With Me

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Al bajar las escaleras, Ken todavía se encontraba algo adormilado. Después de un gran bostezo entró a la cocina prendiendo la luz y se acercó al refrigerador, tomó el recipiente de la leche y lo colocó sobre la tarja mientras buscaba un vaso.

Sirvió la leche y le dio un par de tragos. Las luces de la estancia solo estaban iluminadas por la luz de la luna que se reflejaba por el enorme ventanal. Caminó hacia las escaleras para regresar a la cama, pero al ver las luces del estudio todavía encendidas, dio media vuelta y llegó hasta allí.

[...Y entonces se miraron con pasión olvidando todo a su alrededor....]

— ¡Ahhh! Pero que idiotez más grande, tendré que reescribirlo.

— A mí me parece que no está tan mal — le dijo Ken entrando al estudio.

— ¡Hey! Hola, ¿Qué haces despierto? — le dijo Leo al verlo entrar.

— Pues sucede que mi novio aquí presente, me dejó esperando en la habitación.

— Perdóname cariño, pero es que todavía no terminó este capítulo.

— ¿Quieres que te ayude con un poco de inspiración? — dijo Ken de forma coqueta mientras se acercaba al escritorio donde se encontraba Leo.

— Me encantaría, pero en serio debo terminar este capítulo cuanto antes, sino Hak Yeon va a matarme.

— A ver, déjame leer un poco de lo que llevas escrito y te ayudo. Vale.

— Está bien.

Ken terminó por sentarse en el regazo de Leo, dejando a un lado el vaso de leche, mientras comenzaba a leer el documento que él estaba redactando en su computadora. Tal vez Ken no sabía nada acerca de escribir una historia, pero tenía buenas ideas de vez en cuando.

— Entonces.. ¿lo qué no puedes escribir es la escena de ellos en la playa?

— Así es. Es que siento que algo le falta — dijo con frustración Leo.

— Mmm... veamos qué te parece si lo pones así — dijo Ken al mismo tiempo que tecleaba lo que se le había ocurrido.

— Eso no lo había pensado — le dijo Leo al ir leyendo lo que Ken escribía.

— ¿Ves? Dos cabezas piensan mejor que una — dijo Ken colocando ambas manos en el cuello de Leo, y le dio un pequeño beso en los labios — Te dejaré terminar entonces — comentó mientras comenzaba a levantarse.

— Ah no, ahora te quedas y me das de tu inspiración — le dijo burlón Leo y no dejó que se levantara de su regazo.

Leo lo levantó momentáneamente y lo acomodó mejor, colocando las piernas de Ken a cada lado de sus caderas.

— Vamos hacerlo con calma, despacio, lentamente — dijo Ken riendo al citar lo que él mismo acaba de escribir en la historia de Leo.

— Mira que la luz de la luna brilla sobre nosotros — le respondió Leo de igual manera citando otra frase de su libro.

— Embriagado por esta atmósfera. ¡Ahora bésame! — dijo Ken teatralmente.

Y lo hicieron, se besaron cálidamente, sin apuro, saboreando el momento. Leo hizo eso que siempre volvía loco a Ken. Con su lengua lamió primero su labio inferior y después lo hizo con el superior, mordió levemente ambos labios y después volvió a besarlo.

— ¡Oh! Eres tan hermoso — le dijo Leo nuevamente citando su libro.

— Tu hermosa silueta me enloquece — le dijo Ken.

— Creo que utilizare esa frase — dijo Leo besando ahora su cuello y alzando el pijama que traía puesto Ken.

— Entonces baila conmigo.

Las manos de Leo, sostenían con gratitud la cintura de Ken mientras este temblaba ante las caricias que comenzaba hacerle Leo. Los primeros gemidos no se hicieron esperar, cuando Ken notó que Leo se bajaba el pantalón junto con el de él.

Ken movía su pelvis firmemente rozando contra la de Leo, como si lo estuviera embistiendo. Leo bajó sus manos por la espalda de su novio, acariciando su piel al contacto, subiendo y bajando cada vez más.

Se besaron con desesperación hasta el punto que Ken sentía que ya no podía respirar. Y el espacio que los separaba era cada vez más estrecho. Hasta que finalmente se juntaron sus cuerpos, como dos personas se convierten en una.

— Te anhelo más, te deseo — dijo con la voz entrecortada Ken.

— Maldita sea, ya no puedo retroceder — dijo con desespero Leo levantándose de la silla junto con Ken.

Leo sentó a Ken en uno de los extremos de su escritorio, comenzando a poseer su cuerpo. Ken sostuvo las manos de Leo, siguiendo su ritmo como si de una melodía se tratara. Bailaron hermosamente los dos, haciendo coincidir sus pasos.

Y sintiendo como si bailaran eternamente este baile que nadie puede ver, se dejaron ir tan ruidosamente, que ambos daban gracias al cielo por no tener vecinos cercanos, ya que vivían a las afueras de la ciudad.

Na Saranghaji? [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora