Prólogo

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La enorme casa estaba penumbra y sumida en un ominoso silencio. El horario normal hacia que se oscureciera desde a las 6:30, eran las 6:45. En la casa tan sólo se encontraban un niño y una niñera. El niño con el cabello ondulado y ojos verdes cual esmeraldas estaba sentado frente al televisor mientras la niñera hablaba

acarameladamente con alguien por teléfono. El niño no prestaba atención a los dibujos animados que bailaban frente a él, no dejaba de pensar en porque su mamá lo abandonó. Sabía que estaba enferma, pero no era justo que lo dejara en la casa con aquella muchacha que nunca le prestaba atención, él podía estar sentado a lado de su mamá sin molestarla. Podía cantarle, tal vez eso ayudaría a que se mejorara; pero su mamá no quiso. Así qué resignado se quedaba en casa. El niño escuchó que la chica se despedía, sabía que era el momento de darle de cenar. 

– Te daré cereal. – Anunció Miranda. 

– Quiero leche fría – ordenó aquel niñito que desde siempre se habían cumplido sus caprichos.

– La calentaré – Miranda hizo caso omiso a su orden.

– Mi mamá siempre me la da fría – explicó en un susurro.

– Mentiroso – lo reprendió Miranda – sí te la doy fría podrías enfermarte. 

Dylan no protestó más, se sumió en un perfecto silencio a la espera de aquella asquerosa leche caliente. 

El teléfono sonó. Miranda contestó. 

– Salimos inmediatamente. – La voz de Miranda sonó nerviosa. 

Miranda corrió a la habitación de Dylan y salió con un suéter azul en sus manos; se lo puso al niño de manera arisca que al pequeño le resultó un poco doloroso. Tomó a Dylan entre sus brazos, lo cargó con cierta dificultad y salieron de la casa de manera precipitada. Miranda le hizo la parada al primer taxi que pasó y ordenó que la llevaran al Hospital 43. 

Dylan no comprendía nada, sin embargo no preguntó ni molestó a Miranda, cierta parte de él creía que irían a recoger a su mamá, así que se quedó con aquella vaga intuición.

Al llegar su padre lo recibió con los ojos rojos, lo agarró de la mano y lo guió hasta una habitación. Había una camilla y sobre ella su mamá. Su mamá a quien recordaba con los ojos azules brillando y con el cabello rubio sedoso, ahora parecía una sombra de aquello. Su mirada era opaca, su cabello estaba reseco y quebradizo; Dylan no dijo nada. 

– Déjame a sola con Dylan – pidió su mamá a su padre. 

Dylan volteó y vio a su padre asentir. 

– Acércate Dylan – llamó su mamá. 

Dylan se acercó y sin necesidad que su mamá le pidiera subirse a la camilla lo hizo. Su madre lo abrazó y le dio un beso en la frente. 

– Dylan, cariño – empezó su mamá – hay cosas que son inevitables; y que aunque uno no quiera suceden. – Su mamá calló por unos segundos antes de continuar – yo debo irme, no podré estar más con ustedes.

– ¿Por qué no me llevas contigo? – Dylan no pudo evitar sentirse abandonado. 

– Y antes de irme me gustaría pedirte 3 cosas. – Su mamá ignoró deliberadamente su pregunta, Dylan no lo pasó por alto – ¿Las harías por mi Dylan? 

Dylan hizo un gesto de asentimiento. 

– Veamos, la primera es: No abandones a tu padre. Él estará solo, quiero que lo acompañes y obedezcas. La segunda es: lucha por lo que desees. No dejes que nadie ni nada te impida obtener lo que quieras. Y la tercera es: oculta a quien ames o te lastimarán. Muchas personas son malas y no comprenden que es el amor. ¿De acuerdo? 

– Si – Dylan aceptó aún cuando no entendió nada. 

– Sé que quizás ahorita no comprendas nada, pero lo harás con el tiempo. – Su mamá respiró con dificultad antes de continuar – Te quiero Dylan, no lo olvides.

– Te quiero mami – respondió en su lugar. 

– No lo olvides... No olvides lo que te pedí Dylan. Promételo pequeño.

 – Lo prometo mamá – en ese instante Dylan no tenía problema alguno con lo que le pidió.

NO OLVIDES [Gay/Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora