La Leyenda (6/8)

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     Sin embargo, poco a poco, lentamente al principio, la superstición entró a formar parte de la vida del hombre cuando un minúsculo grupo quebrantó la primera regla sagrada.

Por casualidad encontraron piedras preciosas brillando bajo la tierra color cristal, rubí y zafiro, jade y esmeralda, plata y dorado. Su belleza les fue tan intensa, mística y extraordinaria, que convencidos de su poder sobrenatural, comenzaron a horadar celadamente la tierra para extraerlo con la intención de acapararlo, y así, diferenciarse del resto de la comunidad bajo la creencia de ser más poderosos cuanto mas tuvieran.

Pero pensando que habían encontrado el tesoro oculto del dios que había creado la tierra, sintieron algo que hasta entonces desconocían, pues solo dos únicos sentimientos son los que mueven al hombre en una quimérica dualidad: el amor como innata cualidad natural y el temor como condición artificial, a partir de los cuales subyuga todo lo demás.

Temiendo entonces que su descubrimiento fuera considerado un acto de usurpación que pudiera enfurecer al creador, decidieron guardar silencio y esconderlo durante un tiempo prudencial esperando acontecimientos. El amor que hasta entonces había primado encontró su parte contraria: el miedo, que por primera vez apareció para apresar su pensamiento. El ego, como veneno del hombre, comenzaba a surtir su efecto.

Pero el tiempo pasó sin que nada ocurriera, ya que la deidad que todo lo ve y que no conoce odio ni rencor menos aún venganza, no interfiere en los asuntos humanos, lo que hizo que aquel pequeño grupo de hombres se confiara perdiendo el miedo al creador mientras el pánico artificial a perder su preciosa posesión, aumentaba sin que ellos pudieran advertirlo.

El consejo de ancianos enterado tiempo después del expolio recriminó duramente la acción. Fue entonces cuando los usurpadores diseñaron un plan: de un lado con la intención de salvaguardar la posesión hallada para aumentarla con el tiempo, y de otro, acaparar cuota de poder adueñándose del pensamiento colectivo capaz de provocar la caída de la jerarquía del consejo de ancianos. Para ello, concibieron un nuevo concepto desconocido hasta ese momento: la teología.

- ¿Qué es eso? - pregunto un adolescente.
- La religión - Contestó un anciano próximo.
- Tergiversando las enseñanzas espirituales inventaron la figura de un dios vengativo, justiciero, que condenaba los actos impropios de los hombres sentenciándoles a un fuego eterno al que llamaron infierno. Supuestamente tocados por su dedo, se erigieron como sus mas fieles seguidores, propagando falazmente que habían sido visitados por el desconocido y todopoderoso creador para asignarles una santa misión, la cual debería ser trasmitida por los denominados oradores mediante falsas pero convincentes explicaciones. Así se rodearon de un cuerpo de carácter militar pagado con su posesión mineral, mientras su hipotético poder sobrenatural, les daba derecho sirviéndose de la mentira y la fuerza, para someter a las masas a las nuevas enseñanzas.

Así la codicia por el metal, fue la semilla de un mal en alza propuesto y más tarde impuesto como orden general, para ganar lentamente peso en una sociedad que por falta de conocimiento, comenzó temerosa a creer en aquel dios inexistente que la mente humana había forjado.

Con la intención de captar mayor número de adeptos que sumisos satisficieran la comodidad de los oradores, crearon una astuta y poderosa arma capaz de crear recelo y desconfianza para ser empleada contra cualquier adversario que osara discutir la nueva verdad. Así nació la propaganda, cuya misión era difundir información intoxicada con la que influenciar la mente del pueblo mediante la confusión, consiguiendo adulterar con el tiempo la natural corriente de pensamiento colectivo para segmentar a la población en pequeños grupos más fácilmente controlables y por tanto gobernables, dado que el nuevo sistema, exigía ciega pleitesía jerárquica.

Fue entonces cuando establecieron una diferencia de clases formada por labradores, pastores, pescadores, ganaderos y artesanos. Los de en medio; es decir, comerciantes de las materias extraídas o fabricadas por los de abajo. Y finalmente los de arriba: amos del metal con el que hacer suyo todo recurso humano, natural y artificial.

Conforme la población aumentaba, la traidora enseñanza teológica fue creciendo gracias a su propagación por parte de más y más oradores, que errantes por la tierra, cumplían con el propósito de adulterar el pensamiento humano conforme al criterio, interés y beneficio encubierto del nuevo poder emergente. De esta forma, adulterada la verdad, la sucesión de generaciones fue borrando por olvido toda su filosofía natural al suprimir las enseñanzas originales del "aquí adentro", para ganar terreno a la cara externa del temor del "ahí afuera" tras un velo de banal artificialidad capaz de desnaturalizar cualquier origen. 

No te duermas..., aún.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora