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Los hombres y las mujeres no son compañeros naturales salvo en un sentido físico. Lo habitual es que no nos gusten las mismas distracciones, y que no nos parezcan graciosas o interesantes las mismas cosas, y nuestras vidas cotidianas son tan dispares que a veces es difícil que nos comprendamos mutuamente. Hay pocos hombres que se preocupen de su guardarropa, salvo de un modo muy ocasional, y hay pocas mujeres a quienes les guste hablar sobre caballos y perros de caza. No obstante, estas numerosas diferencias pueden favoreceros. Elogiadle y agradecedle siempre que os conceda algo de su tiempo y dinero, y veréis que aumenta su generosidad.

Del capítulo titulado «Convertir la desgana en fogosidad»

El sobre en cuestión estaba entre un montón de correspondencia, y no llevaba sello ni señas del remitente. El secretario de Harry, Mills, un joven delgado de rasgos insulsos y porte discreto, se lo entregó algo extrañado.
—Esto... creo que es de su excelencia, la duquesa. Harry cogió el pergamino que le ofrecía. —¿De mi esposa?
—Sí, señor.
—¿Por qué demonios me iba a escribir una nota?
—Era una pregunta ridícula, porque ¿cómo iba a saber su secretario lo que pensaba _______? La verdad es que la mayoría de las veces ni el propio Harry la entendía.
—Parece una invitación, excelencia —dijo Mills, solícito.
—Eso ya lo veo. —Harry examinó el texto por segunda vez. —Resulta bastante interesante que te inviten a tu propia casa. Y aún lo es más que la duquesa haya olvidado hablarme de sus planes. ¿Por qué demonios planea una fiesta campestre?
—¿Una sorpresa, señor? —Mills recolocó una pila de documentos con su usual eficiencia, y una actitud más discreta que nunca.
Harry le miró.
—Estoy de acuerdo —dijo con sequedad. —Es una sorpresa, pero eso no me ayuda a comprender por qué no me dijo ni una palabra sobre ello.
—Su cumpleaños, excelencia.
—¿Mi cumpleaños?
—El día cinco. Cumplirá usted veintinueve.
—Ya sé qué edad tengo —replicó con aspereza, sintiéndose un poco tonto. Al pensar en ello, calculó que era la semana siguiente. La verdad es que no le había pasado por la cabeza que su encantadora y joven esposa hiciera algo como planear una fiesta para celebrarlo. No sabía si sentirse conmovido o un tanto molesto. Ambas cosas, seguramente. Aunque apreciaba el considerado gesto, también estaba demasiado ocupado para olvidarse de todo e irse al campo a holgazanear durante cinco días, en una casa repleta de invitados.
________ tenía una tendencia infernal a complicar cosas que deberían ser simples.

Suspiró, dejó la invitación sobre la mesa, y descubrió un leve rastro del seductor perfume impregnado en el papel.
—Puesto que sin duda ella ya ha enviado otras invitaciones al evento, supongo que no me queda otro remedio que asistir. Por favor, compruebe mi agenda y cambie todas las citas que sea posible. Me parece que tenía que ver a lord Liverpool durante esos días, y uno no cancela una cita con el primer ministro a menos que él esté conforme. De ser así, usted me acompañará a Rolthven y así podremos trabajar un poco mientras esté allí. Ahora mismo lo mejor es que vaya en busca de mi esposa e intente averiguar si está maquinando algo más que yo no sepa.
—Sí, excelencia. —Mills se comportó con su eficiencia y discreción habituales, mientras Harry se ponía de pie y salía de su estudio. En el vestíbulo principal se encontró con el mayordomo, quien le informó de que sí, en efecto, la duquesa acababa de llegar y estaba en casa.
Mientras subía la estilizada curva de la escalinata principal que conducía al segundo piso donde estaban sus aposentos, Harry pensó en cómo manejar la situación. Tal vez un firme reproche. Aunque no quería parecer desagradecido por esa celebración en su honor, ella debía entender que no podía reorganizar su agenda. Se detuvo antes de llamar a la puerta de su dormitorio, pero entonces recordó que ________ era su esposa y que aquella era su casa, así que la abrió.
La doncella, sobresaltada por esa irrupción abrupta e inusual en la alcoba de su señora a media tarde, levantó los ojos. En aquel momento estaba sacudiendo una de esas ridículas prendas interiores transparentes a las que ________ estaba aficionándose. Se inclinó con una profunda reverencia y el vaporoso encaje quedó suspendido en sus manos.
—Excelencia.
Al oír una leve salpicadura detrás del biombo, colocado sobre una tarima en el otro extremo de la habitación, supo dónde estaba ________. Mientras se bañaba, canturreaba una tonada con una musicalidad sorprendente. No sabía que su bella esposa supiera cantar.
Si estaba bañándose, estaba desnuda.
Ese hecho irrefutable le contuvo un momento, pues aunque había ido allí para hablar con ella, no esperaba encontrarla desnuda. Probablemente lo mejor sería que se diera la vuelta y se fuese, le sugirió la voz de la razón. Podían hablar de la fiesta durante la cena.
Podía incluso pedirle que bajara un poco antes a tomar una copa de jerez, y sacar el tema en ese momento. Oyó otra pequeña salpicadura.
Un sonido con un erotismo inesperado. Era extraño, pero hasta ese momento nunca había considerado que bañarse fuera un pasatiempo seductor.
Harry miró un segundo a la doncella de ________.
—Por favor, discúlpenos. La duquesa la llamará más tarde si la necesita.
—Sí, excelencia. —La joven colocó de inmediato la camisola sobre el taburete del tocador, salió a toda prisa y cerró la puerta.
—¿Harry? —dijo desde detrás del biombo. Era obvio que había reconocido su voz.
Eran las cuatro en punto de la tarde, se repitió a sí mismo. Y además estaba molesto por el desconcertante comportamiento de su esposa.
Pero eso a su rebelde miembro no le importaba. Ni tan siquiera había visto aún a ________ y ya sentía crecer una erección. La fragancia del jabón de lavanda le recordó la dulzura de su aroma. Esa tentadora imagen mental de unos hombros desnudos apoyados contra el borde de la bañera le provocó una reacción tan intensa que apenas pudo creerlo.

Lecciones de Lady RuthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora