Cuando empiece la caza, recordad que vosotras sois el premio. Si renunciáis al poder, él lo recuperará encantado. Si decidís conservarlo, como os recomiendo de corazón, hacedlo de la forma más sutil y placentera posible.
Del capítulo titulado "Cosas que toda mujer debe saber"
Una cacería extravagante no se correspondía a la idea que Harry tenía de cómo pasar una mañana agradable, ni tampoco lo consideraba muy digno. Pero aceptó porque _________ se lo había pedido de tal modo que negarse le pareció una descortesía. Los demás invitados parecían haber abrazado con entusiasmo el espíritu del juego y, para ser sincero, probablemente era más entretenido que estar sentado en el estudio con su secretario.
«Sobre todo en momentos como este», pensó, mientras paseaba junto a su esposa y echaba una ojeada a sus contorneados tobillos, mientras ella se inclinaba hacia delante y extraía con aire triunfante un premio de debajo de un arbusto decorativo. __________ se irguió y se dio la vuelta con la mano extendida.
—Mira. Me parece que esta es bastante bonita.
—Es una piedra —dijo él con delicadeza.
—Pero es bastante bonita, ¿no crees?
—Debo admitir que no suelo sentarme a reflexionar sobre sus propiedades estéticas. _________ lo miró burlona.
—¿Su excelencia no desea ganar esta competición? Yo creía que alguien con tu eminente posición mostraría un poco más de espíritu competitivo. Se supone que hemos de encontrar la piedra más peculiar. Si esta no te convence, quedémonosla hasta que encontremos otra que te parezca mejor.
Aunque el juego le parecía absurdo, no podía dejar de admirar la forma en que los rayos del sol iluminaban el cabello rubio de ________. Esa mañana tenía un aspecto fresco y saludable, con su sencillo vestido de muselina crema ribeteado de satén verde claro. Las mangas, ligeramente abombadas, resaltaban la esbeltez de sus brazos, y llevaba el cabello recogido en un par de trenzas sujetas con una cinta a juego. ________, la personificación de la juventud y la belleza femeninas, encajaba con la atmósfera bucólica del jardín y el parque, saludable, joven, vivaz y... ¿fértil?
Harry se preguntó si sería demasiado pronto para preguntarle sobre el tema, pero estaba casi seguro de que el período se le había retrasado varias semanas por lo menos. No es que él llevara la cuenta, pero era muy consciente de cuando no podía compartir su cama. Había pasado cierto tiempo desde que ella había admitido que no era el momento adecuado para que le hiciera el amor. No llevaban suficiente tiempo casados para que él supiera si eso era normal en ella o no, pero no había duda de que el aspecto sexual de su relación era de lo más satisfactorio, y que ejercía sus derechos a menudo. No le sorprendería lo más mínimo que ya estuviera embarazada.
Un hijo.Le gustaba la idea. Y no solo porque tener un heredero fuera su maldita responsabilidad, cosa que le sorprendía, porque él siempre había considerado el concepto «hijos» como algo abstracto. Sí, uno se casaba y, de acuerdo con el curso natural de los acontecimientos, concebía hijos. Pero ________ fecundada con una criatura suya, con el hijo de ambos... Esa idea le conmovía de forma inesperada.
—¿Pasa algo malo, Harry? —Su esposa ladeó la cabeza y entre sus delicadas cejas apareció apenas una arruga. —Tienes una expresión de lo más rara. Ya sé que este tipo de juegos no te gustan mucho, pero...
—Los juegos en general no suelen ser plato de mi gusto, pero no me importa. —Sonrió. —Y opino que esta piedra es bonita. Es cuarzo, creo.
—¿Ah, sí? —Ella se miró la mano muy contenta. —Bastante bonita, si se me permite decirlo. —Deslumbrante —reconoció él, mirándola a ella y no a la endemoniada roca.
Su preciosa esposa se ruborizó al captar la inferencia y el sentido de aquella mirada.
—No piensas participar en esta búsqueda, ¿verdad?
—Yo llevaré la piedra, ¿qué te parece?
Ella levantó desafiante una de sus cejas doradas.
—¿Y la oruga?
—¿Cómo dices?
—Tienes la lista en el bolsillo. Creo que hemos de encontrar una. Preferiría que la cogieras tú.
—¿La lista o la oruga?
—La oruga, claro. Deja de burlarte de mí. ¿Qué más hemos de encontrar?
¿Burlarse de ella? Bueno, tal vez lo hacía. Qué raro. Él no era burlón. Perplejo y obediente, Harry sacó el trozo de pergamino y lo examinó.
—«Una flor roja. Un palo especial...» ¿Qué demonios es un palo especial, en cualquier caso?
—¿Cómo voy a saberlo yo? Tu abuela hizo la lista y las frases son suyas. —________ se echó a reír. —Lo que sí sé es que hace un día excelente, que brilla el sol, y que nuestros invitados están gateando por ahí para encontrar los objetos seleccionados y ganar. ¿Seguimos, ahora que hemos resuelto el tema de la piedra? No creo que nos favorezca llegar los últimos a todo correr.
La palabra «correr», pronunciada por su seductora esposa, adquiría un significado enteramente nuevo. Pero la implicación sexual era de lo más inapropiada en ese momento, y estaba claro que ella no tenía ni idea de haber sugerido una imagen erótica. Harry cogió el pedazo de cuarzo, se lo metió en el bolsillo de la chaqueta y la siguió a través del jardín. Consiguieron encontrar todo lo que aparecía en la lista, inclusive una infeliz y brillante oruga verde, que él tuvo que sostener en la mano y evitar que se arrastrara por todo su cuerpo. Cuando por fin volvieron a la terraza, su abuela estaba allí sentada en toda su gloria, presidiendo la cacería con el bastón, y con una expresión de entusiasmo que Harry no le había visto en años.
Robert, a quien habían emparejado con una de las hermanas Campbell, que Harry no era capaz de distinguir, también sostenía una especie de gusano. Su aire de resignación sugería que a él también le parecía ridículo el juego.
Sin embargo, por su abuela y por esa expresión de satisfacción, Harry habría recogido una docena de criaturas como esa y hubiera cargado con ellas por ahí.
Damien se unió a ellos, refunfuñando por lo bajo.
—¿Hasta qué punto sería una grosería que nos retiráramos a tu estudio para tomar un coñac, Harry?
—No son ni las doce del mediodía.
—¿Y? ¿Acaso no llevas un insecto a cuestas? ¿Cuán a menudo sucede eso antes de mediodía? Nunca, por cierto. Yo, sin ir más lejos, necesito una copa.
Su hermano tenía razón.
—De hecho no creo que pueda calificarse de insecto. ¿No han de tener seis patas? Está claro que este tiene muchas más —dijo Harry muy serio.
—Ahora no es el momento de discutir sobre nimiedades.
—Estaba claro que el espécimen de Damien, lleno de manchas y pelos, era mucho más pequeño y menos vistoso.
Al final huyeron a su refugio y se tomaron su coñac. Harry prescindió de Mills con un gesto ausente, indicándole que terminara lo que habían estado tratando y volviese a la mañana siguiente. Captó la atónita expresión de su secretario cuando comprendió que pensaba tomarse el resto de la tarde libre.
Quizá dedicaba un tiempo algo excesivo a los negocios. No era necesario que se ocupara de todos ellos en persona. En su interior vivía aún el joven inseguro que poseía un ducado y era responsable de toda su familia, y Harry no sabía cómo librarse de esa necesidad compulsiva de ocuparse de todos y cada uno de los detalles. Quizá si su padre hubiera enfermado y se hubiese ido apagando poco a poco, habría estado más preparado. Pero un día estaba allí, saludable y feliz, y al siguiente se había ido.
Eso había trastocado el mundo de Harry.
Bebió un buen trago de coñac y volvió a centrarse en la conversación en curso. Tanta introspección profunda le perturbaba.
—... tenía que conseguir la mejor flor roja del demonio. —Robert seguía quejándose de su pareja en el juego. —Os juro que examinó todas las rosas de la propiedad. De todos modos, al final ganaron lord Emerson y su compañera.
—Pero la abuela lo pasó muy bien nombrando a los ganadores —comentó Damien. —Aunque me parece que la decisión tuvo mucho más que ver con su papel de casamentera, que con el color y el aroma como ella dijo. Se diría que cuando Emerson y la mayor de las Campbell están juntos, adquieren esa particular áurea soñadora que me hace desear volver directo a España a todo correr.
—Lo cual es bastante difícil —apuntó con una enorme sonrisa el conde de Bonham, que se había unido a ellos, —con el océano de por medio y todo eso.
—Pues ahogarme en el intento —replicó Damien, sentado con comodidad evidente en su butaca y levantando la mano con gesto de ironía. —Ah, no, yo no necesito que me den conferencias sobre las ventajas de tener las piernas atadas de por vida a una mujer, ni sobre el placer de la estabilidad conyugal. Las francesas ya son suficiente desafío.
—¿Placer? —Bonham sonrió. —Bueno, el término es adecuado en ciertas circunstancias. El dormitorio es el lugar que me viene a la mente.
—Uno puede experimentar la misma felicidad sin estar atado a una mujer para toda la eternidad —señaló Robert.
Su hermano menor debía saberlo, pensó Colton. Si hubo alguna vez un hombre que ejemplificaba la felicidad que podían ofrecer las más celebradas bellezas de Inglaterra, ese era Robert.
—Creo que todos hemos notado que tú suscribes esa filosofía, Robbie.
—¿Quién sabe? —Dijo Damien. —Puede que todo eso cambie, y pronto incluso.
Harry sentía cada vez un interés mayor. ¿Es que se estaba perdiendo algo? Cuando Damien usaba ese tono de voz, es decir ningún tono, lo prudente era estar atento. Su hermano casi nunca hablaba por hablar. Y además, en la cara de Robert apareció un destello fugaz que podía interpretarse como consternación.
—¿Tú sabes algo que yo no sé? —espetó Harry con enorme curiosidad, pues no sucedía muy a menudo que a su hermanito le desconcertara algo.
—No, no sabe nada. —Robert dejó la copa y se levantó. —Opino que Damien está tan acostumbrado a ejercer de espía, que cree que debe dejar caer comentarios crípticos, solo para no perder la costumbre. En todo caso, caballeros, por favor discúlpenme. Me han obligado a participar en la audición de esta noche, y debo asegurarme de que no he olvidado cómo usar el arco.
—¿Accediste a tocar? —Esta pequeña reunión campestre era cada vez más interesante, minuto a minuto. Todo el mundo sabía que a Robert no le gustaba airear su amor por la música.
—Tu esposa me lo pidió, por consiguiente no pude negarme. Creo que _________ está esforzándose al máximo para que esto sea un éxito sonado —levantó una ceja, —y acabamos de comentar lo difícil que me resulta negarle algo a una dama preciosa.
En cuanto Robert se marchó, Harry se volvió hacia Damien. Bonham también parecía intrigado.
—¿Qué diablos está pasando?
Su hermano rió con su mesura habitual.
—Digamos que tengo una teoría interesante, y dejémoslo ahí, ¿de acuerdo?
A _________ le desagradaban las reuniones con el día entero organizado de antemano, de modo que dejó las tardes libres a sus invitados, ofreciéndoles la posibilidad de dar largos paseos por la propiedad, cabalgar por el campo, relajarse en la enorme biblioteca, o ir de excursión a las aldeas cercanas si deseaban hacer algunas compras. Ella nunca habría sugerido una búsqueda como la de esa mañana, pero la abuela de Harry había insistido y ahora _________ estaba encantada de haber aceptado. Para empezar, todo el mundo se había apuntado con alegría y desenfado, y ella consiguió pasar cierto tiempo con su marido durante el día, lo cual era inusual.
Arabella, Rebecca y ella habían buscado refugio en su salita. Al menos no estaba decorada a base de innumerables florituras de encaje. Más bien tenía el aire de un elegante salón estilo Luis XIV, con mobiliario francés antiguo y las paredes tapizadas de seda. La gama de tonos, amarillo y crema, era relajante, y ella había decidido adoptarla en su dormitorio. Pero estaba convencida de que Harry insistiría en volver a Londres en cuanto los demás se fueran, y aunque la señora Finnegan podía sin duda supervisar los cambios, ella pensó con un suspiro que le habría encantado ocuparse en persona.
—La verdad es que estamos teniendo un tiempo mucho mejor de lo previsto, ____. —Arabella, radiante con su vestido de espigas de muselina, sostenía su copa de jerez con gesto refinado. — Todos lo han comentado.
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Lecciones de Lady Ruth
RandomNinguna dama de verdad debería tomar clases de una cortesana... ______, la nueva esposa de Harry Styles, quinto duque de Rolthven, es la encarnación de la novia perfecta. ¿Qué diría entonces la sociedad si la vieran con una copia de Los consejos de...