Capítulo 3: Desilusión

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Sebastián se sorprendió por sus propias palabras. Parte de él temía que fuera una trampa y que tan sólo Dylan quisiera jugarle una broma por su condición pero ya había aceptado. Aunque quizás y sólo quizás podía estar la posibilidad que Dylan quisiera ser su amigo de verdad.

Comía solo, su madre no llegaba hasta después de las 7:30. Cuando terminó fue a su pequeña habitación y se volvió a bañar, buscó algo presentable que ponerse pero tan sólo halló unos pantalones de mezclilla, y una playera blanca, aún así parecía que su ropa era la más sencilla.

<<Como te atrevas a burlarte. >> Amenazó con sus pensamientos a un no presente Dylan.

Miró su barato reloj y faltaban tan sólo 15 minutos para la hora acordada, se había negado rotundamente cuando Dylan se ofreció a recogerlo en su casa, no era que Sebastián se avergonzara; ser de escasos recursos no tenía nada de malo, pero no quería darle algún otro dato a Dylan que pudiese usar para burlase del él.
Agarró dinero de sus ahorros, dejó un recado a su madre, salió de la casa, y subió al autobús que lo llevaría hasta el centro comercial donde acordaron verse.

Llegó y, entró buscando con la mirada a Dylan, no lo veía por ningún lado. Seb intuyó erróneamente que esa era la broma, citar al chico nuevo para dejarlo plantado, típico de aquellas personas, esperó 5 minutos y cuando concluyeron salió de aquel lugar.
Estaba por cruzar la calle e ir a la parada de autobuses cuando escuchó que alguien lo llamaba.

- ¡Sebastián! - repitieron su nombre.

Oteó el lugar buscando al emisor.

Dylan se hallaba a 6 metros de él, agitando su brazo derecho para llamar la atención de Seb. Se encaminó a Dylan.

- Llegas tarde - le recriminó sin pensarlo.

Dylan vestían pantalones de mezclilla negros y una playera azul fuerte, llevaba puesta una chaqueta que, estuvo seguro que costaba más de todo lo que él llevaba.

Sebastián sintió una punzada de envidia, no por el dinero; sino por la manera en que la ropa le quedaba a Dylan, marcaban su cuerpo y, aunque la ropa cubría, en Dylan resaltaba su cuerpo.

- Había mucho tráfico - explicó sencillamente Dylan.

Avanzaron en dirección al centro, no entendía porque de todos los lugares que podían visitar Dylan había elegido el centro.

- ¿Te apetece comer algo? - le preguntó Dylan.

- Comí en mi casa, pero si tienes hambre te haré compañía aunque no coma.

- Oh vamos - Dylan se detuvo momentáneamente - yo invitaré.

- No hace falta - se dio cuenta que su voz fue más displicente de lo que pretendió.

- Como quieras - Dylan suspiró - vamos al cine entonces.

Caminaron en silencio, y comenzó a sentirse incómodo, al parecer no había sido tan buena idea ir.
Miraron la cartelera y decantaron por una película mitológica, a Seb esas le encantaban...

- Ten - le tendió un billete de 100 pesos, con eso bastaría para pagar su entrada.

- Yo invito - Dylan le sonrió.

No pudo evitar sentirse ofendido, ¿Acaso Dylan lo creía tan pobre como para no poder pagar su entrada?, ¿Era su caridad lo que recibía?, ¿Su lástima?...
Entonces cayó en cuenta, Dylan no le había invitado por buena gente, esa era la trampa, querer invitarle todo para hacerlo sentir mal... Que estúpido se sintió, pero más que estúpido hubo un sentimiento de que lo embargó: desilusión. Había sido un iluso por creer que podía tener un amigo de verdad entre aquellas personas; Renata era la única chica sincera con la que se había topado, pero no se dejaría doblegar, no le demostraría a Dylan que su broma había sido descubierta y no jugaría su juego. No aceptaría nada de él.

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