Adoraba entrar a clases, ingresar al instituto y mantener ocupada su mente, ver a personas y que la distrajeran, que la alejaran de sus recuerdos, de su pasado, de su crimen... El pasillo por el que caminaba estaba repleto de alumnos, algunos buscando cosas en sus taquillas, otros besándose, algunos charlaban y otros más únicamente caminaban, los observó a todos.
Saludó a sus conocidos con entusiasmo: con una linda sonrisa y agitando la mano, no recordaba con exactitud los nombres de sus compañeros pero había aprendido a disimularlo para no quedar como arrogante. Entró a su salón correspondiente y suspiró, dentro de poco se presentaría la maestra y comenzaría con la clase.
Faltaba poco para salir al receso y comer con su amigo, Sebastián. Aquel chico era el que mejor le caía, aún cuando no tenía mucho de conocerlo. Seb era una persona muy sencilla y morigerado, silencioso a veces y en otras muy parlanchín.
Era viernes, el peor día de todos, al menos para ella, los fines de semana le dejaban mucho tiempo libre, incluso después de correr en las mañanas, de hacer tarea, de limpiar la casa... Suspiró acongojada, si seguía pensando en ello no podría terminar bien.
– ¡Sebastián! – Llamó en cuanto lo vio en la cafetería – ¿Desayunamos juntos?
– Claro – sonrió algo abochornado.
Ren intentó descifrar el por qué de su vergüenza, sin embargo por más que buscó no halló razón alguna, hasta que recordó lo que había pasado, mejor dicho lo que había visto en la fiesta de Emma; Dylan y él se la estaban pasando en grande.
Sonrió feliz, algo en ellos comenzaba a formarse, sin embargo Seb era, en parte, alguien difícil, una persona que pensaba que todo tenía un lugar correcto en este mundo, lo que en un contexto como en el que podía encontrarse, simplemente no podía existir algo entre ellos.
– ¿Cómo estás? – Preguntó.
– Bien – Seb se veía algo incómodo – ¿Y tú?
– También – respondió al tiempo en que agarraba su charola y comenzaba a pedir comida.
Desgraciadamente para no provocar sospechas erróneas debía coger más comida de lo normal; no era bulímica, ni anoréxica; de hecho le gustaba comer, no obstante la comida, por absurdo que pareciera, no gustaba de ella, le causaba náuseas y a veces incluso vómito. He allí la razón por la que debía tomar demasiadas vitaminas, minerales y quién sabe qué más.
Ambos tomaron asiento en una mesa retirada, comieron en silencio hasta que Renata decidió romperlo.
– ¿Por qué tan serio? – Sonrió.
– No hay nada que decir. – Cortó su compañero.
Y aquella fue toda la conversación, por lo visto no sólo se sentía avergonzado sino que además, algo lo inquietaba. Deseó poder ayudar pero no sabía cómo. No pudo hacer más que comer en silencio.
Al terminar, en su estómago se estaba llevando a cabo la revolución francesa, no sabía cuánto tiempo más podría retener dentro lo que había ingerido. Su estómago la instaba a vomitarlo todo.
– Voy tarde, nos vemos – se despidió y salió lo más rápido de la cafetería.
Apenas sí consiguió llegar al váter, devolvió la comida antes engullida, el ácido carbonizó su garganta y le provocó una terrible tos.
– ¡Vaya! Con razón logras mantener tu peso con lo mucho que comes – era Clarissa.
– No es de tu incumbencia, rubia – su última palabra iba impregnada de burla.
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NO OLVIDES [Gay/Yaoi]
Teen FictionDos personas con vidas completamente distintas, una se deja llevar por la corriente que siempre ha guiado su vida, la otra lucha por lo que quiere y se esfuerza. Dos mundos que chocan y se atraen, en las leyes de la física dice: Si dos objetos co...