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El engaño puede adoptar muchas formas. Algunas veces, ocultar la verdad es una forma prudente de actuar. Pero eso también puede significar la muerte de un frágil vínculo de confianza. Si engañáis a vuestro amante, hacedlo con cuidado.

Del capítulo titulado: «Lo que él debe saber

Lea hizo un gesto vago.

—Si necesitamos algo más la llamaremos, señora Judson.
—Muy bien, madame. Excelencia. —La anciana hizo una reverencia con la cabeza y salió de la sala.
—Suele ir de aquí para allá dando órdenes a todo el mundo, como si la señora de la casa fuera ella y no yo. No es que me importe, porque es muy eficiente y los niños la adoran. Solo se acuerda de repente de que soy la hermana de una duquesa cuando tú vienes de visita —le explicó su hermana entre risas.
_________ consiguió esbozar una sonrisa ausente.
—Tienes suerte de tenerla. Dime, ¿cómo están los niños?
Esa pregunta siempre provocaba una retahíla de descripciones sobre las diversas hazañas de sus sobrinas y su sobrino, pero Brianna les quería mucho a todos, así que lo normal era que le encantara y le distrajera oírlas. Pero debía admitir que esta mañana en concreto estaba distraída.
—... y estaba debajo de la cama, nada menos... _____, ¿me estás escuchando?
—Por supuesto —dijo de forma automática. Pero al ver la mirada de claro escepticismo de Lea, añadió con un suspiro: —quizá no con la atención que debiera. Perdona.
Estaban sentadas en la salita de invitados de la residencia de su hermana. Era un espacio acogedor, con butacas tapizadas de cretona y cojines bordados, y de las paredes colgaban varias acuarelas que su hermana había pintado recientemente. Lea dejó la taza de té a un lado.
—¿Pasa algo malo? Dijiste que la reunión campestre de Rolthven fue un éxito. Y por los comentarios de los periódicos parece que todo el mundo opina lo mismo. Me habría encantado que Henry y yo hubiéramos podido asistir.
—Fue bien. Me parece que los invitados disfrutaron mucho. Incluso Harry parecía relajado. — _______ contempló la base de la taza con aire melancólico. —Al menos esa es la impresión que tuve. Estos días, en cambio, se está comportando de un modo bastante distinto.
Era cierto. Desde que habían vuelto había estado más absorto que nunca. A posteriori resultó un error haberle revelado sus verdaderos sentimientos. Nunca debía haberle dicho que le amaba. Esas sencillas palabras lo habían cambiado todo, aunque ________ habría jurado que en aquel momento Harry se había emocionado. La verdad es que le había dado un beso prolongado e intenso, y después le hizo el amor de una forma tierna y ardiente a la vez, pero puede que ella hubiera confundido el deseo físico con una respuesta emocional.
—Define distinto. —Lea frunció el ceño, preocupada. —Veo que esto te angustia mucho. —Es difícil de describir. Está... distante.
—¿Más de lo normal?
________ reaccionó a eso con una sonrisa irónica. Sí, Harry solía presentar al mundo la imagen de un aristócrata privilegiado, nada complaciente, ni afable. Aunque ella sabía de primera mano que era muy capaz de ser ambas cosas.
—Sí. Sin duda más de lo habitual. A lo mejor solo se debe a que le obligué a pasar unos días en el campo y ahora está más ocupado que nunca, pero no ha...
Se detuvo, sin saber cómo seguir. Unas lágrimas imprevistas le inundaron los ojos y desvió la mirada hacia la ventana manchada por la lluvia.
—¿No ha...?
—Venido a mi cama —balbuceó entre sollozos reprimidos.
—Entiendo... —Lea parecía desconcertada, —y deduzco que no suele ser así.
—En absoluto. —________ parpadeó un par de veces, maldijo en su fuero interno esa reacción ante una sospecha a buen seguro infundada, y recobró la compostura. —¿Tú qué harías si Henry actuara así?
—Preguntárselo directamente, por supuesto. Pero mi Henry no es Rolthven, querida. Dudo que tu duque esté muy acostumbrado a que alguien cuestione sus actos, ni tan siquiera su esposa. — Lea pasó un dedo sobre el brazo de la butaca con expresión pensativa. —Puede que esto solo signifique que estás demasiado sensible. Los hombres tienen sus propios estados de ánimo y los matrimonios pasan por fases, como sucede en la naturaleza.
—O puede —señaló _______ exponiendo uno de sus mayores miedos, —que tenga una amante. Yo he hecho todo lo posible por evitarlo, pero...
Terminó la frase con un pequeño sollozo, y Lea la miró de frente con evidente curiosidad.
—¿Y qué has hecho?
—Eso no importa. —________ se levantó y depositó la taza de porcelana con sonora contundencia. Ella nunca era así, tan llorosa y emotiva sin razón. Hubiera jurado que los consejos de lady Rothburg habían surtido efecto. —Será mejor que termine mis recados.
Volver a la rutina debería haber sido justo lo que le convenía y sin embargo, mientras el carruaje subía traqueteando por la calle mojada, Harry se dio perfecta cuenta de que había perdido el control. De repente su vida ya no era ordenada.
Hacía una semana que ________ y él habían vuelto del campo, y aunque todos, incluido él, opinaban que la fiesta de su cumpleaños había sido un rotundo éxito, desde la erótica noche de su cumpleaños, las cosas en su matrimonio habían emprendido una clara espiral descendente.
Su bella esposa le escondía algo, y cuando pensaba en ello tenía la sensación de que hacía un tiempo que duraba.
Ella no lo haría, se dijo con firmeza, mientras se arrellanaba con desgana en el asiento del vehículo en marcha. ________ no era embustera, o al menos eso pensaba. Todo lo contrario, era cariñosa, inteligente, agradable y muy, muy hermosa.
Ese último detalle le causó cierta preocupación.
Eso era evidente para los demás hombres también. Ella llamaba la atención allí donde iba, y pese a que en su presencia, jamás había coqueteado en lo más mínimo, su joven esposa poseía cierta sensualidad inherente que era difícil ignorar.
Era detestable ser consciente de que cuando un hombre se casaba con una mujer tan atractiva como ________, podía estar condenado a soportar una repugnante e intensa sensación de celos. Harry no lo había considerado desde esa perspectiva hasta el presente, por la sencilla razón de que nunca se le había ocurrido que pudiera tener motivos para preocuparse.
El carruaje se detuvo en seco. Se apeó y se fijó en que el barrio no era ni sofisticado, ni ruinoso, sino que estaba repleto de negocios y viviendas respetables. El establecimiento que buscaba tenía un cartel recién pintado y además discreto. No ofrecía ninguna pista de la naturaleza del servicio que proporcionaba, y eso era exactamente lo que quería.
Entró en Hudson e hijos y el joven que estaba detrás del mostrador se puso de pie al instante y le hizo una reverencia.
—Excelencia. Mi padre le está esperando. Por aquí.
—Gracias —dijo, adusto.
Al cabo de unos minutos estaba sentado en un despachito atiborrado, frente a un hombre de cabello oscuro, mirada implacable y perilla. Harry carraspeó, preguntándose si habría algún ser humano más desgraciado que él en ese momento. Pero el señor Hudson se adelantó y dijo con una empatía sorprendente:
—Su nota era muy clara, excelencia. No es necesario que vuelva a explicarlo todo. Desea usted contratarnos para que sigamos a su esposa, ¿es correcto?
—Yo no deseo contratarles en absoluto, pero sí, en esencia es correcto.
—Puede estar seguro de nuestra competencia en asuntos de esta índole, y la confidencialidad está garantizada.
—Más vale que sea así. —Harry no solía utilizar su rango para intimidar, pero esto era importante para él. —Madame la duquesa no debe saberlo nunca. Si surgiera algo, yo lo resolvería en privado.
—Comprendo. —Hudson inclinó la cabeza. —Por favor, dese cuenta de que nosotros tenemos experiencia en este tipo de cosas.
—Yo no tengo la menor experiencia —dijo Harry, mientras miraba distraído el detallado mapa de Londres que había en la pared, —y para ser sincero, detesto contratarles.
—Muy pocas personas desean cruzar el umbral de nuestra oficina, excelencia.
—Imagino que eso es verdad. ¿Con qué frecuencia dispondré de sus informes?
—Tan a menudo como desee. Yo le sugiero una vez por semana, a menos que detectemos algo fuera de lo común. A menudo, si existe la aventura, la descubrimos de inmediato.
—De hecho, yo no he pensado ni por un segundo que mi esposa esté teniendo una aventura.
Hudson levantó las cejas como diciendo: ¿entonces por qué está usted aquí?
Al infierno con la dignidad.
—Pido a Dios por qué no la tenga. Mi secretario les enviará un cheque con sus honorarios — murmuró Harry.
—Necesitaría una descripción física y algunos detalles sobre su rutina diaria. ¿A qué dedica el tiempo?
—No sé con certeza cuáles son las ocupaciones cotidianas de la duquesa. El tipo de cosas que suele hacer una dama, imagino.
Era verdad. Ya que el sustento, no solo de su familia, sino también de muchas otras personas dependía de su prosperidad, Harry se dedicaba sobre todo a su trabajo. ________ iba a menudo de compras y a visitar a sus amigas, y también hacía obras de caridad en diversos orfanatos, para las cuales él le entregaba un dinero extra. Durante el día cada uno hacía su vida. Solo estaban un rato juntos por las tardes, y había muchas noches que él se iba al club. Era una situación muy habitual entre las parejas de su posición social.
No era de extrañar que tantos hombres y mujeres tuvieran la oportunidad de tener aventuras pasajeras.
—Entiendo. Eso nos ayudaría, pero no es imprescindible. Mi empleado averiguará enseguida las costumbres de su excelencia. —Hudson hizo un garabato en un pedazo de papel, con expresión profesional, inescrutable.
—Ni siquiera sé si tiene costumbres. —Harry defendió a su mujer aunque, técnicamente hablando, era él quien la acusaba. —No del tipo al que usted se refiere. Lo único que ocurre es que alguno de sus actos me ha sorprendido, eso es todo.
—¿Sorprendido? ¿En qué sentido?
Sí, sorprendido. Tenía que afrontar los hechos irrefutables. Metódico por naturaleza, Harry incluso se había sentado a anotar la lista de motivos por los que había empezado a inquietarse.
Todo había empezado con aquel endemoniado vestido provocativo que ________ lució en la ópera. Eso, constató Harry, marcó el principio del cambio en su comportamiento. Había ido adquiriendo mayor seguridad a una velocidad extraordinaria, y en el dormitorio hacía cosas que él nunca hubiera imaginado que le pasaran jamás por la cabeza a una dama joven como Dios manda. Diablos, le había atado a la cama y le había dado placer con la mano, y luego se puso a horcajadas sobre él y cabalgó sobre sus caderas como si supiera exactamente qué debía hacer.
Él, desde luego, antes nunca había hecho el amor en esa postura. Ni tampoco le sugirió que le tomara el miembro en la boca. Tampoco esa descocada ropa interior parecía la apropiada en una joven ingenua hasta ese momento y con una educación tan estricta. Solo el diablo sabía la tortura que suponía para Harry estar con ella en público, sabiendo que debajo del vestido llevaba esas piececitas de ropa, tan transparentes y tentadoras.
Los primeros meses de matrimonio ella se había comportado según lo previsto. Era tímida e insegura en la cama, y al día siguiente solía mostrarse un tanto avergonzada.
Harry tenía que afrontar que algo había cambiado desde entonces. Ahora su esposa hacía el amor como una cortesana, y estaba claro que no se lo había enseñado él.
Los hombres se fijaban en ella, la deseaban. Era preciosa y poseía cierta vitalidad que no pasaba desapercibida.
¿Era esa la razón por la que se negaba a decirle que estaba embarazada? Aún no había mencionado la posibilidad siquiera.
Tal vez el hijo no era suyo.
Dios del cielo, cómo le destrozaba pensar eso. No tenía nada que ver ni con su linaje familiar, ni con su maldito dinero, ni con el endiablado título. Imaginarla en brazos de otro hombre... no podía soportarlo. ¿Acaso _______ era capaz de declarar con tanta dulzura que le amaba y al mismo tiempo traicionarle?
No, en realidad no lo pensaba, pero, al mismo tiempo, necesitaba saberlo.
No obstante no tenía la menor intención de contarle todo eso al señor Hudson, de Investigaciones Hudson e hijos. No solo en aras de su propio orgullo, sino porque él jamás avergonzaría a ________ a sabiendas.
—Eso es privado —se limitó a decir, con la mirada firme.
Si el señor Hudson tenía la sensación de que Harry dificultaba su propia causa, era demasiado diplomático para decirlo.
—Por supuesto. Aunque una descripción nos sería útil, ya que sin duda ustedes viven en una residencia muy grande, y habrá gente entrando y saliendo a todas horas.
Describirla era fácil, pues conocía su cuerpo al milímetro, desde la punta de su centelleante cabellera hasta los pies.
—¿Le sirve esto? —Harry le entregó un retrato en miniatura, pintado recientemente. Solo por el hecho de desprenderse del medallón ya tenía la sensación de perder algo.
Hudson cogió el retrato de ________ y lo observó con atención.
—Mucho. Le felicito. La duquesa es encantadora. ¿Dígame, excelencia, sospecha usted de alguien en concreto? ¿Un amigo, un colega, un pariente? Es muy inusual que el culpable sea un desconocido.
Por un momento, Harry se sintió tan abatido que consideró la idea de levantarse y abandonar la investigación. Luego la desechó. Si su esposa era inocente, todo iría bien. Si no... Bien, en ese caso no estaba seguro de lo que haría, salvo que quedaría destrozado. En mil pedazos.
—No. —Se levantó, puso punto final a aquella dolorosa conversación y agradeció como nunca en su vida dar por terminada una cita.
Pronto lo sabría, pensó taciturno mientras volvía a subir en el carruaje. Solo esperaba que conocer la verdad no le mandara directo al infierno.
—¿Te niegas a decírmelo? —________ miró a su cuñado con evidente reproche.
Por fin lo había acorralado en el pasillo que unía los aposentos de la familia en la enorme mansión de Mayfair, y eso le había costado bastante. Ahora sabía por qué lord Wellington le tenía en tanta estima. Damien era astuto. Era como si hubiera intuido que deseaba hablarle, y la evitaba con mucha habilidad.
—Mi querida ________, yo jamás te negaría nada.
Damien sonreía con aquel aire enigmático tan suyo, y ella tuvo la sensación de que si no hubiera estado literalmente atrapado, e incapaz de salir de sus habitaciones sin apartarla de un empujón, se habría alejado sin más, tras ese comentario tan ambiguo.
—Damien —le dijo con una entonación muy elocuente, —yo te aprecio mucho, pero si no me dices qué está pasando en esta casa soy capaz de recurrir a la violencia. La otra noche en la cena, Robert estuvo tan parco y tan distraído que creí que se atragantaría con la comida si le instaban a entablar una conversación civilizada. Harry también actúa de un modo extraño. Aquí yo soy la única mujer de la familia, y tengo la extraña sensación de que algo pasa si todos vosotros os mantenéis apartados de mí ex profeso.
Entonces volvió a pasar. Sin previo aviso, salvo un espasmo en el estómago, _________ tuvo una arcada tan fuerte que gimió y se tapó la boca con la mano, por temor a vomitar sobre las botas de su cuñado y mancharse ella también. Pero comprobó con cierto disgusto que él sacaba de inmediato un pañuelo y se lo ofrecía.
—Toma, usa esto y deja que vaya a buscar una palangana —le dijo.
Al cabo de pocos minutos ________ estaba medio echada en el sofá de la salita y Damien le daba un paño empapado en agua fría para la frente. El único aspecto positivo de todo ese embarazoso incidente era que, de hecho, había digerido el desayuno. Cuando recuperó el habla, dijo en un susurro:
—Perdona. Ha sido muy repentino.
Damien, que estaba a su lado en cuclillas, sonrió.
—Según tengo entendido, no es nada fuera de lo común. No soy médico, pero cuando uno está en el ejército adquiere cierta experiencia en estos menesteres. Siempre hay mujeres cerca de donde acampan los soldados, y las consecuencias suelen ser inevitables. Felicidades".
Ella le miró muy confundida.
—¿De qué diantre estás hablando?
Él frunció el ceño. Se quedó callado un momento, y luego dijo con amabilidad: —¿Suele ocurrirte a menudo?
Últimamente muy a menudo, por desgracia, aunque la verdad es que no solía vomitar. Solo se mareaba de vez en cuando, y las últimas semanas había empezado a privarse de las salsas fuertes y los postres pesados hasta que se le pasara el malestar.
—A veces —le contestó; se incorporó y tragó saliva, —y luego se me pasa. Por favor, no se te ocurra contárselo a Harry. Se preocuparía, y seguro que estoy bien.
—Yo creo que estás perfectamente —corroboró Damien con una sonrisa. —Pero quizá deberías reflexionar sobre ciertas cosas. Puede que Harry actúe de forma extraña porque ya haya averiguado la causa de tu malestar.
—¿La causa? —Ella intentaba eliminar la sensación de sequedad que tenía en la boca, deseando con fruición esa taza de té ligero, que siempre le sentaba tan bien.
—Bueno, eres una mujer casada.
Brianna parpadeó, sin saber cómo contestar. Claro que estaba casada. Damien maldijo en voz baja.
—Siempre me sorprende esa tendencia de la aristocracia inglesa de no informar a nuestras mujeres jóvenes sobre cuestiones prácticas. Llevo demasiado tiempo viviendo en un lugar donde la muerte es mucho más común que el milagro de la vida, así que seré franco. _______, ¿puedes estar embarazada?
¿Si estaba qué?
Se le escapó una leve exhalación. Damien quería decir que... Su cuñado se apoyó en los talones, con aire irónico.
—¿No se te había ocurrido?
Ella tardó un momento, pero luego meneó la cabeza y se lamió los labios resecos. —Hasta ahora, no —confesó. —¿Eso provoca náuseas?

—En algunas mujeres sí, al principio. También duermen más, creo, porque gestar a otro ser humano requiere cierta energía, claro que el síntoma definitivo es que no tengas el período.
Él lo dijo con toda naturalidad, pero aun así ella se sonrojó. Fue un rubor muy evidente a juzgar por la reacción de Damien. La cara le ardía.
Se sintió como una tonta. Eso era peor que cuando su madre le dijo que soportara la noche de bodas sin quejarse. Le mortificaba que un joven soltero como Damien supiera más que ella sobre ese tema, y más grave aún era pensar que Harry también podía haberlo deducido.
¿Por qué su marido no le había dicho nada?
—Supongo que es posible —asintió aturdida.
—Yo apostaría a que se trata de eso —dijo Damien con una mueca. —Mi hermano mayor es un tanto reservado, pero sigue siendo un hombre. ¿Podría rogarte que tuvieras un varón y me liberaras de la abominable carga de ser el heredero del ducado? En España no me resulta mucha molestia, pero esta guerra no durará siempre. Detesto pensar que me vería obligado a posponer mi regreso a Inglaterra para evitar la insistente persecución de unas cuantas jovencitas ambiciosas.
—Tú nunca faltarías a tu deber con la Corona. —________ se incorporó un poco, aliviada al sentir que la náusea disminuía. —En cuanto a lo del heredero, haré todo lo que pueda.
Damien se puso de pie.
—Harry estará encantado.
—Como la mayoría de los hombres, supongo. —________ seguía molesta. Si su marido pensaba que podía estar embarazada, seguro que lo habría mencionado. Al pensar en ello, se dio cuenta de que tenía un retraso de varias semanas. Entonces recordó que se había encontrado mal cuando estuvieron en Rolthven, y las atenciones de su esposo adquirieron un nuevo significado.
Era como si la estuviera espiando.
Su cuñado insistió en acompañarla a las estancias ducales, y cuando Damien se fue _______  llamó a su doncella. En cuanto Molly acudió le preguntó sin darle importancia:
—¿El duque ha preguntado por mí últimamente?
La muchacha, que de pronto parecía incómoda, respondió con suavidad y deferencia: —¿A qué se refiere, excelencia?
—Es solamente por curiosidad, no estoy disgustada, no se preocupe. ¿Le ha hecho alguna pregunta sobre mi estado de salud? —________ se sentó en el borde de la cama, intentando no entrelazar las manos con demasiada energía.
Molly torció el gesto y asintió con cierta vacilación.
—Cuando estábamos en Essex y un día usted se despertó más tarde, me preguntó si parecía más cansada de lo habitual, excelencia. En su estado es muy natural. Todos nosotros nos sentimos muy felices por los dos. Es una bendición.
¿Nosotros? Qué maravilla. Todos los habitantes de la casa estaban al tanto de su embarazo, menos ella. _______ se quedó abrumada, muda, hasta que acertó a decir:
—Gracias.
—¿Desea un té ligero? Le sentará bien. _______ consiguió asentir.
Cuando Molly se marchó, ella siguió sentada con las manos juntas en el regazo y el cerebro dándole vueltas al compás de unos arbitrarios espasmos del estómago.

¿De verdad iba a tener al hijo de Harry? Sintió un nudo en la garganta. Era feliz. ¿Por qué iba a llorar?
El no había acudido a ella desde que volvieron de Rolthven. ¿Era esta la razón? En los últimos días se había sentido muy sola y confusa a causa de ese comportamiento, y en parte había intentado hablar con Damien por ese motivo.
Eso tampoco había resultado un éxito. El hermano menor de Harry había esquivado con habilidad todas y cada una de sus preguntas, con una naturalidad y una sutileza de las que solo él era capaz. Al final fue ella quien acabó respondiendo a preguntas personales.
________, sentada en el borde de aquella cama enorme, se sintió triste y desamparada. Continuaba sin saber qué le pasaba a Robert, y aunque el ensimismamiento de Harry podía deberse a que supusiera que ella iba a dar a luz a su hijo, tenía la sensación de que esa no era excusa suficiente para su reciente actitud distante.
Era desgarrador admitir que no tenía ni la menor idea de cómo manejar este hecho.
Irguió la espalda, desechó la melancolía con decisión, se preguntó qué haría lady Rothburg y trató de recordar el texto del libro.
Por irritante que resulte el hombre común, sus actos suelen tener un motivo justificado. Algo con lo que nosotras no siempre estaremos de acuerdo, pero que para él es válido y justifica su comportamiento. Es necesario comportarse con discreción, pues a ningún hombre le gusta que una mujer se entrometa en su vida, pero saber qué le impulsa a actuar de una determinada manera solo os reportará ventajas.
Decir que la información es poder no es un cliché, es la pura verdad.
Tenía lógica. Primero lo primero: ————- necesitaba saber si de verdad estaba embarazada antes de enfrentarse a Harry por ese distanciamiento repentino.

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