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Sé que es un cliché, pero los libertinos reformados son unos maridos excelentes. ¿Por qué? En primer lugar porque han corrido mucho. ¿La segunda razón? Porque saben cómo complacer a una mujer en el lecho. Pensadlo. Al fin y al cabo, por eso se les considera libertinos.

Del capítulo titulado «Cuando lo sabes, lo sabes»

Sería un milagro que conservara el coraje. ________ se ajustó el picardías, confeccionado a medida para la ocasión, e intentó dominar la bandada de mariposas que anidaba en su estómago.
El camisón, se dijo, debía ser provocativo y él era su marido. Estaba autorizado a verla con cualquier atuendo y punto. Aparte de que la había visto con mucha menos ropa.
Pero esto era más que osado y era obvio que estaba pensado para seducir.
El escote le quedaba por debajo de los pechos y eso hacía que el traje que había lucido en la ópera pareciera recatado. Le dejaba los brazos al aire, tenía un corte a ambos lados de la falda y la espalda era tan baja, que estaba segura de que si se daba la vuelta le asomaría el trasero.
Un buen comienzo para una velada que esperaba memorable.
Ir casi desnuda, según lady Rothburg, podía resultar más cautivador que una exposición total. «Cubríos con una tela transparente, ofrecedle un atisbo del paraíso y luego fascinadle hasta que pierda el control.»
«Pensad como una cortesana.»
Tal vez sería capaz, pero necesitaba un poco de ayuda de la famosa seductora. A ________ jamás se le habría ocurrido intrigar a Harry a base de intentar algo nuevo. No cuando él parecía disfrutar tanto haciéndole el amor como ahora... cuando las cosas habían progresado tanto entre ellos desde aquellos comienzos tan poco prometedores. Al pensar en su noche de bodas, se dio cuenta de lo poco que en realidad su madre le había explicado sobre el acto amoroso. Sus labios esbozaron una sonrisa irónica al recordar la «conversación» de mujer a mujer que ambas mantuvieron.
Harry había hecho todo lo posible para tranquilizarla, incluso apagó las luces antes de desvestirse. Lo cual empeoró las cosas, porque así ella no podía verle... y cuando notó su miembro cálido y erecto pegado al cuerpo, tuvo un ataque de pánico. Pero lo cierto era que estaba muy enamorada de su marido y que deseaba complacerle, y una vez pasó el punzante dolor de la primera embestida, descubrió que le gustaba la sensación de tenerle encima, y dentro.
Ahora lo esperaba con ansia.
Ya no era una recién casada tímida, y pretendía que esta celebración fuera distinta, en un sentido perverso, a todo lo demás que habían hecho.
Esta noche iba a seducirle de la forma más pecaminosa posible, a embrujarle, y si el libro de lady Rothburg decía la verdad, colmaría una secreta fantasía masculina que la mayoría de los hombres se resistía a reconocer. _________ pretendía que esta fuera la velada más memorable que habían vivido juntos.

Sabía que antes de ella hubo otras mujeres. Cuando conoció a Harry, disfrutó de aquel primer vals fatídico y cayó de cabeza en el acogedor resplandor del amor, no pensó ni un segundo en su pasado. Ahora, algo mayor y claramente más sofisticada, era consciente de que él distaba de ser virgen cuando se casaron. No era Robert, pero tampoco era un santo.
Bien. Ella no quería un santo. Quería un hombre loco de lujuria por ella.
Y amor, si era sincera consigo misma, pero Harry no era dado a hablar de sus sentimientos, de manera que se conformaría con que lo demostrara, hasta que estuviese preparado para reconocer esa emoción más profunda de forma verbal.
Tal vez nunca lo diría. Esa descorazonadora posibilidad existía, pero quizá a ella le bastaba con saber que lo sentía.
________ se pasó el cepillo por la melena suelta una vez más, alisó la seda transparente sobre sus caderas y se dio la vuelta para contemplar la alcoba. Los candiles estaban encendidos, en el aire flotaba un ligero perfume, había una botella de champán y dos copas junto a la cama, que estaba abierta mostrando unas acogedoras sábanas de seda color crema. Era perfecto.
Solo necesitaba a su marido.
Fue hacia la puerta que separaba ambos dormitorios, escuchó para comprobar que el ayuda de cámara se había retirado ya, y al no oír voces, la abrió un centímetro. Para estar segura de no ponerse en ridículo por si se equivocaba, atisbo por la rendija.
Y contuvo la respiración. Harry solo llevaba los pantalones y tenía el torso desnudo. Estaba de espaldas, y cuando se inclinó para coger la bata, extendida con sumo cuidado sobre la cama, _______ distinguió la elasticidad y la firmeza de sus músculos.
Era el momento perfecto. Se estaba desnudando y ella le quería desnudo. ________ se coló en el dormitorio y avanzó hacia Harry.
—¿Preparándote para acostarte, querido?
Él se giró de golpe, sus cejas se arquearon al constatar su atuendo, y se quedó inmóvil.
__________ sonrió, confiando que su nerviosismo no fuera evidente.
—¿Podría sugerirte mi dormitorio?
Se diría que él se quedó sin habla durante un momento, y luego dio otro vistazo a aquel escandaloso cuerpo tan ligero de ropa.
—No es que ponga objeciones a lo que veo, ________, pero ¿y si mi criado aún estuviera aquí? — preguntó.
—Estuve escuchando. —Señaló la puerta. Solo Harry era capaz de reprenderla aunque la estuviera observando con esa mirada anhelante y prometedora.
—¿Ah, sí? —preguntó él con un matiz algo áspero en la voz, y aún con la bata en la mano.
—Te he estado esperando. —Con un leve movimiento de la mano, ella señaló el camisón, si es que podía llamarse camisón a un fruncido de encaje que no tapaba nada. —Es tu cumpleaños.
—Lo es —murmuró él. —¿Están relacionadas esas dos cosas? ¿Mi cumpleaños y que me estés «esperando»? Si este traje de sirena es parte de mi regalo, lo acepto encantado.
—Quiero hacerte el amor.
Como había imaginado, él malinterpretó sus intenciones, y cubrió la distancia que les separaba con un par de zancadas.
—Me hará muy feliz complacerte.

Lecciones de Lady RuthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora