Por un momento todo lo que pude oír fue caos, y luego alguien dando un puñetazo a alguien más. Aparentemente Bruno ganó la pelea por el control sobre el teléfono porque dijo:
—¡Nunca lo adivinarás!
La emoción en su voz me hizo olvidar a los demás en la otra habitación.
—¿Qué?
—¡Llegamos al partido de escaramuza con "Las alas"!
—¿Los Alas Rojas de Detroit? ¿En serio están jugando con ellos?
—Franzen, Zetterberg, Howard... —dijo Bruno, y Pity gritó en el fondo—. ¡Todos ellos!
—¡DE NINGUNA JODIDA MANERA! ¡APESTÁN CHICOS!
—¡Micaela! —gritó mamá desde el comedor—. ¡Ese lenguaje!
Eché un vistazo en su dirección e inmediatamente vi a Pablo mirándome. Algo en la expresión de su rostro me molestó.
—Discúlpenme—llamé a mamá—. Lo atenderé en la oficina.
—Seguimos teniendo compañía —me respondió, ligeramentemolesta.
—¡Cinco minutos!
Tomé el teléfono inalámbrico más allá del baño de la planta baja, y me dejé caer en la silla del escritorio de mi padre mientras los mosqueteros se turnaban para enganchar el teléfono del uno al otro y contarme todo sobre el increíble verano que tenían sin mí.
Fue Congo quien eventualmente dijo— ¿Así que estuviste en e lhospital por una lesión en la cabeza? ¿Qué pasa con eso? ¿No puedes sostenerte a ti misma en la cancha sin nosotros?
—Por favor —resoplé—, tuve que recurrir a jugar en el parque hoy, y batí a esos chicos a pesar de que re me retaban en mi cara, principalmente Occhiato que se pasa de vivo.
—¿Occhiato te hizo algo? —dijo Martín en el fondo (debían detenerme en el alta voz)—¡Bien! Siempre quise tener una razón para encararlo.
—Lo siento, amigo. Él estará muerto mucho antes de que lo agarres.
—¡Rómpele uno de sus dientes por mí!
—Será un placer —le prometí.
—Ahora en serio, Lorena —dijo Congo otra vez—. ¿Por qué estuviste en el hospital?
—Fue muy estúpido. Mi primera conmoción cerebral y ni siquiera fue en un partido. Bruno salió de su patio. Saltó sobre mí sin que llevase puesto mi casco. Casi me desangro hasta la muerte por el camino. Hay una enorme mancha allí ahora.
—Fantástico.
—Sí, también voy a tener una cicatriz bastante desagradable.
—Entonces, ¿quién fue la herramienta? —quiso saber Bruno.
—¿Qué herramienta?
—Llamamos la semana pasada y un chico respondió. Dijo que no podías hablar porque acababas de regresar del hospital y dormías.
—¿Él contestó al teléfono? —casi grité. Por alguna razón, la idea de Paio hablando con ellos era horrible.
—¿Quién es?
—Sólo un chico. Él y su tía se han mudado a la casa de la muerta señora Cromsfield cruzando la calle.
—¿Juega a algo?
Reí. —No a ningún juego que sería beneficioso para ti a menos que estés pensando en cambiarte a otro equipo, si entiendes lo que digo.
—¿Es gay? —jadeó Congo. Oí un montón de risitas al fondo.
—Es lo suficientemente guapo como para ser gay —dije—. Es como la versión masculina de Paula. Vestido como un modelo de JCrew, pelo a la moda, probablemente tiene legiones de chicas zombies a su entera disposición. Pau ha estado babeando por él desde que apareció.
—Suena como una mala película de terror —dijo Congo al mismo tiempo que mi hermana aparecía en la puerta de la oficina.
Una mala película de terror era la descripción exacta para ella.
Carrie específicamente me vino a la mente (al final, cuando se vuelve psicópata y acaba con todos en la fiesta de graduación).
—¡Micaela! —dijo entre dientes—. ¡Pablo está en el baño! ¡Probablemente puede oír cada palabra que estás diciendo!
—Bueno, no es como si no fuese evidente —espeté, irritada porque ella hubiese estado escuchando mi conversación. Con mi mejor voz de cabeza hueca dije—: Oh, Pablo ¡eres tan valiente! ¡Me gustaría jugar todo el tiempo al doctor contigo! —Rodé los ojos, volviendo a mi voz normal—. Creo que en realidad un poco de su saliva cayó en el plato de él.
Los chicos reían a carcajadas a través del teléfono. A Paula le salía una terrorífica sombra roja, más enfurecida de lo que la había visto nunca, y mi vecino eligió ese preciso momento para pasearse por la oficina. Pensé que las rodillas de mi hermana iban a fallarle, pero de alguna manera se las arregló para largarse de la habitación.
Pablo la miró marcharse durante un instante, pero rápidamente volvió su atención hacia mí.
—Te echamos de menos en la cena —dijo con una sonrisa—. Tu madre me mandó para arrastrarte de vuelta.
—Cuando no— le respondí.
— Estoy dispuesto a utilizar la fuerza si es necesario.
Con los chicos al teléfono, me sentía como si estuvieran de pie aquí conmigo. Tomé un poco de valor de ellos, finalmente capaz de responder a Pablo apropiadamente en lugar de fundirme en un gran charco de gallina. Rodé mis ojos hacia él, y suspiré en el teléfono.
—Tengo que irme. Mi madre está exagerando porque estamos cenando. Ustedes, apestan, espero que al menos me consigan algunos autógrafos.
Dije adiós, y cuando terminé la llamada, el vecino todavía seguía ahí parado. Se encontraba apoyado contra la puerta, mirándome, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Qué? — espeté.
—Eres muy interesante cuando estás en tu zona de control —dijo, pensativo.
ESTÁS LEYENDO
Casualidad
FanfictionEl verano de los dulces dieciséis de Micaela es un verano de primero. Primer coche. Primer beso. Primer novio. ¿Primer acosador de asesino en serie?