Chained Up

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Mientras caminaba a paso de tortuga Won Sik lo alcanzó, pero al ver a su amigo tan distraído, quiso jugarle una broma y le habló en el oído con esa característica voz suya, haciendo que Jae Hwan pegara un grito poco masculino.

— ¿Qué demonios te pasa Won Sik?, me diste un susto de muerte — le dijo enojado al ver a su amigo doblado de tanto reírse.

— Solo era una broma, pero no pensé que me saliera tan bien. En verdad gritas como niña.

— ¡Ya, deja de burlarte!

Algunos minutos después de que el ritmo del corazón de Jae Hwan regresara a su ritmo normal, siguieron su camino hacia la salida de la facultad de negocios.

— ¿Y cómo va todo, ya regresó Taek? — le preguntó Won Sik.

— Si, se fue ayer por la tarde — dijo con tristeza Jae.

— Oye, no pongas esa cara. Me imagino que se dieron una buena despedida.

Jae Hwan no contestó al momento, porque las palabras que le dijo su amigo aunque las había dicho jugando, tenían tanta verdad. Solo el recordar su despedía, hacía que los recuerdos de ese día se arremolinaran en su cabeza. Y en un acto reflejo que tanto odiaba, se ruborizó.

— ¡Oh cielos! No me digas que... tienes que contarme — le dijo won Sik enseguida al ver el rostro de su amigo.

— No voy a contarte nada. Es más... ya me voy, se me hace tarde. Nos vemos luego, Won Sik.

Comenzó a caminar más rápido de lo normal, mientras escuchaba nuevamente a sus espaldas la risa de su amigo. Por fin dentro de la comodidad de su auto, dio un largo suspiro. En verdad iba a extrañarlo pero no tenía de otra así era esto.

Condujo hasta su casa y los recuerdos volvieron a inundarlo.


* * *


— Tienes los hombros completamente tensos — le dijo Jae Hwan.

— Solo tienes que deambular alrededor de mi para que me calme — le respondió Taek cerrando los ojos disfrutando del contacto de las manos de su novio en sus hombros.

— ¿Quieres usar el látigo para someterme? — le dijo al oído.

— Jae Hwan, va a dolerte y lo sabes.

Pero no tuvo que decírselo dos veces, para que casi inmediatamente lo tomara de las manos y lo sentara de golpe entre sus piernas. La respiración de Jae comenzaba hacerse más áspera, que hasta sentía que le dolía.

Los besos de Taek eran posesivos y algo duros, pero así es como ellos lo preferían, siempre que estaban juntos ninguno de los dos podía controlarse, y eso se intensificó cuando Taek Woon entró a cumplir con su servicio.

— Eres mi dueño y soy tu presa — le dijo de repente Jae Hwan.

— Tú eres mi amor y mi controlador.

Poniendo las manos en alto, Jae Hwan se congeló, bajando su defensa. Taek se levantó de su asiento junto con él, sin dejar de besarlo. De esa forma entraron a su habitación de juegos. Taek era un amo y Jae Hwan su sumiso, pero a pesar de eso, era claro que quien dictaba las reglas del juego era Jae Hwan.

Amaba ser un pasivo. Cuando se conocieron, Jae Hwan ya tenía mucha experiencia en eso a pesar de ser más joven, y fue él mismo, el que le dijo a Taek como le gustaba que lo trataran en la cama. Muchos podrían decir que era una relación enfermiza, pero la verdad era que su relación era mucho más compleja que eso.

Encadenado al dosel de la cama, Jae Hwan observaba todo los movimientos de Taek sin perder ningún detalle. Sin mover un solo musculo dejó que el otro lo golpeara en el trasero con una mano al momento que lo hizo girar para quedar de espaldas a él.

Jugando con sus sentidos, Taek lamió, mordió y beso su espalda para excitarlo, mientras que lentamente dilataba su entrada con lubricante. Y sin decir una sola palabra, se introdujo en Jae Hwan de una forma un tanto brusca.

No importaba lo que estuviera haciéndole, jamás se iba a atrever a dejarlo, realmente amaba ser tratado de esa manera. El vaivén de las caderas de Taek poseyendo el cuerpo de su novio, era lo que provocaba que gemidos y gritos surgieran de sus labios, y estos a su vez, fueron acallados por la mano de Taek cubriendo la boca de Jae Hwan. Tenían que ser silenciosos, debido a que había visitas dentro del departamento.

Casi en sincronización ambos llegaron a su liberación. Taek cayó más que exhausto en la espalda de Jae Hwan, respirando entrecortadamente pegado a su oído. Después de un par de minutos, por fin salió del cuerpo de su novio e inmediatamente desató sus manos, puede que a Jae Hwan ese tipo de juegos perversos le fascinaran, pero a Taek todavía le removían la conciencia.

— ¿Estás bien? ¿No te lastimé? — preguntó Taek.

— Sabes que no... — le respondió en seguida, hizo una pausa y después agregó — En verdad voy a extrañarte.

— Tú eres mi prisión y mi paraíso.

Jae Hwan se subió encima de él y comenzó a besarlo. Esa pequeña acción hizo a Taek tomarlo por sorpresa, ya que casi siempre era él, el que tomaba la iniciativa. El beso se intensificó hasta que la falta de oxígeno los hizo romper el beso. Taek miraba realmente fascinado a Jae Hwan, y tiernamente le sonrió.

— ¿Qué estás haciendo? — le preguntó Jae al ver que no dejaba de mirarlo fijamente y lo abrazaba fuertemente.

— Estoy recordando, recordando tus caricias. Porque aún no estoy listo para irme. No, no estoy listo para irme... Te amo.

Jae Hwan sabía a la perfección a que se refería, él también lo había sentido. Nunca en todo el tiempo que había comenzado a tener citas, había sentido lo que Taek le hacía sentir, y no era solo porque hubiera aceptado a estar de esa manera con él — siendo su sumiso —, era porque estaba completamente enamorado de él.

— Yo también te amo — le respondió.

Lo volvió a besar y por primera vez fue él, el que comenzó el segundo encuentro, besando y acariciando el cuerpo de Taek por todas partes, que más que extasiado estaba fascinado, al fin podía sentir las caricias de su Jae Hwan sobre su cuerpo.

Y sintiendo como ambos eran encadenados a sus respectivos corazones, por todo el amor que se tenían el uno al otro, se dejaron ir nuevamente y al final cerraron los ojos sintiéndose eternamente encadenados. 

Na Saranghaji? [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora