Después de emplear tras la sobremesa no más de treinta minutos en hacer yoga ibérico y refrescar mi rostro con el agua que me despereza, compruebo a través de la ventana como el gris del cielo amenaza lluvia. Y como no hay mejor lugar que el hogar, decido no salir esta tarde a mi acostumbrado paseo, encendiendo el brasero que de calor llene esta estancia, disponiéndome a escribir tomando un café que de sabor inunde mi paladar mientras el incienso incandescente carga de aroma el ambiente. Y escribo; quizá para mi, acaso para nadie o tal vez para tus ojos que ahora leen, aunque quizá de nada sirva cuando tras un lapso temporal, el pronto olvido las borre de la mente después de regresar a una banal realidad que complique lo sencillo como siempre.
Analizando los hechos que esta mañana acontecieron al amparo de la ceguera social, donde la falta de cordura me abate pero no derrota en mi iluso empeño por un mundo mejor, los acepto, aunque no los pueda comprender, pues no hay mayor verdad que admitir el exagerado índice de manipulación que condiciona los actos y comportamientos de una aborregada sociedad sumisa a los designios de quien a fuerza de insistente repetición, insensibiliza al mundo a base de imágenes que a todos nos adormezca en un sueño de imposible grandeza alejado de la realidad, y que irremediablemente, aletarga al ser humano en su propio perjuicio.
Un sueño a lomos de un mundo - prosigo moviendo mi pluma - del todo incongruente que por necedad prefiere el caduco petróleo a la eterna y limpia energía del agua, sol y viento por solidaridad planetaria; que tolera en su indiferencia por el desfavorecido la exclusión social, donde se siembra golf y no verduras, donde la mentira prevalece sobre la verdad, donde fomentar ignorancia resulta más barato que invertir en educación, donde la vejez es un gasto innecesario, la sanidad un negocio impresentable, la dependencia un favor y no un derecho, y donde la decadencia social y medioambiental en un indecente ejercicio generalizado, es sistemáticamente negada pese a la más clara evidencia.
Un mundo, quiero decir, con ansias de amor mientras el amor es ridiculizado como herramienta de unión, donde nos interesamos por la vida en el espacio exterior sin preservar la existente en el planeta que nos sustenta, donde satisfacer el deseo material es un trofeo más que añadir a la banal colección de un incombustible ego que usa y tira, mientras medio mundo muere de hambre y la otra mitad de obesidad.
¿Que podemos esperar de un mundo despierto a un sueño virtual donde nadie es quien dice ser y miente más que habla, que huyendo de las relaciones humanas, concede más importancia a la sandez que a la injusticia social?
Un mundo; ¡si!, donde se pretende debatir los derechos animales sin respetar los humanos, donde la libertad individual es confiscada a cambio de una falsa seguridad que es aceptada por miedo infundado, donde los recursos agropecuarios son negocio y no alimento, donde la historia es tergiversada por sectarismo político y olvidada por el tozudo interés en repetir los mismos errores del pasado que nos lleve a estrellarnos. Donde el corrupto es inmune y la necesidad sentenciada, donde hacemos la guerra para hacer propio lo ajeno, donde vivimos impasibles al hambre mientras tu calmas tus ganas de comer, donde el consumo de materias primas crece a un ritmo muy superior al de regeneración natural, donde en el colmo de la ignorancia se concede el premio Nobel de la paz a quien sin piedad, vende y suministra tanques y aviones contra palos y piedras, y donde las Naciones Unidas, están a merced de la interesada voluntad de tan solo cinco países que en defensa de sus tan egoístas como desleales intereses, navegan contracorriente al resto de un mundo controlado por un insensato sistema que a golpe desestabilizador, divide por imposición a sus sociedades en fronteras y banderas rumbo a un gobierno, economía y pensamiento únicos, con la intención de borrar del mapa toda idiosincrasia levantada con el sudor de nuestros ancestros.
Así es este mundo: que oye pero no escucha, que ve pero no observa, que padece pero no siente, que se mueve pero no actúa, y donde el sentimiento de apoyo y adhesión, es algo pasado de moda en una sociedad construida para criticar, enjuiciar y censurar como burdo pasatiempo universal.
¡Merecemos un mundo mejor!, gritan ahí afuera en el colmo de la hipocresía, eludiendo estrechar sus manos a las prójimas desde una indolente posición que huye de unir esfuerzo para lograr la fuerza, sobreviviendo bajo el engaño de pensar que la solución no está en ti, como en mi, sino en dejarte llevar por la democracia dictatorial que nos gobierna para hacerte creer que eres libre, por el simple hecho de ejercer un voto y tomar decisiones personales bajo un falso libre albedrío que en realidad no tienes, porque no te pertenece aunque te corresponda, sin darte cuenta que como yo, ese y aquel, no somos más que dóciles siervos bajo la prescindible identidad de un número.
Y ante la injusticia, nos ofuscamos defendiendo la libertad de pensamiento con la mente secuestrada, del todo retorcida e influenciada para satisfacer la usura de quien con subliminales artimañas, nos dice como hablar, comer y vestir, a quien amar, a quien odiar, repudiar o excluir, en un mundo incoherente cada vez más ignaro que de espaldas a la más clara realidad, acepta hasta la saciedad la insolente mentira repetida una y mil veces hasta hacerla verdad.
No es pues de extrañar que la gran masa social progrese divida bajo interesadas corrientes de opinión, involucionando a base de racismo y xenofobia, iniquidad y desigualdad, machismo e intolerancia, violencia, egoísmo, envidia y vanidad..., como supremos valores impuestos sin nuestro consentimiento y que tú, como yo, como todos, ejercemos bajo la desmedida competencia y absurda rivalidad que sin escrúpulo fomenta la obscena indecencia de ser y tener más que los demás por miedo a perder. ¿No es lo que nos han hecho creer?
Esta es la sublime adoración hacia un omnipresente dios llamado dinero, que desde el vértice de su intocable pirámide, manifiesta la viva imagen y semejanza de la codicia humana capaz de transformar por devota pleitesía, cualquier teología en ideología del provecho y beneficio.
Preguntémonos entonces, ¿quienes somos para exigir ni siquiera desear un mundo mejor apoltronados desde un inamovible asiento frente al televisor, cuando por cómplice pasividad, culpable inacción y cobarde silencio, permitimos la destrucción de los valores que deben primar para coexistir y cohabitar con garantías de futuro, más aún cuando en defensa de nuestra comodidad, contribuimos a depredar el medio que nos sirve de morada y sustento?
No habrá un mundo mejor mientras el injusto reparto de la riqueza sea admitido por todos, mientras el despilfarro de recursos, energía y alimento, sea discordante con la necesidad de un mundo que necesita su medioambiental sostenimiento, mientras el claro camino de oscuras intenciones escogido por unos pocos, sea acorralar a las masas que sin hacer nada excepto entregarse a la ignorancia, termine por aniquilarse para cuando los fuertes queden y el resto desaparezca tras la limpieza improductiva, quedar como fieles siervos al servicio de una elite que dueña de los recursos y finanzas planetarias, rescriba la historia para olvidar que antaño hubo un momento de libertad donde toda oportunidad, fue desperdiciada por una ciega, sorda y muda sociedad que a la deriva derrota cerrando los ojos a la luz de la inteligencia.
ESTÁS LEYENDO
No te duermas..., aún.
Short StoryEl título de esta obra podría inducir al lector a lo que el propio enunciado sugiere: proponer una amena lectura que retrase sucumbir al placentero sueño. Sin embargo la intención de este manuscrito es provocar justo lo contrario; es decir, invitar...