19.

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Al abrir los ojos, me encontré totalmente perdida. No conseguía identificar el sitio en el que me encontraba. No era para nada luminoso, la única luz existente era una bombilla colgada del techo que parpadeaba de vez en cuando. Estaba tumbada sobre una cama. El colchón era duro, y a juzgar por el sonido que hacía el moverse, viejo. Intenté levantarme, pero algo me lo impedía. Sentía una especie de presión en las manos y en los pies. Llevé mi mirada a estos. Unas cuerdas sujetaban mis manos a los barrotes oxidados del cabecero de la cama, y lo mismo ocurría, y lo mismo ocurría al pie de la cama. 

Repasé en mi cabeza lo que había ocurrido antes de que acabara en aquel lugar, pero todo era como una nebulosa. Lo último de lo que me acordaba era de ir caminando hacia casa...

Eché un vistazo a lo que parecía ser un sótano. Había algunos muebles cubiertos de polvo y unas cuantas cajas de cartón vacías. 

Oí el sonido de una puerta abriéndose. Después, alguien bajando los escalones hasta llegar a donde yo me encontraba. Pude distinguir una figura masculina, pero no la cara.

-Vaya, vaya...mira quién ha despertado por fin - se rió.

-¿Dónde estoy? ¿Quién eres? - pregunté en un hilo de voz.

-Siempre tan impaciente,  Margaret... - dio un paso hacia delante, y pude distinguir algunos rasgos de su cara.

Podría hacer una lista de todas las personas que conocía, que no eran muchas. Se podría decir que al 89% de dicha lista le caía bien. El 11% restante eran personas a las que les caía mal o que había perdido la relación. Bien, pongamos que de ese porcentaje queda solo el 2%, que se resume en dos personas: Madison y Connor. 

Era obvio que Madison y yo nos odiabamos mutuamente, pero no tenía motivos para retenerme en un sótano. Solo queda Connor, el cual me tiene la primera en su top 10 de 'personas a las que secuestrar'. No cabía duda. Me bastaba haberle oído hablar.

-¿Qué coño está pasando? - farfullé entre dientes, perdiendo todo el miedo que antes había sentido.

-Bueno - se sentó a los pies de la cama - parece que mis sicarios no pudieron acabar contigo, así que he decidido hacerlo yo. Ya sabes lo que dicen: si quieres hacer algo bien, hazlo tú mismo - dijo con una siniestra sonrisa.

-Si quieres matarne, ¿por qué no lo has hecho ya? - fruncí el ceño.

-Ah, no no. Mi plan es hacerte sufrir y luego matarte. ¿Verdad que es un plan brillante?.

-Me das asco - gruñí.

Su sonrisa desapareció inmediatamente, y se reemplazó por un gesto de ira. Me cogió bruscamente por la barbilla.

-Yo soy ahora el que manda. Así que trágate tu chulería de zorra o lo lamentarás - bufó.

Lo primero en lo que pensé fue en darle un puñetazo, así que me revolví todo lo que pude intentando soltarme mientras él se reía. Se levantó y fue hacia las escaleras. Se detuvo en el primer escalón y me miró. 

-Bienvenida al infierno, Margaret - entonces, abandonó el sótano.

Tres días después...

Narra Dylan.

Estaba preparándome un café cuando sonó mi teléfono, no era un contacto que tuviera guardado, así que lo dejé sonar. Me senté a tomar el café tranquilamente. Aunque esa tranquilidad duró apenas unos minutos, porque mi móvil sonó de nuevo. Era el mismo número de antes, lo ignoré por completo. Seguro que era una compañía de télefonos, siempre hacían lo mismo. 

-Eh Dylan, voy a salir un rato - anunció Niall poniéndose una sudadera - si necesitas cualquier cosa llámame.

-Sí - asentí - pásalo bien tío.

Murmuró un 'igual' y se fue. Lo cierto era que no me podía quejar de Niall, era ordenado, limpio y buen chaval. Aunque su habitación era un depósito de cajas vacías de pizza. 

Me disponía a ir al baño y darme una ducha cuando llamaron al timbre. Lo más seguro era que Niall se hubiera olvidado las llaves. Fui hasta la puerta de la entrada y abrí. Pero no fue a Niall a quien me encontré en el umbral, sino un metro ochenta y algo, de rizos y ojos verdes. También conocido como Harry Styles.

-Maldita sea, O'Brien. ¿Tanto te costaba coger el móvil? - bufó.

-Ah, eras tú el que llamabas - me crucé de brazos.

-No, era el Papa. ¿Tu qué crees? - dijo de mala gana.

Rodé los ojos.

-Dado que ahora eres el novio de mi mejor amiga tendré que tolerarte. Di, ¿qué quieres?.

-A eso venía. ¿Sabes algo de Maggie?. Llevo sin saber nada de ella desde hace tres días - dijo, no tan malhumorado como haces unos momentos.

-Es Maggie, ya sabes cómo es. Va y viene cada dos por tres - me encogí de hombros.

-Esta vez es distinto... - se quedó callado, como ausente - si sabes algo de ella, avísame - y acto seguido, se largó.

La verdad es que no era de extrañar que Maggie hiciera una de sus famosas desapariciones. Seguramente se hubiera cogido una de sus rabietas y se hubiera desconectado del mundo. Lo único que se podía hacer era darle tiempo. Sólo tiempo.

Narra Maggie.

Debía llevar ya un par de días en ese asqueroso sótano. Connor se presentaba allí unas tres veces al día para humillarme, aunque yo intentaba no darle importancia. En una ocasión, Connor había bajado con un plato de comida y un vaso de agua. Me permitió beber agua, pero como no conoce lo que es la bondad, dejó el plato en el suelo, junto a la cama. Naturalmente, no se había molestado en desatarme. Había intentado un par de veces soltarme, pero al final acababa dándome por vencida, porque me empezaban a sangrar las muñecas.

Oía mi barriga rugir, constantemente. Necesitaba comer cuanto antes.

Quizá no había conseguido desatarme, pero las cuerdas estaban más aflojadas que antes. Cogí aire e intenté soltarme. Solté un quejido a causa del dolor que producía la áspera cuerda contra mis magulladas muñecas. Finalmente, lo conseguí.

Tiré las cuerdas lo más lejos que pude y me apresuré a coger el plato de comida, el cual estuvo vacío en apenas unos minutos. Miré mis piernas y ahogué un grito. No parecían mis piernas, estaban demasiado delgadas. 

Suspiré y miré hacia escaleras. Quizás si me diese prisa, podría salir de allí.

Subí los escalones lo más cautelosamente posible y, para mi agrado y sorpresa, la puerta estaba abierta. Salí del sótano en silencio. Me llevé la mano a los ojos en cuanto ésta chocó contra ellos. Pude ver unos pies sobresaliendo de un sofá, y oí algunos pequeños ronquidos. Esa era mi oportunidad.

Eché a andar por el pasillo sin hacer ruido. Me detuve en la cocina, y me puse a pensar por unos segundos: si Connor se despertaba, sería bueno estar armada, no para atacar, sino para defenderme.

Cogí un cuchillo y me dispuse a continuar con mi huida. Justo cuando llegaba a la puerta, agarraron fuertemente mi brazo.

-¿A dónde te crees que vas? 

Me giré encontrándome con un Connor totalmente cabreado.

-Tengo un cuchillo, no me hagas... - pero cerré la boca al ver el objeto metálico que tenía.

-Sé una buena chica y vuelve abajo, Maggie - me apuntó directamente a la frente.

-Por favor, Connor, te prometo que no se lo diré a nadie, sólo déjame... - dije con lágrimas en los ojos.

-¡CÁLLATE Y BAJA AL PUTO SÓTANO! 

Fue tal el grito, que puedo jurar que oí las paredes temblar. Tiré el cuchillo al suelo,y bajé al sótano entre sollozos, pero en el último escalón, algo me hizo perder el equilibrio. Caí bruscamente contra el frío suelo.

-A-auch...

-No vuelvas a atreverte a hacerlo, Margaret, o acabarás muy mal.

Se fue, encerrándome en aquel lugar y dejándome sin esperanzas.

Hey Angel - Harry Styles *COMPLETA* *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora