Por un instante, pensé que me había quedado K.O. durante el juego y que tenía otra pesadilla. Luché para liberarme del abrazo para encontrar a Pablo mirándome con divertida perversión.
—¿Cuál es el problema contigo? —jadeé
Paio levantó la toalla ensangrentada con una perfecta máscara de inocencia. —Sólo intentaba ayudar.
Tomé la toalla de sus manos con rabia, y di un paso seguro lejos de él mientras intentaba detener la hemorragia nasal por mí misma. —¿Qué estás haciendo acá?
Paula entró en la cocina y sacó algo de la nevera. —Mica, ¿esta es tu forma de tratar a un invitado? Este es Pablo —me informó—. ¿No estás emocionada por conocer finalmente a tu príncipe azul?
—Es bueno conocerte al fin —asintió Pablo. La conocedora sonrisa que me dedicó envió dos tipos diferentes de escalofríos a través de mí.
—Sí —dije sarcásticamente—. Al fin.
Me alegré cuando Paula rompió el incómodo silencio, y más cuando entrelazó su brazo alrededor del de Paio. —La cena está lista —dijo, empujándolo hacia el salón—. Puedes sentarte a mi lado. —Fue un alivio tener esa sonrisa asesina dirigida a alguien más aparte de mí esta vez.
Me retiré a la seguridad de mi habitación y tomé una respiración profunda cuando la puerta se cerró con seguridad detrás de mí. Mientras cambiaba mi camiseta llena de sangre, pensé en la persona del piso de abajo que esperaba cenar con mi familia. Así que le gustaba lanzar cuchillos a maniquíes y no tenía sentido del espacio personal, lo cual no era una verdadera razón para tenerle miedo. Pero aun así, había algo muy inquietante acerca de Pablo y me molestaba realmente. Bajé decidida a no dejar que ese chico me intimidara. Después de todo, ningún chico lo había hecho antes.
—¡Aquí estás! —exclamó mi padre con orgullo cuando entré en el comedor—. Esta es nuestra hija menor, Micaela.
Mi padre gesticuló hacia mí y después pasó su mano por la mujer que había visto conduciendo el BMW. Era aún más sorprendente de cerca ,y parecía extrañamente fuera de lugar en nuestra vieja y sucia mesa. —Mica, esta es nuestra nueva vecina Mirta Lopez y, por supuesto, ya conoces a su sobrino, Pablo Rodriguez.
Intenté prepararme a mí misma cuando miré en la dirección que mi padre señalaba, pero no me sirvió de nada. Me encontré con los ojos de él y al instante toda mi resolución salió volando por la ventana. Mi corazón se aceleró, mi adrenalina se disparó y juzgando por la forma en la que me miraba (como un depredador acechando a su presa), empezaba a pensar que él podía oler mi miedo.
—Hola —murmuré, sentándome en el asiento que me habían guardado, el cual por desgracia se encontraba directamente frente al de Pablo. Pegué los ojos a mi plato.
—Micaela, ¿dónde están tus modales? —me regañó mamá, algo que hacía muy a menudo.
Levanté la vista entonces, pero al menos ahora me sentía molesta en lugar de intimidada. Pablo me sonrió y traté de mantener el tono de mi voz cuando dije—: Gracias por ayudarme.
—¿Ayudarte? —repitió Paula con incredulidad— Mica, él te rescató.—Luego se giró hacia Paio, brillando de admiración—. Salvaste su vida.
Él me lanzó otra sonrisa. —Fue un placer.
Rápidamente Paulita trató de recuperar su atención. —No sé cómo pudiste mantener la calma —dijo— Había mucha sangre. Debes ser realmente valiente.
—O quizá simplemente le gusta la sangre —me quejé en voz baja.
—En realidad —habló la tía, asustándome. Por un momento me pregunté si me habría escuchado, pero sonreía— Pablo es bueno es las situaciones de emergencia. Está certificado tanto en reanimación cardio-pulmonar como en primeros auxilios, y ha sido entrenado en defensa personal.
¿Ser un experto lanzador de cuchillos se considera autodefensa? Quise preguntar.
—¿En serio? —arrulló mi hermana, apoyando la mano en su brazo—. ¡Eso es genial!
—Sí, tengo grandes esperanzas de que él sea un buen médico algún día —continuó presumiendo la señora Lopez.
—¡Un médico! —exclamó Paula—. Sí, después de verte en acción estoy segura de que serás un gran doctor.
—Quizá debería —dijo Paio a la ligera—. Me parece que podría utilizar una parte del personal en esta casa simplemente para Mica.
Todo el mundo rió por eso, excepto yo, por supuesto. Para mi horror todo lo que pude hacer fue ruborizarme. Fue mi madre quien finalmente me echó una mano y reclamó la atención fuera de mí. —¿Entonces estás estudiando para eso? —le preguntó —. Supongo que empezarás la universidad en otoño
—No, a penas tengo diecisiete. Seré senior en otoño. Lo cual es algo bueno porque no tengo ninguna idea sobre qué hacer. Necesito tiempo para pensar en ello.
Mi madre sonrió con simpatía. —¿Cambiar de instituto en tu último curso? Debe ser duro.
La señora suspiró. —Me sentí mal por tener que mudarnos, pero él está siendo muy maduro.
Pillé a mi padre mirando a Paula con una sonrisa en su cara, y no pude evitar mi sonrisa tampoco. Ella iba a ser senior también, y si mi padre nos hubiese cambiado de instituto ese año, ella habría empezado la tercera guerra mundial. Papá me guiñó un ojo y luego dirigió su atención de vuelta a la conversación.
—No va a ser tan malo —dijo mi nuevo vecino y me miró de nuevo—. El vecindario ya ha resultado ser mucho más emocionante de lo que esperaba. —Todo el mundo rió de nuevo, y hubo más miradas en mi dirección—. Más ahora que al menos tengo un par de amigas para hacerme compañía durante el verano.
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Casualidad
FanfictionEl verano de los dulces dieciséis de Micaela es un verano de primero. Primer coche. Primer beso. Primer novio. ¿Primer acosador de asesino en serie?