Sin electricidad (2/5)

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Recordando el charco de agua en el suelo a los pies de la nevera tras levantarme esta mañana, realizo un sencillo cálculo mental:

- Me acosté pronto anoche y no puedo precisar con exactitud cuando cortaron el fluido eléctrico, pero el resultado que obtengo es de unas dieciocho horas aproximadas sin electricidad. Es demasiado tiempo sin que aún se haya resuelto, así es que temiendo algo peor y pensando que de nada servirán mis tarjetas de crédito, ya que los ordenadores bancarios no pueden funcionar y por tanto los cajeros entregar caudal, regreso a mi casa abriendo la caja fuerte para coger una buena cantidad de dinero en metálico que siempre guardo para casos de emergencia. Así es que, con la mayor diligencia, me dirijo al cercano supermercado antes que anochezca, no sea que el temor de la gente vaya en aumento y las estanterías queden vacías.
Al llegar compruebo que hay bastante más afluencia que de costumbre. La gente camina con rapidez y nerviosismo cogiendo artículos de aquí y allá bajo un tráfico incesante de carros de la compra al borde del atasco, lo que me hace pensar, que el miedo a que la situación se prolongue ha surtido efecto.

- Si esto sigue así, las existencias comenzarán a caer rápidamente conforme el pánico de la población se extienda. No debo perder la calma pues aún es pronto para un generalizado desabastecimiento. Sin embargo mi intuición me dice que debo prepararme, ya que el escenario comienza a ser de un lado un tanto surrealista y de otro preocupante.

Con gran lucidez mi mente trabaja con rapidez dictando lo que debo comprar: velas en gran cantidad, cinco paquetes de mecheros, cuatro bombonas de gas, un fogón portátil para cocinar, pilas pequeñas para la radio y gordas para mi linterna, alcohol de quemar, un quinqué de aceite, quince paquetes de pastillas potabilizadoras y otros tantos de pastillas de combustible sólido. Dos baterías de coche, dos garrafas de cinco litros de lejía, cincuenta pastillas de jabón de manos, cincuenta tubos de pasta dental y todas las botellitas de alcohol y agua oxigenada que encuentro en la estantería..., que son muchas.
En la parte de comestibles, mis dos carros de la compra se van llenando de una buena provisión de alimentos no perecederos a base de enlatados; preferentemente caballas y sardinas por su calcio y proteínas, así como gran cantidad de arroz, legumbres y pasta variada, sopas deshidratadas, pastillas sólidas de caldo de carne, pollo, pescado y verdura, leche en polvo, harina y agua embotellada, pero sobre todo y en exagerada cuantía: sal, café, azúcar, aceite, vino, coñac y güisqui; estos tres últimos todos gran reserva.

Después de esperar un buen tiempo en la interminable cola y pagar una costosa factura, introduzco en el maletero del coche los tres bolsos que llevo colgados al hombro y mis dos carros de la compra. Me meto dentro, arranco y marcho rumbo al hogar cuando ya es noche cerrada, observando en el trayecto como la ciudad aparece complemente a oscuras sobre un escenario más propio de una fantasmagórica película de suspense apocalíptico.
Tras ordenar la compra a la luz de un par de velas que como mi sombra me siguen a todas partes, hago provisión de agua llenando el fregadero de la cocina y el lavabo del baño, el bidé y la bañera, el barreño de la ropa sucia así como todas las botellas y garrafas vacías que encuentro, y que aún, por suerte, no deposité en el contenedor de basura. Y a juzgar por la escasa presión del agua, presiento que muchos previsores vecinos deben estar haciendo lo mismo que yo hasta que finalmente el aljibe que nos suministra se agote, ya que sin electricidad, la empresa proveedora no podrá bombear.

Posteriormente me dirijo al cuarto trastero para coger mi vieja emisora de radio de 27 Mhz., con la intención de conectarla a una de las dos baterías de coche que compré. Y si bien es cierto que dejé de emitir hace ya casi dos años por falta de tiempo, no lo es menos que me alegre de no haber desmontado la antena de radioaficionado de mi tejado. Así es que sin dilación, enciendo mi aparato girando el dial.
¡Estoy de suerte! La propagación atmosférica es bastante buena, lo que facilita escuchar en cualquier frecuencia a todo un hervidero de radioaficionados modulando sobre la misma cuestión:
- ¿Dónde está la electricidad?

Sin embargo, atónito, descubro para mi sorpresa por las conversaciones que son todas las ciudades del país las que se encuentran en la misma situación. De esta forma, conforme escucho las informaciones, voy formando mentalmente un mapa geográfico que por momentos torna a preocupante.
Apagando la emisora para economizar la batería, analizo:

- Es imposible que todo el país esté sin electricidad. No estamos en guerra, no había amenaza alguna y nada indica que hayamos sufrido una invasión o algo semejante tras comprobar la aparente tranquilidad de las calles. Las noticias de estos últimos días nada dijeron sobre una posible tormenta solar cuyos efectos magnéticos pudieran influir en las redes eléctricas. Pensar en una conquista marciana me parece de broma y la posibilidad de que un meteorito de grandes proporciones haya impactado contra la tierra, se me antoja remota al no haber sentido nada que me induzca a pensar en ello. Así es que: a menos que sea algo fuera de lo normal y las autoridades lo hubieran ocultado al conocimiento público, cosa que no me extrañaría, no tengo motivos para pensar que el problema esté en un silencioso estallido electromagnético sea cual fuere la fuente del origen, pues de lo contrario, los motores de los coches no podrían funcionar, menos aún cualquier cosa que tuviera electrónica asociada como por ejemplo, mi reloj de pulsera.

Según el operario de la compañía eléctrica - prosigo con mi análisis - no es una avería. Ignoro si se trata de un fallo en el suministro por parte de países extranjeros, aunque también esta opción queda descartada porque afortunadamente somos autosuficientes. Los argumentos se me agotan.
- Entonces, ¿por qué no hay electricidad?

El operario había dicho que las estaciones de suministro principales no estaban averiadas y que simplemente dejaron de abastecer, pero ¿por qué? ¿Qué es lo que está ocurriendo?
Si por sistema de eliminación no encuentro otra opción, solo cabe hacerme una pregunta: ¿qué nos están ocultando?

No te duermas..., aún.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora