Arroz con bogavante (6/7)

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     Reservándola deliberadamente para el final, la fotografía de Clara era el último objeto que faltaba por introducir en el interior de la caja. Sujeta por su mano, la alzó lentamente para observarla besándola suavemente a continuación.

- Perdóname por todo el mal que te hice. Te llevaré siempre en el corazón - Susurró colocándola finalmente en el interior de la caja con sublime cuidado.

Posteriormente se giró hacia la ventana donde el paisaje permanecía inalterable pese al transcurrir del tiempo, donde a los lejos, las mismas montañas con su misma forma inalterable, servían de decorado a la cercanía del lugar con las mismas naves industriales del polígono, más viejo y decolorado que cuando años atrás, José comenzara a trabajar en aquel mismo lugar tras terminar sus estudios de ciencias económicas. Lo único que ya no estaba y de veras echó de menos melancólicamente, eran las tierras de labranza del tío de Raúl, ahora ocupadas por una de las muchas naves industriales que pertenecieron a José. Sin poder evitar echar la vista atrás, recordó a un joven Raúl trabajando duramente aquellas tierras, punto a partir del cual, deshizo el camino temporal hasta llegar al momento presente deleitándose con sucesivas imágenes y sonidos para revivir mil gratas escenas protagonizadas por un Raúl victorioso ante la vida, que con esfuerzo, supo salir airoso de la adversidad a base de tesón y sacrificio. Lo que José sentía por su amigo, no solo era respeto y admiración, sino orgullo ajeno por sus logros que le hacía emocionarse sobremanera justo en el momento que la puerta sonó dos veces.

- ¡Adelante!
- ¿Estás listo?
- Si - Contestó dirigiéndose hacia la puerta. Un último vistazo recorrió el amplio habitáculo para en silencio, dar las gracias a la vida por los años que desde aquel despacho dedicó a levantar su imperio empresarial.

Raúl, comprendiendo que allí quedaba gran parte de la vida de José, aguardó en completo silencio hasta que finalmente tras cerrar la puerta tras de si, se decidieron a bajar las escaleras.
Fue cuando un fuerte aplauso resonó por el hall de entrada a las oficinas repleto de empleados, consiguiendo sorprender a José que no esperaba aquella despedida, al menos, como él la había imaginado.

Allí estaban todos. Hombres, mujeres, Emilio, jefes departamentales y el consejo de administración en pleno que durante tanto tiempo estuvieron al lado de su patrón, como así le llamaban, para entregarle su común reconocimiento y gratitud. En algunos de aquellos rostros había lágrimas, en otros una sincera sonrisa de satisfacción por la nueva vida que José había decidido emprender y que todos conocían tras haber sido informados de la venta de las empresas a un consorcio extranjero.
Saludando emocionado, José dio las gracias repartiendo su mano, besando mejillas, hasta que todos, uno por uno, pudieron despedirse del que hasta ese momento había sido ejemplo a seguir como compañero, jefe y persona. Después, acompañado por Raúl y con el firme deseo de emprender su nueva vida, las puertas de la entrada se abrieron para sentir el aire proveniente de las montañas con la misma frescura acostumbrada que José agradeció para deshacer el nudo de dos lazos formado en la garganta.

Despacio, lentamente, el automóvil conducido por Raúl, se deslizó calle abajo mientras la nave principal color verdiblanca empequeñecía conforme la distancia aumentaba. Las primeras letras de la primera página del siguiente episodio de su vida, ya estaban en imprenta.

Al llegar al muelle deportivo, se dirigieron hasta el atraque donde se encontraba el magnífico velero de dos mástiles que José había adquirido a una mujer holandesa de avanzada edad, que tras enviudar, deseaba volver a su país de origen para terminar allí sus días.

Isabel, Antonio y Manuel, junto a Raulito en brazos de Silvia, recibieron a José y Raúl.

- ¿Como estás? - Preguntó Isabel.
- Ha sido duro, muy emotivo. No esperaba la reacción del personal - Dijo alargando sus brazos para recoger a su "enano", como gustaba llamarlo, para besarle la frente con dulzura sin dejar de hacerle carantoñas. - Pero eso ya queda atrás. Ahora toca mirar hacia adelante donde una nueva vida nos espera.
- ¿A que hora os haréis a la mar?
- El barco ya está aprovisionado con todo lo necesario, así es que partiremos al alba. Calculo llegar a puerto el viernes.
- Supongo que lo primero que harás al llegar a Asturias, será buscar un restaurante donde sirva un suculento arroz con bogavante, ¿no? - Apuntó Raúl.
- No, por favor. ¿No me veis las antenas y la cara de bogavante que tengo? - Preguntó Isabel levantando las risas del grupo.
- Ya me conocéis. Eso no puede faltar en mi dieta.
- Lo más importante es la nueva vida que estáis a punto de iniciar - Interrumpió Silvia.
- A partir de mañana cuando levemos anclas, todo esto no será más que un grato recuerdo. – Añadió Isabel.
- Lo estoy deseando - Intervino José.
- Os vamos a echar de menos, ¡bogavante! – Dijo Raúl levantándose de su asiento para despedirse. Silvia y los niños, le secundaron.
- ¡Y yo a vosotros! - Nos vemos por Internet - Respondió fundidos en un gran abrazo - ¡Venga, iros ya! Sin despedidas, ¿de acuerdo?

Al día siguiente con la mar en completa calma bajo un cielo desierto de nubes, el amanecer les llevó a zarpar siguiendo la suave brisa del océano cuyo fresco salado perfume, se confundía con el aroma de café que José sujetaba en la mano, mientras sus ojos posaban su mirar calmo y sereno sobre la inmensa línea que separa cielo y mar adonde el viento a favor, marcaba el rumbo que le llevaría a una nueva y tranquila vida que deseaba tanto como Isabel.

Tras de si toda una vida, una historia, un precioso recuerdo donde las siluetas de Raúl y José, aparecían en la mente separados por la calle que dividía la nave industrial y las tierras de labranza; lugar en el que mucho tiempo atrás, comenzara a fraguarse una fiel y leal amistad que hoy sigue su curso.

No te duermas..., aún.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora