Los malentendidos son inevitables. Cuando menos lo esperéis, saldrán a la luz y os confundirán a ambos. La forma como os enfrentéis a la aparición de cada uno de ellos os dará la medida de vuestro afecto mutuo.
Del capítulo titulado «El arte de la discusión»
Ahí estaba él otra vez. Parecía increíble, pero la estaban siguiendo.En efecto, la silueta merodeaba por el umbral de la tienda de tabaco, al otro lado de la calle. ______, muy irritada y molesta, entornó los ojos y se preguntó si debía informar a las autoridades. Al fin y al cabo, su marido era un hombre rico, y debía estar alerta por si alguien quería secuestrarla.
Era el tercer día consecutivo que le veía, y cada vez estaba más convencida de que ese extraño hombrecito con una gorra de cuadros marrón la estaba siguiendo. La primera vez que le vio fue cuando olvidó el monedero en el carruaje; volvió a salir corriendo y con las prisas, a punto estuvo de tropezar con él. En aquel momento no le dio importancia, pero al día siguiente había vuelto a verle.
Y allí estaba de nuevo al otro día, aunque iba vestido de otra forma. Cuando ______ le localizó por tercera vez, su curiosidad se convirtió en alarma.
Volvió a entrar en la tienda y le preguntó a la esposa del sombrerero, una mujer corpulenta que trabajaba en la parte delantera del establecimiento, si había una salida por atrás que pudiera utilizar. La tendera se mostró sorprendida, pero le mostró la puerta trasera y aceptó unas monedas a cambio de enviar a un dependiente a la calle, al cabo de una hora más o menos, para decirle al cochero de la duquesa que regresara a casa con el vehículo. En la expresión de la mujer, ______ leyó que los caprichos de los nobles y los poderosos debían aceptarse con resignación, y salió a hurtadillas al callejón que había detrás de la tienda, libre gracias a su estratagema.
No estaba segura de que la treta fuera necesaria, pero estaba embarazada y la vida del hijo que llevaba en sus entrañas, más y más real a medida que pasaba el tiempo, era lo más importante del mundo. Lo prudente era ser cuidadosa.
Hacía un día muy agradable, quizá un poco frío, y en lo alto del cielo azul celeste había apenas una leve pátina de nubes. Cuando ya se había adentrado bastante en el callejón, sorteando montones de imprecisos desperdicios, ______ se coló por la puerta trasera de una tienda de tabaco, pidió disculpas al sobresaltado propietario y salió de nuevo a la calle.
Arabella vivía cerca, junto a St. James y ya que hacía buen tiempo, era agradable dar un paseo hasta el domicilio de los Bonham. Al llegar se enteró con alivio de que lady Bonham estaba en casa. Al cabo de unos minutos la condujeron a una salita privada en el primer piso, y su amiga se puso de pie para recibirla.
—___, qué contenta estoy de que hayas venido. ______ forzó una sonrisa.
—Siento aparecer de repente, pero me pareció conveniente.
—¿Conveniente? —Arabella le señaló una butaca y frunció el ceño. —Qué palabra tan curiosa.
______ se sentó. Aunque ya se había acostumbrado a los mareos, de vez en cuando tenía náuseas.
—¿Podrías pedir que me trajeran una taza de té ligero?
—Por supuesto. —Arabella llamó con el tirador. —¿Es el niño? Por Dios, de pronto te has puesto pálida. ¿Necesitas tumbarte?
—Un poco de té me sentará bien —le aseguró ______. Cuando llegó la infusión se la bebió con ganas, luego esperó que las náuseas remitieran y dijo con una sonrisa algo llorosa: —Es que estoy un poco disgustada. Menos mal que estás en casa.
Durante el paseo había tenido una sospecha muy desagradable, y necesitaba hablar con alguien.
Arabella parecía preocupada.
—¿Cuál es el problema? Esto no es propio de ti en absoluto. —Ni siquiera sé por dónde empezar. Ni si debo empezar. Aquello provocó que su amiga pestañeara.
—Por favor, elige un modo. Estás dando rodeos.
—No es lo que pretendo, pero por lo visto así es mi vida últimamente. —______ dio otro sorbo y se sintió lo bastante tonificada como para dejar la taza a un lado. —Le he dicho a Harry que vamos a tener un hijo.
Arabella hizo un gesto de aprobación.
—Imagino la dicha de tu marido.
—Era de esperar que se mostrara dichoso.
La condesa de Bonham frunció el ceño.
—¿Qué significa eso? ¿Es feliz, verdad?
—Eso dice. —______ se volvió a mirar una de las ventanas con parteluz y reprimió el llanto. — El dice que sí. Pero yo no estoy segura. Me trata de un modo distinto. Y ahora esto.
—¿Qué quieres decir con «esto»? —preguntó Arabella, al cabo de un momento.
—Me están siguiendo. Al menos eso creo. Un hombrecito espantoso con una gorra marrón. Le he visto de vez en cuando, y aunque es verdad que las coincidencias ocurren en la vida, no creo que esto lo sea.
—No lo entiendo.
______ meneó la cabeza.
—Yo tampoco lo entiendo, pero sí te digo que no me sorprendería que Harry tuviera algo que ver, considerando lo malhumorado que está estos días. Me ha hecho unas preguntas muy extrañas, y se comporta como si estuviera encantado con el niño, y al mismo tiempo no lo estuviese. Ah, no lo estoy describiendo bien, pero baste con decir que no sé qué hacer con todo esto. ¿Por qué me haría seguir mi marido?
Arabella abrió la boca para contestar, pero se quedó así un momento y la cerró de golpe. Luego se ruborizó, desvió la mirada e irguió los hombros.
_______ observó dicho proceso con interés. Seguía con el estómago revuelto, provocado por su torbellino interior.
—¿Qué? —Preguntó con la franqueza y la familiaridad de una vieja amiga. —Si sabes algo, dímelo, por favor.
—Yo no sé nada, y supongo que no me sorprende que no se te haya ocurrido a ti, porque tampoco se me ocurrió a mí, pero tal vez podemos aventurar una conjetura. —Arabella se dio la vuelta, con expresión decidida. —Rebecca me prestó el libro cuando lo terminó, ¿sabes?
______ asintió. No era necesario aclarar a qué se refería con «el libro». Los consejos de lady Rothburg.
El libro.
—Sigo sin creer que las tres lo hayamos leído. Nuestras madres se morirían del susto. Pero... yo... ay, querida, no hay una forma delicada de decirlo, yo...
—Bella, te adoro, pero por favor dilo de una vez antes de que grite.
—Hice eso del capítulo diez.
«Capítulo diez.» ______ hizo memoria, recordó a qué se refería su amiga y apenas fue capaz de reprimir un gemido. Ella no se había atrevido con el capítulo diez, de modo que comprendió perfectamente el sonrojo.
—Ya entiendo.
Arabella intervino de inmediato: —No fue tan desagradable como parecía y...
—Si no me dices de una vez por qué crees que esto tiene que ver con mi situación, me volveré loca. —______ notó que le chirriaban los dientes. El malestar que sentía en el estómago no la ayudaba precisamente.
—Andrew exigió saber de dónde había sacado la idea. Le gustó y no le gustó a la vez, no sé si me entiendes. —Arabella apoyó la espalda con gesto decidido, pese al rubor de sus mejillas.
—No, me temo que no.
—No te preocupes, tu nombre no salió a relucir en ningún momento, pero al final tuve que confesar que había leído el libro, porque mi marido no se habría olvidado del asunto. Se tranquilizó tanto que ni siquiera se enfadó.
—¿Se tranquilizó? —______ no entendía la lógica. —¿Por qué?
—Su primera reacción fue creer que quizá otro hombre me había sugerido la idea. ______ se quedó sin palabras.
Arabella volvió a mirarla, comprensiva.
—Creo que mi expresión se parecía a la tuya en este momento. No conseguía entender que hubiera llegado a esa conclusión. Quiero decir que, ¿cómo podía Andrew pensar eso? Su respuesta fue que no podía imaginar ni por un momento que yo hubiera soñado siquiera con hacer algo tan escandaloso por mí misma. El problema es que tenía razón. No lo hubiera hecho. Yo ni siquiera sabía que las mujeres hacían cosas así. De no ser por el libro, no se me habría ocurrido. Puede que si te siguen y Harry es el responsable, haya llegado a la misma conclusión que Andrew.
Dios del cielo. Harry no podía creer que ella tenía una aventura, ¿o sí? ______ permaneció inmóvil en su butaca, dando vueltas a la cabeza, recordando las últimas semanas.
Cuando puso en práctica los consejos del capítulo dos, él le había preguntado de dónde había sacado esa ocurrencia, pero ella esquivó la pregunta. Al contrario que Andrew, Harry no era dado a insistir, y había dejado correr el asunto.
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Lecciones de Lady Ruth
RandomNinguna dama de verdad debería tomar clases de una cortesana... ______, la nueva esposa de Harry Styles, quinto duque de Rolthven, es la encarnación de la novia perfecta. ¿Qué diría entonces la sociedad si la vieran con una copia de Los consejos de...