Bueno, si ella podía ir a por el sentimiento de culpa, también podría yo. —¿No quieres ir conmigo, mamá? Es para mis dulces diecisiete.Podríamos ir las dos. Podríamos pasar el día juntas. ¿Ir a por algo de comer? No lo hacemos muy a menudo.
La verdad es que ofrecerle algo de tiempo de calidad de chicas sólo para nosotras dos era bastante solapada de mí parte. Mamá es mucho más parecida a Paula, y no es ningún secreto que soy hija de mi padre. Me sentí un poco mal manipulándola, pero tiempos desesperados requieren medidas desesperadas.
Mamá se quedó muy tranquila, mientras dejaba su taza de café. ¡La tenía! Iba a ceder, pude verlo en sus ojos. Cuando por fin habló, esperé a que dijera bien, pero lo que salió de su boca fue— Lo siento, cariño. Es que no puedo hoy.
Fue entonces cuando me di cuenta de lo que hacía. —¡Ella te tiene totalmente! —acusé.
—¿Qué? —Mamá parecía asustada.
—¡La voy a matar!
—¿Matar a quién?
—¡Paula! —grité con la parte superior de mis pulmones—. Esa pequeña perr... —Me contuve a tiempo antes de llegar a ser castigada—¡Mocosa!
—¡Mica! ¿Qué es lo que te pasa?
No pude evitar enojarme con mamá. —¡Me estás mandando a volar porque quieres que tenga que ir con Pablo!
Mamá no pudo encontrar una respuesta, di justo en el clavo.
—¡Eres tan mala como ella! —le grité.
—Micaela, deja de gritar —dijo mamá, con la voz cada vez más dura—Paio fue muy agradable al ofrecerse para ayudarte. Es nuevo en la ciudad y sólo quiere pasar tiempo con la única gente de su edad que conoce. Sería muy grosero de tu parte cancelarle.
—Oh, por favor. No te importa ofender a nadie. Sólo quieres que tu hija, la bicho raro, se parezca más a la que es perfecta.
—¡Micaela Lorena Viciconte!
Había cruzado una línea con eso, pero no lo retiraría. Crucé los brazos tercamente, cayendo en una pelea de miradas con mamá. Esperé a que empezara conmigo, me diera el sermón y el castigo que merecía, y me sorprendió realmente cuando llegó la compasión. —Paula no es perfecta, cariño, y no eres un bicho raro.
Mi madre se inclinó sobre la mesa y puso su mano en mi brazo. Tenía esa mirada orgullosa de todo padre en sus ojos. —Eres una criatura inteligente, una mujer fuerte y una hermosa joven, Micaela —dijo— Era sólo cuestión de tiempo antes que los chicos comenzaran a darse cuenta de eso. Y ahora que lo hacen, vas a tener que aprender a lidiar con eso.
—¡Oh, mierda! —Me hundí de nuevo en la silla más incómoda de lo que jamás había estado en mi vida. Este no era el sermón que había estado esperando.
—Lo digo en serio.
—Yo también. Esperare por papá para conseguir el coche.
—Sabes lo mal que tu padre se sentía por tener que salir este fin de semana. Se sentirá aún peor si no tienes tu coche antes de tu cumpleaños. Él sabe lo mucho que has estado deseando que llegue.
—Va a estar bien, mamá. Una semana no me va a matar.
—Es más que eso, Mica. Tu padre y yo sabemos que estás hecha polvo sobre tus amigos que se han ido este verano y se perderán tu cumpleaños.
—Le voy a hacer una fiesta —dijo Paula, entrando en la cocina—. El cuatro es este viernes, lo que no me deja mucho tiempo, pero apuesto a que puedo lograrlo.
Mi madre me miró con esperanza y suspiró cuando negué con la cabeza. —Es tu decimoséptimo cumpleaños —dijo—. ¡Debe ser especial!
Esto tocaba una fibra sensible, no importa lo mucho que intentaba no permitirlo. —Bueno, no hay manera de que una estúpida fiesta llena de amigos de Paula sea algo especial —espeté.
—Ingrata —murmuró mi hermana. La fulminé con la mirada.
—Olvídalo, es sólo un cumpleaños estúpido.
—Mica —dijo mi mamá, frunciendo el ceño.
La pena en su voz tiró mi temperamento sobre el borde. —¡No quiero una fiesta! —le grité—. ¡Y no voy a ir hoy!
—¿Qué quieres decir con que no vas a ir hoy? —exclamó Pau en estado de pánico—. ¡Tienes que hacerlo! Mica, esto es básicamente como una cita. Incluso llamé a Flor y a Bianca para que vinieran a ayudarte a prepararte. Estarán aquí en como quince minutos.
—No es una cita.
—Ya oíste a Paio la última noche de camino a casa. Está muy entusiasmado con hoy. No le puedes cancelar, le romperías el corazón.
—Estoy segura que lo haría. No voy a ninguna parte sola con Paio.
—Entonces lleva a tu hermana contigo —sugirió mamá rápidamente.
—¿En su cita? —preguntó mi hermana, horrorizada
Pero mamá tenía un punto. Tal vez había una posibilidad de que pudiera conseguir mi coche hoy. Cuando Paula se encontraba allí, Pablo hacia un trabajo decente controlando su factor de rareza
—No es una cita —repetí—. Y si no vas, no voy.
Me miró con incredulidad. —Eres un monstruo.
—Está bien. Creo que no voy —le dije, volviendo a salir de la habitación.
Llegué a mitad de camino por las escaleras antes de que mi hermana llegara pisando fuerte hasta detrás de mí diciendo—: Está bien, voy a ir. Vos ganas, bebé grande.
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Casualidad
FanfictionEl verano de los dulces dieciséis de Micaela es un verano de primero. Primer coche. Primer beso. Primer novio. ¿Primer acosador de asesino en serie?