Arroz con Bogavante (5/7)

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     Con un traje color gris y camisa blanca sin corbata, Emilio apareció cinco minutos antes de la hora convenida.
Tras saludar cortésmente y presentarse, la recepcionista marcó una extensión.

- ¡Don Manuel! Tiene una visita del caballero que esperaba.

Al poco, la mujer se dirigió a Emilio con mirada: digamos, algo más que curiosa.

- Suba por aquellas escaleras. Después siga por el pasillo hasta llegar a la tercera puerta por la derecha.
- Gracias. Es usted muy amable - Pronunció sin devolver en exceso aquella mirada que invitaba a..., no supo entender qué.

En aquel momento el aroma de café recién hecho, flotaba en el despacho de José, mientras Raúl, permanecía sentado al otro lado de la mesa mirando no sin cierta sorna las marcadas bolsas bajo los ojos de su amigo.

- Ya te lo dije José. Quien tiene buena noche, no puede tener buen día - Exclamó disimulando cierta risa maliciosa.
- ¿Cómo se te ocurrió lo de las rosas?
- Fue todo improvisado. ¿Salió bien, no?
- Quedarías doblados de la risa...
- Pues más bien si. ¿Qué tal te fue?
- Estuvimos en una cafetería hasta las dos de la madrugada. Después fuimos a tomar una copa en un pub próximo hasta las cuatro y media. Y poco más, pero mucho fue.
- ¿A que se dedica?
- Es empleada de banca. Creo que me he enamorado locamente.
- Ya me parecía a mí que tú...
- No seas mal pensado. No pasó nada. Solo conversamos. Hemos quedado en vernos mañana para comer. ¿Quieres venir? Así te la presento y me das tu veredicto.
- Oh, no... - Contestó divertido - No creo que necesites mi bendición. Además; estoy seguro que la has invitado a comer arroz con bogavante y francamente no me apetece.
- Estás muerto de envidia, ¡reconócelo!

Raúl soltó a reír con ganas.

- Oye: quería agradecerte sinceramente la tarde que ayer me hiciste pasar.
- No tienes nada que agradecer.
- En serio Raúl. Hace mucho tiempo que no lo pasaba tan bien. Desde que desperté esta mañana, no he hecho mas que pensar en todo lo que me dijiste.
- Si te hablé en ese tono fue porque...
- No, amigo. No tienes que justificarte por nada, mas aún cuando todo lo que me dijiste obedece a la más estricta verdad. Ayer me sentí muy bien por todo cuanto me enseñaste.
- Yo no te he enseñado nada José. Simplemente estás metido en un mundo que respeto porque es tu forma de ver y entender la vida. Es tu decisión y no soy yo quien para decirte que debes hacer, pero ese mundo tuyo del que yo huyo, es pura fachada, artificial, forzado, superfluo, donde las apariencias lo invaden todo y nada es real. Y a mi esa vida, no me va.
- Te envidio por ello. Siempre has tenido las ideas claras en ese sentido. Pero yo hoy, comienzo a huir de lo hasta ayer amaba equivocadamente. Quitaste la venda de mis ojos.
- Te pido disculpas si fui demasiado brusco contigo en la comida de ayer...
- Para nada Raúl. Aprendí que hay algo mucho más importante que mis negocios, dinero y posesiones, y es la bondad además de tu amistad. Te aseguro que estoy rodeado de supuestos amigos que no darían medio céntimo por mí si mañana me hundiera. Eso siempre lo he sabido. Ahora sé verdaderamente quien está conmigo por como soy y no por quien soy. Tú siempre me has valorado por ello, no por mi dinero como hace hipócritamente todo el mundo.
- Siempre he estado contigo por lo mucho que te debo, pues lo que hoy soy, es gracias a la oportunidad que me concediste al morir mi tío. Para mi eres ejemplo de inteligencia, aunque en otras cosas no te envidie lo más mínimo.
- Sé a que te refieres, pero te pido que no me agradezcas nada. Aquello fue hace mucho tiempo y los logros alcanzados, te los debes a ti mismo. Yo solo te abrí el camino, como tú ahora abres el mío. Pero déjame terminar, por favor - protestó. – Tienes mucha razón. Desde que Clara me dejó, he ido para atrás. ¿Crees que no soy consciente? Me he refugiado en el trabajo para mantenerla alejada de mi mente, y ahora me doy cuenta que lo único que he hecho es olvidarme de mi, de mis hijos..., de vivir.
- Me alegro que te sirviera para recapacitar. Si ayer te hablé así, es porque creo que necesitabas reaccionar.
- No te justifiques más, por favor. No sabes cuanto agradezco tus palabras. Llevo demasiado tiempo enclaustrado en este tipo de vida y sinceramente, me encuentro agotado e incluso asqueado de tanta falsedad. Últimamente siento como todo me da igual, pero ayer, me hiciste pensar. Desde que me despedí de Isabel, apenas he logrado dormir una hora reflexionando sobre todo lo que me dijiste.
- Si ha sido para bien, me doy por satisfecho.
- Desde luego que si. Me diste una lección de humildad. Siempre has sido un angelito ayudando a los demás, pero ayer superaste mi capacidad de entender lo que es la generosidad.
- José... - Pronunció Raúl con la vista clavada en su amigo - Ayer, por primera vez en no sé cuanto tiempo, volví a verte sonreír y eso para mi es un regalo extraordinario. Con los ciento cincuenta euros que ibas a invertir en una cena a base de arroz con bogavante a la que renunciaste, hiciste mucho bien a personas que realmente necesitaban ayuda. Para ti esa cantidad no es más que dinero, sin embargo para ellos fue una suerte que les sirve para sobrevivir un poco más.

No te duermas..., aún.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora