Arroz con bogavante (4/7)

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     Al poco y en mitad de la avenida, se encontraron con un chico lanzando al aire un pequeño muñeco volador con una especie de tirachinas. La goma, al estirarse y después liberarse tras la tensión, lo impulsaba a gran altura hasta que la fuerza del empuje llegaba a su fin. Entonces el muñeco descendía lentamente cual paracaídas, tras abrir los brazos girando sobre si para iluminarse con pequeñas luces de colores.

Raúl, curioso como siempre, se acercó a él:

- Hola. ¿Cuánto cuesta?
- Ocho euros señor.
- ¿Se venden mucho?
- ¡Pues no! - Contestó resignado encogiéndose de hombros.
- Te compro dos, pero dame solo uno.

El chico que no entendió, alargó su mano entregándole dos muñecos mientras recibía el dinero.

- Gracias señor.
- No, no... Dame solo uno - Increpó Raúl.
- Pero...
- Así tienes otro muñeco para vender.
- Pues muchas gracias.
- No hay de qué.
- ¡Señor! Disculpe: ¿fuma usted?
- Yo no, pero él si - matizó señalando a José.
- Por favor; ¿podría darme un cigarrillo si tiene la bondad?

Echando mano al bolsillo de su pantalón, José extrajo el paquete y se lo entregó. El joven fue a hacer ademán de abrir la cajetilla para coger uno devolviendo el resto, pero José le dijo que se lo quedara.

- Gracias. Han sido muy amables. ¿No tendrán fuego verdad?

Echando nuevamente mano al bolsillo, José extrajo su flamante mechero de oro.

- ¿Qué edad tienes chico?
- Veintisiete - Contestó mientras la llama resplandecía en su semblante rojizo por el frescor de la noche.
- ¿No tienes otro medio de ganarte la vida?
- Lo tenía pero con esta maldita crisis no me renovaron el contrato y me quede sin empleo. Ya sabe, abaratamiento de costos, dicen... He buscado sin cesar porque realmente necesito trabajar, pero no hay forma de encontrar nada.
- Perdona mi indiscreción: ¿a qué te dedicas?
- Trabajaba limpiando baños en un gran centro comercial, pero ya ni para eso te quieren. Antes se limpiaban tres veces al día, ahora sin embargo solo una, así que sobra personal. Mi padre está en paro y mi madre agotó su prestación por desempleo. Por eso estoy aquí; vendiendo estos cacharros mientras mi hermano está en aquel puesto de golosinas.
- ¿Limpiando baños? ¿Durante cuanto tiempo?
- Bueno... Terminé la carrera de ciencias empresariales hace dos años, pero hasta la fecha no he podido encontrar un puesto acorde con mi formación académica. En mi desesperación por ayudar a mis padres, solo conseguí ese puesto de limpieza hasta que prescindieron de mí hace ahora un año.

Cogiendo un bolígrafo y un pequeño trozo de papel, José escribió un número de teléfono, un nombre y una dirección.

- ¿Cómo te llamas?
- Emilio.
- Bien Emilio. No puedo prometerte nada, pero ve mañana a las nueve a esta dirección con un currículum vitae. Pregunta por Manuel Espinosa. Es el jefe de recursos humanos de esta empresa. Hablaré con él..., a ver que puede hacer.

El chico no pudo reprimir un gesto incrédulo.

- ¿Está usted de guasa?
- ¿Quieres una oportunidad?
- ¡Claro que si, señor!
- Pues no se hable más y mañana sé puntual.
- Allí estaré - Contestó con un fulgurante brillo en los ojos observando el pequeño trozo de papel. – Gracias, de verdad.
- ¡Suerte! - le deseó Raúl extendiendo un billete de diez euros que puso en su mano. - ¡Cógelo!, seguro que lo necesitaras para el transporte de mañana.

Y acto seguido, dando la vuelta, siguieron ambos en silencio mientras Emilio, del todo pasmado, se les quedó mirando como si aquellos seres fueran de otra galaxia, acaso, bajados del cielo en su ayuda para hacerle sentir un halo de esperanza en el centro de su corazón.

No te duermas..., aún.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora