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Fin del maratón 5/5

***

Mi cabeza latía con fuerza cuando me desperté a la mañana siguiente. Probablemente porque después de la fiesta, soñé toda la noche. Algunos de los sueños fueron pesadillas, pero algunos de ellos... bueno... digamos que me acordé de cómo los labios de Pablo se sentían en mi cuello y cómo sus dedos podrían elevar la piel de gallina en mi piel un poco demasiado bien.

Las pesadillas eran reconfortantes porque eran muy sencillas, pero los buenos sueños me confundían. No sabía qué pensar del vecino, pero una cosa era cierta: no había manera en el infierno en la que fuera a pasar el día a solas con él. Mi coche tendría que esperar.  

Bajé las escaleras para tratar de explicar la mala noticia a mi madre, pero me detuve en el pasillo cuando la oí a ella y a Paula hablando de mí.—No lo entiendo —dijo Paula —Estaban hablando y Pablo era tan dulce. Entonces Mica enloqueció y nos hizo salir. No dijo ni una sola palabra de camino a casa.

—Bueno Pau, cariño —pude escuchar la simpatía en la voz de mamá, así como asombro—, probablemente se asustó.  

¡Gracias! Me alivio tanto que alguien entendiera cómo de espeluznante era Paio. Pero entonces mamá dijo— Micaela no está acostumbrada a los chicos como tú.  

—¡Lo único que hace es salir con chicos!  

—Pero ninguno de ellos le ha prestado esa clase de atención antes. Los mosqueteros, son buenos chicos, pero tratan a Mica como a uno de ellos. ¿Puedes ver a alguno de ellos pidiéndole una cita, o tratando de darle un beso?  

Paula resopló. —Ew.

No podía creer que mamá y mi hermana estuviesen teniendo esta conversación acerca de mí, pero al menos mi hermana y yo nos hallábamos en la misma página con ese pensamiento. ¿Salir con Bruno, Congo o Pity? Ew, ew y ¡ew!  

Mamá continuó—: Así que si a Mica le gusta Pablo, ¿no puedes entender lo confundida que puede estar en este momento? La pubertad es una cosa muy difícil. No todo el mundo se adapta a él tan naturalmente como tú lo hiciste.  

—Asco, mamá, no puedo creer que hayas dicho la palabra pubertad.  

—Bueno, ¿De qué otra forma se supone que la llame?  

—Um, nada. Esta conversación está tan terminada. ¿Y sabes qué? Tal vez no deberías decirle nada a Micaela. Voy a ayudarla con el vecino.

Al oír una silla deslizarse de la mesa, empecé a arrastrarme escaleras arriba, pero todavía oí la respuesta estoica de mi madre. —¿Paula?  

—¿Qué?  

—Deja a tu hermana en paz  

—Pero mamá, no la viste. Necesita ayuda.  

—¡Aléjate de ella! —dijo mamá de nuevo—. Estoy segura de que pedirá tu ayuda cuando esté preparada para ello.

¡Ha! Y los monos podrían volar fuera de mi culo, también.  

Esperé en mi cuarto hasta que oí a mi hermana encender la ducha en el baño y luego bajé a enfrentar a mamá. Afortunadamente, no dijo nada cuando entré en la cocina. Tomó un sorbo de café mientras que cogí un plato de Cocoa Puffs. Cuando por fin habló, no dijo ni una palabra acerca de la fiesta.  

—Así que, ¿alguna idea del tipo de coche que quieres?  

—Dudo que tenga muchas opciones con sólo cuatro mil dólares para trabajar —le dije, encontrando la transición perfecta para cancelar mis planes del día sin tener que recurrir a el innombrable—. Tal vez debería esperar hasta el final del verano, cuando ahorre un poco más.  

—Te sorprenderías, Mica. ¿Recuerdas a Genevieve del hotel? Su esposo Frank maneja un concesionario Ford Livonia y me dijo que tenía unas pocas grandes ofertas en este momento. Le dije lo mucho que has estado ahorrando y está emocionada por ti para que vayas hoy.  

¡Demonios! No es que no estuviese agradecida por el intento de mi madre de conseguirme un acuerdo pese a la falta de conexiones con vehículos de nuestra familia, mamá no trabajaba para una compañía de autos tampoco, útil como eso resultaría ahora. Es la gerente de recepción del hotel Marriott en Dearborn, pero ¿cómo se supone que vaya a librarme de ir ahora?

—Oye, ¿mamá? Si conoces a este chico, ¿por qué no vas conmigo hoy?  

Mi mamá me estudió entonces de una forma en la que nunca me había visto antes. Le tomó mucho tiempo para responder. —Oh, cariño —dijo, suspirando—. Eso va a tomar todo el día y tengo toda una lista de cosas por hacer.  

—Pero sólo soy una niña. ¿No crees que debería tener un adulto conmigo para algo como comprar un coche?  

—Estás a punto de cumplir dieciséis años. Es hora de que comiences a tomar un poco de responsabilidad adulta. Especialmente si vas a ser dueña de tu propio auto. —Hizo una pausa para sonreírme por encima de su taza de café—. Confío en ti para tomar una buena decisión.  

Ugh, ella fue por todo el viaje a la culpabilidad. Había estado dándome discursos sobre la responsabilidad de tener mi propio auto por semanas. Si le decía que no podía manejar esto por mi cuenta,probablemente me diría que no podía conseguir uno.  

La verdad es que ofrecerle algo de tiempo de calidad de chicas sólo para nosotras dos era bastante solapada de mí parte. Mamá es mucho más parecida a Paula, y no es ningún secreto que soy hija de mi padre. Me sentí un poco mal manipulándola, pero tiempos desesperados requieren medidas desesperadas.  

CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora