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Maratón 1/5

*

Mi mamá no me preguntó sobre eso cuando la llamé desde el concesionario de autos y le pedí que viniera a recogerme, pero estoy segura de que mi cara dijo suficiente. Cuando llegó, simplemente le dije que no encontré nada que me gustara y nos dirigimos a casa en completo silencio. Después de eso, agarré un montón de bocadillos y luego me encerré en mi habitación por el resto del día.

Estoy segura de que mi mamá y Paula probablemente piensen que Pablo y yo nos habíamos metido en una gran rencilla amorosa o algo así, pero no me importaba. No quería hablar de él con ellas. No es como si me escucharan o me creyeran si les dijera la verdad. No. Sólo sería la pobre, pequeña, inocente y nerviosa Mica porque realmente le gusta a un chico.  

Cuando los chicos me llamaron más tarde esa noche no podía dejar de pensar en lo que Bruno dijo, así que cuando Bruno finalmente contestó el teléfono, le pregunté si era verdad. Bueno, algo así—: Oye, ¿Es de mala calidad mi colección de video juegos?

La respuesta de Bruno vino tan rápido que fácilmente me sobresaltó.

—Claro. ¿Por qué?   

—No. En serio.  

—Sí en serio, Viciconte. Es muy defectuoso. Ni siquiera tienes Call of Duty o algo.

—¿Así que no te gusta Skateboard Pro 2000?  

—Ugh, es el peor. Desearía poder eliminar ese estúpido deporte por existir y forzarnos a ser objeto de tal debilidad.

Agarré el auricular con tanta fuerza con mi mano que casi esperaba que se destrozara en pedazos. Sólo porque Bruno odiaba Skateboard Pro 2000 no significaba que Paio tenía razón. Simplemente quiere decir que necesitaba ampliar mis horizontes en la X-box.

—Si mi colección de juegos apesta tan mal, ¿por qué siempre vienesa pasar el rato a mí casa?  

—Oigan, chicos —llamó Bruno— Mica quiere saber por qué pasamos tanto rato en su casa.  

Estuve quieta por un segundo, y luego Congo y Pity cantaron al unísono—: ¡Paula!  

—¿Mi hermana?  

—Duh —dijo —. Puede ser miserable, pero eso no quiere decir que no pienso en verla salir de la ducha en estos días.

—Eres enfermo —bromeé, pero me sentí mucho mejor. Claramente Paio se equivocó acerca de ellos. Y si se equivocó con eso, quizás también significaba que estaba equivocado con los asesinatos.  

—De todos modos, tenemos que irnos —dijo Bruno—. Desearía que estuvieras aquí, Viciconte. De verdad te encantaría.  

—¡Sí! —gritó Congo desde el fondo  

—¡Vamos a tener que encontrar una manera de que crezcas un par para el verano que viene!

Bueno. Pueden haber sido un grupo de egoístas, pero por lo menos eran consecuentes.

Esa pequeña normalidad me hizo relajar un poco, pero seguía teniendo un ojo abierto en la casa cruzando la calle. El auto de Pablo aún seguía desaparecido. Él había esperado de mal humor en el concesionario antes de que mi mamá llegara, pero no nos siguió a casa y no ha regresado todavía.  

Cuando él no había llegado a casa por la media noche, comencé a sentirme mal. No había sido agradable con él y obviamente se molestó por ello. Esperé toda la noche, no podía dormir. Incluso dejé de mirar a escondidas por la ventana después de un tiempo, y escalé hacia el techo necesitando un poco de aire.  

Alrededor de las 4:30 a.m. un par de faros venían brillando por la calle y me sumergí de nuevo a mi habitación. Apagué mi televisor y cubrí el despertador, así toda mi habitación quedó negra. Entonces, con un pequeño agujero en mi persiana, miré a Pablo salir de su auto. Él hizo exactamente lo mismo que hacía cuando entraba. La luz encendida en su habitación unos minutos después y luego se apagó. Nada que ver. Ningún  comportamiento extraño. Y ahora que se encontraba en casa, me di cuenta que era casi el amanecer y que finalmente podría dormir.

—Mica, sigues viva, ¿cierto?  

Me desperté con el sonido de la voz de Paula, que siempre es desagradable, pero no estaba tan antagónica como de costumbre. Gemí algo que sonaba cerca a —Vete.  

—No podemos, hermanita. Mamá me dijo que no te moleste, pero si te quedas mucho tiempo en tu habitación, vendrá, y confía en mí no quieres que ella venga. Sigue usando la palabra pubertad.  

Gruñí algo completamente ininteligible esta vez.  

—Si te ayuda, te traje el desayuno, doble pedazo de caramelo hecho de azúcar y mantequilla.

Me senté y ella se sentó en mi cama sosteniendo dos bolitas de helado y dos cucharas. Cuando intenté tomar uno, lo escondió detrás de su espalda. —Esto no viene sin un precio —dijo—. Me vas a decir exactamente lo que ocurrió ayer.  

Rodé mis ojos y arrebaté el helado de las manos de mi hermana. Suspiró y le dio un mordisco a su propio helado y luego preguntó—: Enserio Mica, ¿qué ocurre? Porque a Paio le gustas. Realmente, realmente le gustas. Viene más de tres veces al día a preguntar por ti. Incluso te ha traído nuevas rosas porque olvidaste ponerlas en agua y se marchitaron. Mira, ¿ves? — Señaló al ramo en mi tocador—. Esas vinieron ya en un florero.  

—¿Viene más de tres veces al día? ¿A qué hora? 

—Casi a las una. Intenté preguntarle qué pasó pero no me lo dijo. Mica, parecía alterado.

—¿Alterado-enojado? —pregunté.

—Más bien alterado-frustrado —dijo —. No creo que Paio se enoje.

—¡Ja! Pau no entiendes. Él no es el mismo a tu alrededor que a mi alrededor. Tiene problemas. Está seriamente loco. La forma en que me mira, y me toca todo el tiempo... —Sentí que mi cara se calentaba. El sonrojo definitivamente no iba a ayudarme en mi caso—. Es como si estuviera conteniéndose de amarrarme como un cerdo y arrastrarme hacia los bosques.

—Vamos, Mica, eso es un poco duro, ¿no crees? Sólo es un chico. Simplemente nunca has tenido un chico interesado en ti antes.

—No, ¡eso no es todo! Escucha, cuando estábamos en el concesionario de autos, comenzó a hablar de todas esas chicas. Pero no sólo hablaba de ellas. Es como si estuviera obsesionado. Como si entendiera que pasó porque su cerebro funciona de la misma manera.  

—¿Qué chicas?  

—Esas dos chicas que murieron. De las que mamá habló con la tía de él en la cena.

CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora