Capítulo 23: Reconocimiento

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Siguió empujando a la gente para poder salir de aquel lugar y, entre sus esfuerzos se llevó varios insultos. Cuando la salida estuvo dentro de su campo de visión una voz conocida lo detuvo.

— ¿Qué haces tú aquí?

David.

Pero ¿Qué hacía él allí?

— Vine a divertirme — mintió nervioso y gritando.

El sujeto no le creyó y lo empujo hacia afuera. Aquello Seb podría haberlo considerado un favor sino lo hubiese hecho de una manera tan tosca y bruta.

Para cuando el exterior los envolvió el cielo se había vuelto de un azul profundo que con facilidad podía confundirse con negro. Sin embargo pudo encontrar a las dos personas que buscaba gracias a la pálida luz de la luna que hacia enormes esfuerzos por contrarrestarla.

— ¡Christian! — Llamó con la voz temblorosa.

— ¡Dylan! — La voz de David denotaba claramente confusión.

Seb lo ignoró sin darse cuenta, pues su interior se carcomía.

Tenía miedo de ver a Dylan a los ojos, temía encontrarse con un par de ojos indiferentes, no quería ser nada para aquel chico. Deseaba significar algo… Lo comprendía pero aun le costaba asimilarlo del todo.

Su miedo no era infundado, porque cuando ambos chicos voltearon por los ojos de Dylan apenas si pasó una sombra de haberlo reconocido.

— Hola — saludó con timidez.

— Sebastián — devolvió el saludo el chico de los ojos verdes. — Lo lamento Dave, tuve que salir.

— ¿Se conocen? — Intervino Christian mientras con sus manos los señalaba a él y a Dylan.

¿Pero por qué se hacia el loco? Si no sabía que se conocían, entonces ¿Por qué Chris había sacado de aquella manera a Dylan?

— Claro — dilucidó. — Si no lo sabías, ¿Por qué sacaste a Dylan? — Quería una respuesta.

— Porque era obvio que te lo quedabas viendo, creí que te gustaba así que le iba a contar tu situa…

David ahogó una burla, que en realidad de disimulada no tuvo nada.

— ¡No termines! — Medio gritó exigiendo no deseaba que sus sentimientos fueran compartidos.

— Tranquilo. — Christian alzó sus cejas y manos al mismo tiempo en señal de rendición ante su tono autoritario.

— Lo siento Dylan, no era mi intención fastidiarte la noche.

— No hay problema, supongo que de todos modos debo regresar ya a casa. Ya es tarde. ¿Nos vamos Dave? — añadió el aludido mientras dirigía su mirada al cielo.

Sebastián sintió, de nuevo, aquella sensación de malestar dentro de él. ¿Por qué todo parecía ser tan difícil?

— Por favor — respondió el mentado de forma un tanto déspota.

— ¿Puede irse Sebastián con ustedes? — Su amigo sin consultarle preguntó.

— Claro, ¿Por qué no? — Respondió Dylan sin emoción alguna en su rostro aunque en el rostro de David pudo apreciar claramente la repulsión. 

Después de aquello mucho no hicieron, simplemente se despidieron y Sebastián caminó al lado de Dylan, ninguno de los tres muchachos hizo intento de entablar una conversación. No fue sino hasta que el chico de ojos verdes llevaba conduciendo poco más de diez minutos después de haber dejado a su amigo en su casa, cuando Seb sintió que el silencio era desgarrador y por fin se animó a hablar.

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