Dave sabía que no debía hacerlo, que no tenía qué y que además debía llamar a la policía, pero allí estaba: frente a la fábrica abandonada en el olvido de dios.
Sacó su móvil y marcó el número frenéticamente. Contestaron al tercer timbre.
—Sebastián, yo sé que es probable que no te interese, pero Dylan fue secuestrado. Y necesito ayuda.
«¿Es alguna clase de broma?»
—No.
«¿Entonces por qué me llamas a mi? ¡Llama enseguida a la policía!»
—¡No seas idiota! Me han prohibido hacerlo. —Respiró con dificultad y luego continuó—: mira, te he llamado porque no supe a quien más. —Dave le dio la dirección por sí decidía ir, luego colgó.
Tuvo que inhalar al menos 3 veces para infundirse valor antes de animarse siquiera a cruzar la acera.
Entró y el polvo que sus pisadas generaron en el sucio piso le causó un par de estornudos. ¿Qué podía hacer? No dejaría a Dylan allí solo,Kate no lo perdonaría y peor aún, él no se perdonaría el que su hermana cayese en manos de su hermanastro y la víbora de su madre.
—¿Hola? —gritó—. ¿Dylan?
No recibió respuesta, frotó sus hombros y continuó avanzando.
Entonces algo se impactó en su cabeza, tan rápido que no pudo preverlo. Su cuerpo perdió el equilibrio y agradeció en su fuero interno no haber perdido la consciencia.
A su alrededor 4 hombres parecían querer asesinarlo. Hizo lo único que podía hacer: correr. Dio mil vueltas y golpeó tanto como le fue necesario para evitar ser capturado, hasta que la voz de Sebastián cortó en el aire.
—¿David? ¿David? ¡Te advierto que si esta es una broma no saldrán vivos de aquí!—¡Estoy arriba! —respondió a su amenaza, luego se dio de topes, había revelado su ubicación al enemigo, los hombres no tardaron en dar con él.
Para su suerte Sebastián llegó unos segundos antes.
—¿Y Dylan? —preguntó.
—No lo sé, no me dio tiempo preguntar. Estos gilipollas sólo atacaron y no pidieron rescate.
—¿Dónde está Dylan? —El plebeyo alzó la voz—. He llamado a la policía antes de venir, y no tardarán en llegar.
—Así que tú eres Sebastián. —Un hombre, el que parecía ser el líder, habló.
—¿Dónde esta Dylan? —preguntó de nuevo Seb.
—Es él. —El líder hizo una señal y los hombres cargaron contra el plebeyo.
A pesar de que el chico sabía defenderse no pudo contra los cuatro, menos cuando ellos atacaban suciamente. Dave ayudó, claro que sí, pero cuando un tubo se impactó en su rodilla izquierda y luego en su cabeza, quedó fuera de combate. Lo último que logró vislumbrar fue el labio partido del plebeyo.
¿Cómo había podido ser tan estúpido como para creer que entre el plebeyo y él podían resolver aquel problema?
🌾🌾🌾
Agua fría lo hizo despertar, el líquido tan frío que creyó la piel del rostro quemarse. Tosió para expulsar el agua que por su nariz entró, y respiró con fervor al sentir que sus pulmones necesitaban aire.
—Queremos a Dylan. —Una voz que no reconoció habló—. Pero antes de ello necesitamos que nos cuentes todo lo que sabes de él.
Fue estúpido, pero se rio. Recibió un bofetón del revés que le hizo voltear la cara y calentó aún más su piel.
—¿Dónde guarda Dylan las pruebas de la muerte de su madre?
Pensó y recordó ese momento, aquel en donde el chico Esmeralda le había abierto su corazón. ¿Dónde había dicho? Suspiró, no importaba, no hablaría.
Volvió a sentir un golpe en el rostro, y luego uno más en el estómago.
—¡Habla!
No lo hizo. Había lastimado al chico de ojos verdes de distintas formas que solo recordarlas le causaba náuseas. Sin embargo, allí en medio de quien sabía donde, Sebastián estuvo seguro que se mantendría fiel a Dylan, incluso aunque eso le costara la muerte.
Las estadísticas rebelan que de 10 personas secuestradas, 8 mueren en las primeras horas, una en las siguientes 24 horas y la tercera vuelve a casa. Por el tiempo que llevaba allí él creía ser el noveno, porque el décimo era imposible. Su madre no sabía donde estaba, e incluso aunque lo hiciera carecían de recursos como para que fuese salvado.
Un último regalo.
Un último recuerdo.
Un último aliento.
«Es tonto, pero si de esta forma evito que seas herido, juro que no permitiré que lleguen a ti, chico Esmeralda»
Saboreó el nuevo sobrenombre que le dio a Dylan, en realidad sonaba bien.
Un golpe, otro más, las piernas las retorcieron, sus brazos los estiraron de tal forma que sus tendones gritarán auxilio.
«Verde, el verde es bonito»
Dolor, más dolor.
Golpes, muchos golpes.
«No escucho nada, ¿estará lloviendo?»
Comida rancia.
Comida fría.
Comida caliente para torturar. Muy caliente.
«¿Dylan, estás a salvo?»
Durmió, al menos lo intentó.
De pronto, escuchó como alguien se acercó, no podía saber de quién se trataba, pero se rebulló incómodo. ¿Volverían a lastimarlo para obtener información de Dylan? ¡Pero sí él sabía aún menos que ellos! ¿Dylan prometido con una tal Katia? ¿Dylan perteneciente a la realeza? Casi pudo reír ante la idea que Dyl tuviese sangre azul, casi. Le dolía incluso fruncir el ceño como para estirar las comisuras de sus labios en una sonrisa.
Vendado, atado y amordazado; ni siquiera podía pedir ayuda a gritos. Su cuerpo estaba en una incómoda posición, estaba dolorido y sentía frío, quería salir, quería su libertad de nuevo. Pero no podía.
Cuando los pasos cesaron supo que su captor estaba frente a él, sin embargo, las preguntas no llegaron tampoco los golpes, por el contrario comenzaron a desatarlo.
—Lo siento, lo siento. —La voz de Dylan fue como un bálsamo, estaba frente a él mirándolo como sí fuese un amante del arte que contemplase una magnífica pintura.
—¿Por qué, por qué yo? —Sollozó sin poder evitarlo, había tenido miedo, mucho miedo.
Se lanzó a los brazos de Dylan y lo abrazó como si la vida se le fuera en ello. A tentativas buscó sus labios; empero, el chico Esmeralda no correspondió a su anhelo.
—Debí decírtelo todo —se lamentó—, jamás creí que esto fuera a pasar.
—¿De qué hablas? —Se separó del calor que le ofrecía otro cuerpo y lo miró inquisitivo y con cierto rencor: que Dylan pudiese haber previsto aquello hizo que su tono de voz se volviera arisco.
—Lo lamento —volvió a disculparse mientras lo atraía a sí mismo, de manera frenética los estrujaba entre sus brazos, seb se sintió un salvavidas y creyó a Dylan un hombre que se ahogaba.
Se separó de nuevo de él, comenzaba a cabrearse. ¿Aquello se pudo prever? ¡Pero que desgraciado era!
—¡Aléjate de mi! —gritó molesto, Dyl hizo ademan de acercase—. No me toques —siseó.
—No quería que nada de esto pasara, yo no sabía.
—¡Pudimos haberlo previsto! —exclamó—. ¿Entonces es verdad? —cuestionó furioso—. ¿Tienes sangre azul?
—Mi madre fue la hija pequeña de un duque —confesó.
—No vuelvas a buscarme —le advirtió, no quería saber nada de él. ¿Cómo estaría su madre? ¡Dios, ni siquiera sabía cuanto tiempo había transcurrido!— ¿Cuánto tiempo?
—No era mi intención —se excusó.
—Cállate, no digas más y contéstame.
—Cuatro días —dijo con congoja.
¿Cuatro días? Sebastián sintió que fueron cuatro siglos. ¡Cuatro milenios que pudieron evitarse!
—Desde qué te conocí mi vida fue en picada. —Estaba furioso, pero era la verdad, conocer a Dylan lo había alejado del camino en más de una forma—. Se convirtió en lo que siempre había detestado, se volvió inestable y voluble. Tú no sabes por lo que tuve que pasar aquí, siempre venían a cuestionarme sobre ti, y yo, yo no sabía nada, incluso así cuando tenía las respuestas en la cabeza callé para evitar que te lastimaran. Pensé que no sabías nada, tampoco. Que quizá esos hombres se equivocaron de hombre. —Las lágrimas se agolparon en sus ojos, pronto bañaron sus mejillas—. No entendía que podían buscar de mi, no sabía que pretendían, pero tú lo supiste, y no fuiste capaz de decir nada.
Después de aquello, aún sin saber donde estaba y con las piernas entumecidas por las incómodas posturas, abandonó el sitio; Sebastián podía oler su peste, daba asco, había tenido que hacer sus necesidades en su persona. Atravesó el lugar, la casa, o lo que sea que fuera casi a oscuras.
¿Qué hora sería? ¿Dónde estaba su mamá? ¿Estaba bien? Quería verla, necesitaba tenerla cerca.
Cuando por fin dio con la salida se percató en efecto que era de noche, ¿Dónde conseguiría un taxi? Ni siquiera sabía donde estaba, ante la situación se sintió impotente y de nuevo, las lágrimas adornaron sus ojos.
—Permite que te lleve a casa. —Dylan se encontraba detrás de él.
—No —contestó testarudo.
—Y después no volverás a saber de mi —terminó Dylan.
Estaba molesto, muy enojado, y aquellas le dieron lo que buscaba.
—De acuerdo —aceptó—, aunque debes saber que voy a ensuciar tu precioso auto.
—Eso es lo de menos. —Dylan comenzó a caminar y él lo siguió.
Subió al auto, aunque se sintió incómodo por ensuciarlo, sin embargo pronto aquella incomodidad pasó a ser gusto, era poco el daño comparado con lo que él pasó.
—¿Cómo me encontraste? —Ni siquiera había considerado la esperanza de salir vivo de aquella.
—Hice que mi padre moviera cielo y mar.
—¿Qué pasó con la tierra? ¿No la movió? —se mofó, no creía que aquello fuera verdad.
—No, de ella se encargó tu madre.
¿Su mamá? Bueno, si lo pensaba bien ¿qué madre no movería cielo, mar y tierra por su hijo?
—No se cómo pudo hacerlo, pero logró dar con las personas que te secuestraron —continuó—; sin embargo, aquellas personas también se dieron cuenta y huyeron antes que pudieran dar con su localización.
—¿Y cómo supiste dónde encontrarme?
—No lo supe, pero gracias a las influencias de Benjamín tuve acceso a las fábricas abandonas, no sabía que te encontraría pero algo debía hacer.
—¿Benjamín?
—Mi padre.
—¿Así que irías solo recorriendo todas las fabricas abandonadas de esta enorme ciudad?
—No, tu madre, y déjame decirte que no se de donde los sacó —aclaró para después continuar—, y un grupo de aproximadamente veinte personas están buscándote del otro lado de la ciudad.
—Y de este lado estaríamos David, mi seguridad y yo, buscándote.
—¿Dave? Por ese infeliz terminé allí.
—No la tomes contra él. Cuando recobró la consciencia estaba a las orillas de un rio y fue después de un día. Me contó lo que pasó, pero ni con su ayuda se aceleró el proceso de encontrarte.
—Ni siquiera sé porque tuve que verme envuelto en este embrollo —se quejó.
—Escucha, Sebastián, David me contó que acudiste a mi rescate. Te doy gracias por ello.
No supo que decir, y dejó que el silencio embargara todo.
Su cuerpo quería descansar y cada párpado le pesaba un kilo, pero se obligó a aguantar hasta llegar a casa.
Ninguno llegó a casa.
Un par de autos bloquearon el camino, y Dylan maniobró con el volante para no terminar siendo masas sanguinolentas, de los autos bajaron varios tipos que los rodearon.
Ellos dos descendieron con lentitud.
—Es a mi a quién buscan —Dylan habló con una calma fuera de la situación—. Dejen que él se marche.
Sebastián había visto películas de mafiosos contra el gobierno, o de mafias contra otras mafias... Nunca se imaginó que estaría en medio de una lucha similar. Tres camionetas se unieron. Y el infierno se desató con ellos dos en el centro.
Las balas viajaron en el viento, dos de ellas se impactaron en su pierna derecha, Dylan tenía el hombro sangrando. El chico Esmeralda aprisionó su cuerpo contra el asfalto, protegiendo así su piel de las balas.
Gritó al cielo buscando una salida. Y cuando la halló, cuando el ruido se volvió calma, y la sangre corría cuesta abajo solo fue para derramar más sangre.
Dylan se levantó y liberó su cuerpo, pero más hombres llegaron al lugar, y uno de ellos disparó a la cabeza del chico. Seb gritó tan fuerte que su garganta escoció, corrió hacía el cuerpo de Dyl, pero este no respondía a sus llamados.
—Bastardo, bastardo —insultó en busca de una respuesta, en busca de una mirada verde.
Luego su cuerpo fue tirado alejandolo de Dylan.
Una aureola roja adornaba la cabeza del chico Esmeralda, pero no había nada que él pudiera hacer.
Su mente terminó traicionándolo y le brindó un descanso que aunque deseaba y necesitaba, al mismo tiempo no quería.
«Dylan...»Fin.
Nota 1: Lamento la demora, por favor, disculpenme.
Nota 2: Me acab{e mis megas pero ustedes debían tener su final.
Nota 3: Sí habrá segunda parte. Pero tardaré en esquematizarla (?
Nota 4: Muchas gracias por acompañarme hasta aquí, y leeré todos sus comentarios, así que escriban, comenten, que me encanta leerlos.
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NO OLVIDES [Gay/Yaoi]
Teen FictionDos personas con vidas completamente distintas, una se deja llevar por la corriente que siempre ha guiado su vida, la otra lucha por lo que quiere y se esfuerza. Dos mundos que chocan y se atraen, en las leyes de la física dice: Si dos objetos co...