Blanco y Negro (1/3)

5 0 0
                                    

     No necesito observar el reloj para saber que son aproximadamente las cinco y veinte de la mañana. Lo sé, porque los alegres cantos del negro mirlo tempranero siempre fieles a su cita matutina, acuden a despertarme con precisión costumbrista pese a que la noche y con ella su oscuridad, aún lo inunda todo. Y aunque no tenga necesidad de madrugar pues nada especial tengo pensado hacer hoy, me levanto como es habitual con presteza libre de pereza, agradecido por recibir este nuevo día que la vida me regala mientras el bello silencio de mi hogar, me lleva a escuchar las enseñanzas de una sabia y solitaria consejera llamada Soledad, que sentida en profundidad, es capaz de ilustrarme con un saber que como dentro de ti, también habita dentro de mi.

Sin embargo hoy, ignoro el por qué, tengo la extraña sensación de que algo o quizá alguien no solo me vigila sino me acompaña tras dar siete, a lo sumo ocho pasos que separan mi habitación del baño, con la certeza de querer adueñarse de mi a la menor oportunidad con..., no sé que intención. Y aunque no me molesta ni inquieta, pues serán cosas de mi recién despertar, me intriga, pues más que sensación, resulta una inaudita convicción.

- Lo que si sé, es que no es Soledad.

Libre de ropa y con la intención de desentumecer mi musculatura con el relax de una ducha de agua fría, una aguda punzada en la planta del pie me sobresalta. Tras tomar asiento sobre una silla y alzarlo cruzando las piernas, me dispongo a comprobar que es lo que provoca el intenso dolor, observando por el leve reguero de sangre, que algo se ha clavado a la altura del talón.

Extrayéndolo con los dedos, observo un pequeño cristal incrustado en la carne sin que acierte a entender como es posible que haya podido suceder algo así, mucho menos cuando mi memoria no halla nada que en días pasados se hubiera roto, menos aún en el baño.

- ¡Qué extraño! - Pienso sin darle mayor importancia, por lo que cerrando la mampara de la bañera, la suave frescura del agua dócil comienza a resbalar por mi cuerpo dejando que su caricia calma y serena me inunde despacio; atrapado por el sonido de la cascada de la ducha a contrapunto con una suave melodía al piano de Chopin resonando en mi mente, cuando de pronto, repentinamente, el agua comenzó a elevar su temperatura hasta llegar a lo insoportable.

Con un rápido acto reflejo logro cerrar el grifo color rojo justo antes de llegar a quemarme, sin que el hecho de mi veloz movimiento lograra calmar la pronta rojez de mi piel.

- No he abierto el grifo del agua caliente ni cerré el del agua fría. - ¡Qué raro! - Pensé

Después de secarme con prontitud y aplicar sobre mi piel una pomada antiquemaduras colocando posteriormente una tirita en la pequeña herida del pie, súbitamente, una música estridente procedente del salón sobresaltó mi estado. El ruido era tan insoportable, que de un salto pude llegar hasta el origen para comprobar como la radio se encuentra encendida a todo volumen.

Sorprendido, la apago.

- ¡Vaya mañana que llevo! En menos de diez minutos me he clavado un cristal en la planta del pie, me he quemado la piel con agua casi hirviendo y la radio, incomprensiblemente, se enciende sola. - Serán cosas fortuitas, ¡digo yo!

Ya en la cocina, con un ojo en todos lados y el otro en mi desayuno, aún conservo esa extraña sensación que se levantó conmigo tras despertar. Y aunque con cierto desconcierto por los anómalos acontecimientos, me siento tranquilo al tener la absoluta certeza de saber que nadie más que yo está en mi hogar.

De pronto y de manera persistente el timbre de la puerta comienza a sonar, por lo que apresuro el paso hasta girar el pomo para advertir que nada ni nadie, excepto mi sorpresa, se encontraba frente a mí.

No te duermas..., aún.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora