Con la intención de superar a la agreste adversidad del medio, cinco fueron los sentidos entregados al hombre por la madre naturaleza desde nuestra irrupción como especie en este planeta. De ellos el tacto, es sin duda el más desarrollado, pues gracias a la habilidad de mover los dedos, el hombre primitivo pudo expandir su intelecto para progresar hasta el momento actual.
Sin embargo con el pasar del tiempo (paladar y olfato aparte), los dos sentidos restantes han ido paulatinamente sufriendo una atrofia inducida gracias a la manipulación de la verdad, provocando el desvío de la percepción del ser humano por la vida hacia una falsa realidad alejada de la conciencia que habita en cada uno de nosotros, con la clara intención de involucionar a una sociedad donde sus miembros, sometidos a una banal locura, permanecen mudos a la injusticia, sordos a la exclusión y ciegos a la desigualdad, bajo sutil sumisión hacia quienes en su detestable ansia por el más y más, manejan la mente de un mundo en clara decadencia moral.Y es que, han sido tantos los sueños conquistados, antaño imposibles, que por vanidad, el hombre ha quedado enamorado de su propia creación bajo el yugo de un ego al cual adorar como regla natural de obligado cumplimiento. Así el resultado final, evidencia la indiferencia de gobiernos e instituciones que sin olvidar la adulta pasividad educacional respecto a los hijos, dividen a la humanidad en dos grupos claramente diferenciados: los muy pocos obsesionados por aumentar su cuota de poder (clase alta), y los muy muchos preocupados por sobrevivir (el resto) en el mundo artificial y no la vida natural, ambos entregados a la excusa del más burdo entretenimiento y trivial divertimento sin tiempo para ejercer la mayor virtud entregada al hombre para progresar evolucionando; esto es, pensar.
No extraña pues que si hoy negamos la educación como legítimo derecho, que no favor, las más jóvenes generaciones quedarán imposibilitadas al resurgir intelectual del mañana, cuyo declive actual, llevará a los gobiernos a tutelar una sociedad compuesta por un inmenso conjunto de idiotas que privados de conocimiento, derechos y libertad, serán fiel ejército de leales vasallos incapaces de alzar la voz contra la esclavitud venidera. Debemos pues detenernos; mirar a nuestro alrededor para preguntarnos si el incesante ritmo de batalla que la sociedad impone en su frenético ajetreo, es la dirección correcta. Y no con ello me refiero a detenerse perdiendo el tiempo frente al televisor esperando la necesaria dosis de ignorancia diaria, que de un lado nos colme de estupidez y de otro nos incite al insaciable consumo de cosas que en realidad no necesitamos para vivir, sino de pararnos a pensar como retomar el camino perdido que nos permita recuperar los valores extraviados para vivir, convivir y perdurar con garantías de futuro.
Sin duda la clave para lograrlo reside en la educación, pero nada será posible sin voluntad de cambio, sin pensamiento, sin el despertar de la conciencia que une y suma, que jamás resta ni divide: aquella que lleva a escuchar y observar desde el "aquí adentro" y no a ver y oír desde el "ahí afuera", para dejar de mirar al cielo esperando prodigios celestiales ignorando que el milagro natural que permanentemente nos rodea, yace a nuestros pies para recordarnos que regresar a la verdadera percepción de la vida, es el único sendero que nos despoje del inducido abrigo del ego como conductor del miedo a perder una mundana artificialidad de la que no queremos escapar por temor al ostracismo social. Pensemos pues que falla cuando venimos sin nada pero queremos irnos con todo, si somos puros pero nos vamos corrompidos y si nacemos libres pero morimos esclavos.
Pongamos pues la educación sobre la mesa, para con voluntad y determinación entendernos desde el sentido común, la lógica y la coherencia que la madre naturaleza en su bondad nos regaló, para además de progresar, evolucionar hacia un estado de inteligencia superior.
¿Es tan de difícil entender?
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No te duermas..., aún.
Short StoryEl título de esta obra podría inducir al lector a lo que el propio enunciado sugiere: proponer una amena lectura que retrase sucumbir al placentero sueño. Sin embargo la intención de este manuscrito es provocar justo lo contrario; es decir, invitar...