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El deseo es un juego. Una puede practicarlo con ligera sutileza, o con flagrante coqueteo.

Del capítulo titulado «Cómo huir y estar segura de que te atraparán»

________ se agarró a la correa para mantener el equilibrio cuando entraron en una zona especialmente angosta del camino. Harry, sentado frente a ella, apenas se movió del asiento. Estaba leyendo otra carta más del saco de correspondencia que se había llevado, con sus largas piernas extendidas, de modo que le rozaba las faldas con las botas que calzaba, y la expresión ausente. En algún momento del trayecto le había caído sobre la frente un mechón de cabello castaño que le daba un aire casi infantil, pero estaba demasiado distraído para darse cuenta, y en cualquier caso la anchura de sus hombros y la nítida masculinidad de sus facciones no tenían nada de infantil.
________ cedió por fin al impulso que llevaba tentándola durante los últimos kilómetros. Se inclinó hacia delante y con un gesto de familiaridad colocó el rizo rebelde en su lugar.
Él levantó la vista del pedazo de pergamino que tenía en la mano y, para alivio de _______, lo dejó a un lado.
—No estoy prestándote atención. Discúlpame.
—Ya me dijiste que seguirías teniendo que ocuparte de tus asuntos cuando estuviéramos en Rolthven, pero admito que este silencio me está resultando un tanto pesado. —En realidad ________ no esperaba que él comprendiera el nerviosismo que sentía ante su primera incursión real en el papel de gran anfitriona. Harry estaba tan acostumbrado a todo lo referido a la pompa y a los grandes eventos, que incluso dudaba que se hubiera parado a pensar en ello. Por Dios santo, su marido saludaba al príncipe regente por su nombre de pila.
—¿Cómo fue tu infancia? —Parecía una pregunta apropiada en aquel momento, pues se acercaban a la propiedad donde él se había criado, y ella sentía curiosidad.
Harry levantó las cejas un milímetro.
—¿Mi infancia?
—Me imagino que no es fácil crecer siendo el primogénito de un duque. —_______ recordó la imagen de sus sobrinas corriendo como locas por el parque días atrás, entre un vendaval de carcajadas infantiles. Ella también había tenido una niñez maravillosa. —¿Te permitían jugar, montar en poni, aprender a nadar... y todas esas típicas cosas que a los niños les encanta hacer?
—De hecho, sí. Hasta cierto punto, supongo. —Sus ojos celestes la miraban de un modo que solo podía describirse como cauteloso. —¿Puedo preguntar por qué estamos teniendo esta conversación?
—Dudo que esto sea una conversación —señaló ella. —Tú apenas has pronunciado un par de palabras. Y lo pregunto porque en el día a día dedicas tan poco tiempo a disfrutar, que me preguntaba si te educaron para que creyeras que así es como debe vivirse la vida.
Harry respondió con sequedad:

—Tengo entendido que conoces a mi hermano. Es obvio que no nos educaron para repudiar las frivolidades. Con eso no quiero decir que Robert sea un frívolo, pero no se priva de ningún placer.
Pero Robert no era el hermano mayor, pensó _______, observando a su marido bajo el halo de las pestañas.
—Yo asisto a audiciones musicales, voy a la ópera y a otros espectáculos. Doy un paseo a caballo cada mañana a menos que haga muy mal tiempo, y voy al club. —Harry había enumerado despacio la lista, y luego bajó la voz: —Desde que me casé, disfruto sobre todo por las noches.
Cualquier respuesta que ella hubiera podido dar quedó silenciada por el traqueteo del carruaje al entrar en el prolongado sendero. La fachada de Rolthven Manor, de piedra gris y líneas elegantes y nítidas, no era exactamente medieval, pero provocaba una sensación que evocaba esa época.
Tal vez fueran las torrecillas colocadas a ambos lados de la impresionante fachada, altas e imponentes, que flanqueaban la estructura como grandiosos símbolos de una era en la que los Northfield habían sido señores feudales. Harry le había explicado durante su primera visita que solo se conservaban partes del castillo original y que la residencia principal había sido demolida y reconstruida hacía varios siglos. Un magnífico conjunto de escalones enormes conducía a una espléndida terraza y el vestíbulo en sí mismo era descomunal, con portaladas dobles decoradas con paneles de vidrieras de colores y madera oscura. El escudo de armas de la familia estaba esculpido en el portal, de modo que nadie pudiera dudar de que esa residencia solariega de la heredad ducal era suya y solo suya.
Vista desde fuera y en un día gris, a ________ le parecía un lugar un tanto sobrecogedor, pese a lo cuidado del terreno y a los impecables parterres de flores. Sin embargo, cuando lucía un sol glorioso conseguía parecerle cálido y acogedor, y esperaba que a sus invitados les sucediera lo mismo.
Si iba a hacer esto por Harry, quería hacerlo bien.
El vehículo subió por el sendero y sintió mariposas revoloteando en su estómago.
La falta de entusiasmo de Harry ante el evento era muy evidente, pensó con moderada resignación. Su empeño por que resultara placentero para un hombre que no tenía intención de disfrutarlo se había visto incrementado por sus actuales triunfos, que repasó mentalmente para reafirmar su valor. Hasta el momento eran tres. De hecho los había anotado y había escondido el pergamino en el libro prohibido de lady Rothburg.
Un salvaje y erótico paseo en carruaje.
Una noche en la que él... en fin, _______ notó que se ruborizaba al pensarlo, pero la verdad es que él la había besado en un sitio donde jamás habría soñado que la besara ningún hombre, y había sentido un perverso placer.
Un baño memorable, y el interludio que había suscitado.
En el pedazo de papel escribió: LA ÓPERA. SU DORMITORIO. MI BAÑO.
Quería evitar la posibilidad de que alguien descubriera la nota, interpretase sus intenciones y avergonzara tanto a Harry como a ella misma. Si de algo estaba segura era de que a él no le complacería en lo más mínimo. Por otro lado, necesitaba anotar sus progresos, porque en ocasiones como esta, cuando él viajaba junto a ella durante horas y horas en un carruaje cerrado, y estaba tan obcecado que apenas le había hablado hasta estos últimos kilómetros, y porque ella
le había empujado a hacerlo, ________ necesitaba mantener una noción clara sobre sus objetivos, o estaba condenada al desánimo.
Él disfrutaba de sus noches. La pasión era muy satisfactoria, pero no solo la pasión. La amistad también. Y luego el amor.
El carruaje se detuvo de golpe.
Después de esa fiesta en el campo, esperaba tener más éxitos que añadir a la lista.
—Hemos llegado —dijo con buen ánimo.
—Eso espero —replicó su marido con el amago de una sonrisa en los labios, —en caso contrario nos habríamos detenido sin motivo.
Harry se merecía la mirada fulminante que ella le lanzó, pero hizo caso omiso. Salió y le ofreció la mano para ayudarla a bajar del vehículo.
________ se fijó en que los sirvientes se habían colocado en fila en los escalones, pero él registró su presencia con gesto de ligero asentimiento mientras la escoltaba a la puerta principal. La bandera que ondeaba sobre la casa indicaba que él estaba en la mansión, cosa que ella sabía que no sucedía muy a menudo.
Para qué visitar su preciosa residencia en el campo y descansar, cuando podía enterrarse en su sombrío estudio de Londres, se preguntó _______  con sarcasmo. No es que Harry no fuera a Rolthven de vez en cuando, pero hasta la fecha se había tratado de visitas efímeras y ella tenía la impresión de que eso era lo habitual. Lo cierto es que la abuela de su marido se quejaba de su ausencia siempre que tenía oportunidad.
—Confío en que nuestros invitados puedan gozar también de este buen tiempo —apuntó mientras el mayordomo abría la puerta con un gesto enfático.
Harry emitió un sonido ambiguo y se dirigió al anciano criado.
—¿Cómo se encuentra, Lynley?
—Muy bien, excelencia. —El hombre hizo una reverencia cortés y su cabello plateado brilló bajo el sol vespertino. —Es agradable volver a verle tan pronto.
—Sí, bien, esta visita repetida debe atribuirla a mi esposa. —Harry apenas la rozó con la mirada. —Dígame, ¿ha llegado alguien más?
—Lord Robert y lord Damien están aquí, señor. Hará una hora que llegaron. —Lynley, que tenía un porte impecable y vestía con la elegancia de un aristócrata, dio un paso atrás para dejarles pasar al inmenso vestíbulo principal.
El espacio producía un poderoso impacto incluso en alguien que ya había estado allí varias veces. Había nada menos que seis chimeneas, e innumerables tapices antiguos, cuyo valor debía de ser incalculable, colgaban de las inmensas paredes. Las ventanas con parteluz contribuían a tamizar la luz exterior, que iluminaba de un modo muy agradable la enorme habitación, si es que alguien podía llamar habitación a un espacio tan inmenso. Era extraño, pero resultaba en verdad acogedora, aunque ________ ignoraba cómo podía ser eso. Quizá por la atmósfera íntima que conseguían los pequeños grupos de elegante mobiliario colocados aquí y allá, pensados para estimular la conversación entre los invitados, o tal vez por esas mullidas alfombras sobre el suelo pulido... no estaba segura. Lo que sabía era que Rolthven Manor le gustaba, y que deseaba que Harry se dignara a que ambos pasaran más tiempo allí.
—¿Subimos a cambiarnos? —preguntó su marido, cogiéndola del codo y llevándola hacia la escalinata doble del final del vestíbulo. ________  era incapaz de saber si él se había fijado alguna vez en aquel majestuoso escenario.
—A mí, por lo menos, me vendría bien un baño y un coñac.
El agua caliente y cambiarse de ropa sonaban muy bien, y ________ asintió y dejó que la condujera arriba por la curva de la escalera de la izquierda hacia sus aposentos. Eran magníficos, igual que el resto de la casa, quizá incluso demasiado. A ella no le gustaba nada aquel mobiliario pesado y oscuro, ni esa abundancia de puntas de encaje en su alcoba. También era obvio que a la madre de Harry, que estaba casada en segundas nupcias con un conde italiano y vivía en el campo cerca de Florencia, le gustaba el color lavanda, pero ________  no compartía esa pasión, y aunque meses atrás Harry le había dicho con un gesto de despreocupación que podía redecorarla a su gusto, nunca se quedaban el tiempo suficiente para que pudiera emprender ese proyecto. Quizá si él disfrutaba de este breve viaje, podría convencerle de salir de Londres más a menudo.
Estaba bastante decidida a que él disfrutara.
Su doncella y el ayuda de cámara de Harry se habían adelantado con el equipaje, y _______ descubrió que su baúl ya estaba deshecho, y los cepillos y demás enseres personales colocados en el vistoso tocador. Los grandes ventanales estaban abiertos al calor de la tarde, y los visillos de encaje flotaban a merced de la brisa que llegaba del parque en flor.
—Le traerán el agua caliente enseguida, excelencia. —Su doncella, una dulce jovencita de Cornualles, procedió a ayudarla a desnudarse. —¿Qué vestido desea para esta noche?
—Ninguno en tonos lavanda —musitó, mirando alrededor. —Puede que el de seda azul claro. Esta noche habrá una tranquila cena en familia. Los invitados no llegarán hasta mañana.
—Muy bien, excelencia.
Después de limpiarse la suciedad del viaje y vestirse, _______ se cepilló el pelo y con la ayuda de Molly, se hizo un ligero moño en la nuca. Sentada frente al recargado espejo dorado, se preguntó cuándo debía ofrecerle a su marido el malicioso regalo de cumpleaños que había planeado.
Tenía que escoger el momento perfecto.
Pretendía que Harry lo recordara durante el resto de su vida.
La apariencia de mujer frágil con un monóculo en el ojo y la manta sobre el regazo resultaba, como siempre, muy conseguida.
—Es agradable que por fin hayas encontrado tiempo para la familia —dijo la anciana con brusquedad.
A pesar de la edad de su abuela, su espíritu no tenía nada de débil, pensó Harry con cariño.
—Me parece que he sido obediente y he venido, ¿no es verdad? —dijo intentando no mostrarse a la defensiva.
—Solo porque tu preciosa y joven esposa te ha obligado —replicó con sorna la venerable duquesa.
_______ se limitó a sonreír.
—Harry está muy ocupado. Estoy muy contenta de que haya aceptado venir.
Damien se apoyó en la butaca y enarcó una ceja de forma enigmática. Robert parecía divertido. Mientras se le ocurría algo diplomático que decir, Harry pensó que eran tres hombres adultos,
pero que sin embargo se sentían en minoría frente a una mujer anciana y a una joven de belleza perturbadora. Carraspeó.
—Todo esto me apetece mucho.
Su abuela entornó sus astutos ojos azules y bajó la lente.
—Eso no sé si creérmelo, pero no pienso discutir. Tú estás aquí, Damien ha vuelto por fin a casa para quedarse al menos una breve temporada, y Robbie ha renunciado a los placeres de Londres para retirarse al campo. Eso no había pasado desde...
Su voz se fue apagando y Harry vio de pronto que tenía un brillo sospechoso en los ojos y recolocaba el bastón junto a la butaca, como si lo más importante del mundo fuera que estuviese en el ángulo preciso. Harry terminó la frase por ella, en silencio: desde que su padre, el hijo de ella, había muerto de forma inesperada por unas fiebres repentinas. Harry tenía veinte años, Damien acababa de entrar en Cambridge y Robbie aún estaba en Eton, cuando la familia al completo se había congregado para el funeral. Harry pensó que la anciana tenía toda la razón. Desde entonces, los tres habían decidido emprender caminos separados, en busca de sus pasiones particulares. El había heredado un ducado y tuvo que aprender a manejarlo, Damien siempre había amado los viajes y la intriga, y Robbie siempre había sido inconsciente y encantador.
Dios santo, se diría que había transcurrido una eternidad desde entonces, cuando todos se habían reunido junto a la tumba de su padre, sintiendo que su mundo se deslizaba hacia otra dimensión. Al menos así era como él había vivido el duelo, y también había percibido un cambio en Damien y en Robert. La realidad les había golpeado de forma muy desagradable y cada uno de ellos se vio obligado a bregar con la devastación a su manera.
«¿Cómo fue tu infancia?» ¿Se daba cuenta _______  de la conmoción que provocaba esa sencilla pregunta en sus recuerdos?
Tras la muerte de su padre, él había pasado una temporada abrumado, pero decidido a manejar sus propiedades y el resto de los intereses financieros con la misma precisión y destreza que todos los duques de Rolthven que le habían precedido. Estaba tan ofuscado que ni siquiera se dio cuenta de que su madre reemprendió la vida social después del luto, y en consecuencia se quedó atónito cuando ella anunció su intención de volver a casarse. Damien también estaba ausente casi siempre, y con su abuela residiendo de forma permanente en el campo y siendo Londres mucho más práctico para sus obligaciones, Harry no había sido consciente de lo mucho que extrañaba Rolthven y estar todos juntos. Robert era el único miembro de la familia a quien veía con regularidad, y eso solía ser porque coincidían de manera espontánea en diversas actividades sociales y compartían los mismos clubes.
Aunque él no solía hacer demostraciones de afecto en presencia de los demás, su abuela era de las pocas personas capaces de inspirarle a ello. Harry se acercó y le acarició una mano venosa y azulada.
—Ya era hora de que estuviéramos todos juntos, abuela. En este punto tienes toda la razón. Ella le lanzó una mirada feroz.
—Yo siempre tengo razón, jovencito.
Aliviado al ver que las lágrimas habían desaparecido de sus ojos, él inclinó la cabeza.
—Sí, madame, tienes razón. —Siempre.
Harry vio con claridad que le temblaban los labios. Uno de sus hermanos, seguro que se
trataba de Robert, se echó a reír.
—Siempre.
—Ahora que esto ha quedado claro, te doy permiso para que me acompañes a cenar.
Así lo hizo. Le ofreció el brazo para que se apoyara, notó el peso de su liviano cuerpo sobre él al levantarse, y caminó despacio agarrándole la manga con los dedos. Harry oyó que Robert le decía algo a _______ a sus espaldas, y que esta respondía con una carcajada musical. Ahora que reflexionaba sobre el asunto, le avergonzaba su reacción inicial ante la ocurrencia de su esposa, y por primera vez se preguntó si se mantenía ocupado a todas horas para no tener tiempo de extrañar a su familia. ¿Por qué no había analizado la situación hasta hoy?
El comedor no podía considerarse acogedor desde ningún punto de vista. En sus techos altos había unos ostentosos frescos decorativos de un maestro italiano que, varios siglos atrás, había cobrado una fortuna por decorar diversas residencias. Las paredes que los sustentaban estaban cubiertas con paneles oscuros pulidos con gran lustre, y la descomunal mesa podía acoger a treinta personas a la vez. A ambos lados de la estancia había dos puertas independientes que permitían el tránsito de los criados con las bandejas. La luz provenía de diversos candelabros enormes y la sala estaba flanqueada por chimeneas a cada lado. Se habían dispuesto cinco asientos en un extremo, bastante juntos, para que todos pudieran conversar con comodidad, sin tener que gritar para hacerse oír. Harry acomodó primero a su abuela y con un singular sentimiento de posesión que ni siquiera se había dado cuenta que tenía, se dio la vuelta para apartar una silla para su esposa, adelantándose a su hermano menor.
Santo cielo, ________ estaba espléndida esa noche. Lucía un sencillo traje de seda azul, la pálida piel sin mácula, radiante, y el recogido de su cabello dorado centelleaba bajo la luz del candelabro. Parecía la personificación de la feminidad mientras le obsequiaba con una brillante sonrisa y se sentaba entre una ráfaga de perfume suave y tentador.
Más tarde, se prometió a sí mismo, obtendría gran placer quitándole ese traje y desatando su lustroso cabello. Luego la llevaría a la cama y oiría esos leves y excitantes sonidos que indicaban que todas y cada una de las cosas que le hacía le gustaban y que deseaba más.
—¿Vas a sentarte?
La pregunta, que su esposa expuso con tanta delicadeza, le hizo notar que seguía de pie junto a su silla, mirándola boquiabierto como un tonto.
Y fantaseando con hacerle el amor delante de toda su familia, incluida su abuela, nada menos.
________ causaba ese perturbador efecto en él.
—Lo siento. Acabo de recordar que olvidé hacer una cosa antes de salir. No importa, mi abogado puede ocuparse de ello —mintió Harry, y cogió a toda prisa la silla de la cabecera de la mesa, sintiéndose como un idiota. En cuanto se sentó, un lacayo se acercó para servir el vino y él, agradecido, cogió la copa intentando no hacer caso de la sonrisita de Robert. Puede que nadie más se hubiera dado cuenta de aquel instante de transitoria obsesión por su esposa, pero su hermano lo había notado, sin duda. Como nimia represalia a la irritante expresión de Robert, Harry preguntó con frialdad: —Así, dime, querida, ¿has invitado a alguna joven soltera a la fiesta?
________ sonrió con malicia y en su mejilla apareció un hoyuelo delicioso.
—¿Cómo no iba a invitar a alguna, cuando asistirán dos de los mejores partidos de Inglaterra?
Damien reaccionó con una cara de terror cómica. Robert emitió un sonoro gruñido. Su abuela, la venerable duquesa, sofocó una carcajada y dijo con franqueza:
—Bien hecho, hija. Me gustaría verles a todos casados antes de abandonar este mundo.

—Yo siempre he deseado que vivas eternamente, abuela —Robert levantó la copa a modo de pequeño brindis, —y este comentario refuerza dicho sentimiento.
—Amén —musitó Damien.
—Era solo una broma —dijo _______, con una expresión irónica en sus encantadores ojos. —La lista de invitados es bastante reducida. Aparte del conde y la condesa de Bonham, están los Marston, lord Bishop y su hija, la señora Newman, lord Knightly y lord Emerson, y las hermanas Campbell con sus padres. Eso es todo. Por desagracia mi hermana y su marido no pueden venir.
—¿Eso es todo? Eso incluye a cinco jovencitas solteras. —Robert se puso manifiestamente pálido.
—Y a cinco solteros también. —_______ dio un sorbo de vino con serena elegancia y arrugó la frente. —No se puede dar una fiesta como esta y no igualar el número de caballeros y damas. Así me lo dijo tu abuela y yo organicé la lista de invitados en función de ello. Por otro lado, tú estás acostumbrado a asistir a fiestas con jóvenes solteras.
—Pero no cinco a la vez y obligado a estar en su compañía a todas horas durante cinco días.
—Dios bendito. —Damien tenía la expresión de un hombre cazado.
—Oh, no hagáis que parezca tan horrible. Os prometo que son muy agradables, en caso contrario no las habría invitado.
Harry observó la expresión de su esposa, y tuvo la impresión de que bajo aquella apariencia tan formal estaba riéndose.
De hecho a él le parecía bastante fascinante. ¿Cómo demonios se las había arreglado para convencerle?, y algo aún más insólito, ¿cómo había manipulado a sus hermanos, tan proclives a guardar las distancias, a una situación similar?
—Estoy seguro de que lo pasaréis muy bien —murmuró Harry. —Igual que todos.
Robert, que era consciente de que Harry se había mostrado contrario a la celebración, le lanzó una mirada sardónica. Damien hizo una mueca y un gesto para pedir más vino, pues se acababa de terminar la copa. Su abuela les observaba a todos con vivo interés, y _______ se inclinó hacia delante y acarició la mano de Harry.
Una caricia. Apenas un roce con los dedos. Pero a él se le erizó la piel. Ella le miró con los ojos empañados.
—Me alegra tanto que digas eso, cariño. Pensar en ello me ha tenido muy preocupada.
«Cariño...» Por normal general no le habría gustado esa muestra de afecto en público, aunque solo estuviera delante de la familia. Pero la expresión de _________ le sorprendió de un modo determinado que le impidió fruncir el ceño siquiera. Sin ninguna lógica, se puso a recordar si ella le había llamado cariño antes. No, creía que no.
«Me ha tenido muy preocupada...»
¿Estaba preocupada? Él se había mostrado molesto con la idea y ella se había inquietado. Harry se sintió como un canalla, sobre todo al ver la mirada que le lanzó su abuela.
Bien, ¿por qué demonios se suponía que debía saber cómo tenía que actuar un hombre casado? Al fin y al cabo, él tenía tan poca práctica como ________.
—No entiendo por qué debías preocuparte.
Sus dos hermanos intercambiaron sendas miradas y eso le irritó de un modo indecible.

—¿Tal vez —dijo Robert—pensó que te resistirías a dejar Londres para dedicar parte de tu tiempo a descansar? No puedo imaginar, por mucho que lo intente, de dónde habrá sacado esa impresión.
Harry  observó a su hermano con expresión glacial.
—La mesa no es lugar para sarcasmos, Robbie.
—¿Es que he sido sarcástico? —La inocencia fingida confería a los rasgos de Robert una apariencia angelical, aunque él no tenía nada que ver con ningún ángel, a menos que fuera uno caído.
La aparición del primer plato salvó a Harry de tener que replicar. Dedicó toda su atención a la sopa. Hasta cierto punto comprendía las objeciones de sus hermanos ante la atmósfera de la reunión campestre, pero también era cierto que las jóvenes damas invitadas eran amigas de _______, y que si ellos querían evitar complicaciones con señoritas casaderas, podían limitarse a ser educados durante cinco días y olvidarse del asunto. En su opinión eso no era pedir demasiado. Él era el cabeza de familia y podría exigir mucho más.
Demonios, puede que uno de ellos encontrara esposa, pensó mientras observaba a ________ sumergir la cuchara en la cremosa sopa y probarla con finura. Que Dios les ayudase.

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