Con besos delicados, con movimientos sutiles, con caricias sugestivas. Harry decidió hacer lo mismo y entró en ella con lentitud exquisita. Besándole las sienes, el perfil de la barbilla, el arco tentador del cuello. Cuando fueron uno, se impulsó hacia delante y consiguió que _______ emitiera un gritito de placer y levantara la pelvis para que él pudiese presionar en el punto justo.
Y ella respondió con un estremecimiento.
Harry mantuvo ese ritmo erótico altruista, medido, cuyo objetivo era darle placer a _______. Una leve pátina de sudor brotó en su frente cuando se echó hacia atrás, hasta que su esposa se arqueó con frenesí debajo de él y su grito de rendición resonó por todo el dormitorio. Luego él, intenso, preso del éxtasis, estalló dejando a ambos repletos y exhaustos.Más tarde, tumbado en la oscuridad, Harry acunó a su esposa en los brazos. _______, junto a él, dormía cómoda y relajada. Su cuerpo desnudo era todo curvas femeninas y su respiración, un hálito tenue pegado a su cuello.
El la amaba, y no solo con su cuerpo.
Por Dios que la amaba.
Harry había previsto que el matrimonio fuera todo menos esto.
Le maravillaba que si ________ le había traicionado, le respondiera con tanto ardor, que sus cuerpos armonizaran con tal perfección. ¿Cómo podía mirarle con unos ojos tan inocentes, si era una Jezabel en realidad? ¿Cómo podía agarrarse a él y besarle con manifiesto abandono si anhelaba a otro?
No creía estar enamorado hasta el punto de dejarse engañar por una fachada, pero nunca había estado en una situación así. Lo cierto es que durante la cena, ella se había mostrado atónita ante su comportamiento, no culpable. Dolida, no cautelosa.
Si no hubieran discutido, ¿le habría dicho que estaba embarazada? Esa era la pregunta que seguía latente en algún lugar de su mente. Para resolver sus diferencias, ella le había llevado a la cama encantada. El hambre físico que sentía por ________ era una debilidad... ¿lo habría explotado ella para distraer su atención?
Dios, cómo odiaba esa lucha interior.
________ se movió y luego volvió a sumergirse en un sueño plácido. Harry jugueteó con un rizo dorado, disfrutando del tacto de seda entre los dedos.
Pese a que estaba derrotado de cansancio, tuvo la impresión de que, sin embargo, volvería a costarle dormir. Al menos había tenido el placer de tenerla en sus brazos, pensó atrayéndola más hacia sí. Era algo muy simple, pero ahora que había reconocido la profundidad de sus sentimientos, era algo importante.
Tan solo confiaba en que enamorarse de su esposa no fuera la peor equivocación de su vida.
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Lecciones de Lady Ruth
RandomNinguna dama de verdad debería tomar clases de una cortesana... ______, la nueva esposa de Harry Styles, quinto duque de Rolthven, es la encarnación de la novia perfecta. ¿Qué diría entonces la sociedad si la vieran con una copia de Los consejos de...