#10.5

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—Oh, ¡más de un par! —Paula prácticamente rebosaba de emoción—. Puedo presentarte a un montón de gente este verano. De hecho, hay una gran fiesta en la playa este viernes. Sé que no es exactamente el tipo de playa a la que estás acostumbrado en California, pero será divertido. Mi amiga Flor tiene una casa en el lago con un bote y motos acuáticas. La mitad de la clase senior irá.  

—No estoy segura sobre esa fiesta, Pau —interrumpió mi madre con voz cautelosa.

—Oh, no te preocupes, mamá. Los padres de Flor estarán allí. Es una barbacoa, no una rave.

—No es eso cariño, confío en los padres. Pero ¿después delo que les ha sucedido a esas chicas? Simplemente no sé si es una buena idea estar fuera hasta tan tarde los fines de semana ahora mismo.  

—¿Qué chicas? —preguntamos al unísono Paula, Pablo y yo.

—¿Te refieres a las dos víctimas apuñaladas? —preguntó la tía de Paio y mi madre asintió. 

—¿Recuerdas la chica que vimos en las noticias la semana pasada?—me preguntó papá de repente—. La que...

La voz de papá se fue apagando y me estremecí. —Heather Monroe—dije. 

—No fue la única. Hubo otra chica el fin de semana anterior. Apuñalada en Farmington Hills. Encaja en el mismo perfil.

Me estremecí de nuevo. Podría decir por la mirada que tenía mi padre en la cara que con "el mismo perfil" se refería a una copia en carbón de mí misma. Pasó un momento entre nosotros, el cual Paula interrumpió con un impulsivo—: ¿Estás diciendo que un asesino en serie anda suelto ahora mismo?

Mi rostro palideció y mi padre rápidamente nos aseguro que no era así. —No pareces muy convencido —le dije, porque él no lo estaba.

—Los asesinatos pueden estar conectados —dijo Paio de la nada—.Pero no se pueden considerar asesinatos en serie a menos que haya tres o más.  

La señora Lopez debió de ver la mirada que le echaba a su sobrino, porque dijo—: No, él tiene razón. Estuve viendo un informe especial sobre ello la otra noche. De hecho la policía está bastante segura de que las dos muertes son coincidencia.  

—¿Están seguros? —preguntó mi madre. 

—Parecen bastante seguros.

Mamá miró de nuevo a Paula  

—¿Cuándo es la fiesta?

—El viernes.

—¿Y los padres de Florencia estarán allí?

—Y algunos de sus amigos también.

Mamá miró a papá y luego otra vez a mi hermana. Finalmente suspiró.—No puedes ir por tu cuenta, y espero que estés en casa para tu toque de queda habitual.

—Ahí lo tienes —dijo dirigiéndose a Pablo—. Tienes que venir conmigo porque no puedo ir sola.

Pablo frunció el ceño confuso. —¿No irá Mica también? 

Mi querida hermana resopló, lo que hizo que Paio estuviese aún más confuso hasta que vio la mirada de disgusto en mi cara.

—Prefiero enfrentarme con el asesino en serie.

—¡Micaela! —Mi madre. Otra vez con la reprimenda

 Por un momento, todo el mundo recordó que había comida en la mesa. Me alegré por el silencio, pero podía sentir los ojos de Pablo en mí. Lo  desafié con un vistazo, y después deseé no haberlo hecho porque me miraba con la misma intensa y divertida mirada que ya le había visto varias veces, y me recordó a mi sueño.

Cuando el teléfono sonó devolviendo la vida a la cocina fue como un pequeño milagro de la vida. Pauli saltó, pero antes de que pudiese dar dos pasos, mi madre gritó—: ¡Siéntate, Paula!  

—Pero mamá...—Pero nada. Estamos en medio de una agradable cena con compañía.

—¡Pero me has quitado mi teléfono! ¡Ni siquiera tengo mensajería de voz ahora!

—Tenemos contestador automático.

—Pero...

Paula es adicta a su teléfono móvil, pero el mes pasado tuvo una factura de unos doscientos dólares de más, y mis padres se lo confiscaron. Tendrá que estar con los pies en la tierra durante todo el verano. Yo no tengo uno, simplemente porque nunca lo he necesitado. Sólo tengo que hablar con los mosqueteros y están a punto de regresar. La mayoría del tiempo ni siquiera se molestan en llamar a la puerta antes de entrar. Aún así, cuando mis padres me ofrecieron dejarme usar el móvil de mi hermana durante el verano después de que se lo confiscaran, lo tomé sólo para fastidiarla. Está enterrado en algún lugar del caos que es mi armario.

Y hablando de ella, me pilló riéndome de ella y me lanzó una mirada asesina.Comencé a sacarle la lengua en venganza, pero entonces el contestador cogió la llamada en la cocina. Cuando escuché tres voces muy desagradables gritar "¡Viciconteeeeeeee!" me olvidé de molestar a mi hermana y salí disparada de mi silla.  

—¡Micaela Lorena! —me llamó mi madre en un tono de advertencia.

—¡Mamá! ¡Están en el campamento! ¡No puedo devolverles la llamada!

Mi padre, bendita su calva cabeza, razonó con mi madre y atendí, con la esperanza de pillar a mis mejores amigos antes de que colgasen. —¿Qué pasa perdedores? —dije sin aliento.

CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora