Say you, Say me

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«Primer día en la Universidad...Dios, finalmente mi sueño de ser arquitecto se va cumplir.»


Mientras caminaba a la que sería su aula de clases durante los siguientes seis meses, Ken estaba que irradiaba felicidad, estaba nervioso por supuesto, pero muy feliz. El haber conseguido la beca en el extranjero era una de las mejores noticias que pudo recibir.

En cuanto localizó el aula correcta entró, saludó a algunos chicos que ya se encontraban dentro. Y fue a sentarse como todos los demás, la clase estaba por comenzar.

Entonces justo un par de minutos antes de que diera inicio la clase un chico entró. Luciendo una esbelta figura, cabello bien cortado y en el brazo un maletín pequeño. Ken se sorprendió, incluso llegó a dudar de sus ojos y no lo perdió de vista hasta que lo reconoció.

Leo se encontraba observando todo buscando un lugar para sentarse, y cuando vio la mano de Ken, que le hacía señas para que se acercara a donde él estaba, sus ojos no podían creerlo tampoco.

A los ojos de Leo, Ken lucia bastante diferente al chiquillo que conoció años atrás. En definitiva los años le habían asentado y de qué manera. Por lo que pudo notar cuando se sentó a su lado, Ken ya no usaba esos overoles y camisetas con dibujos animado que siempre llevaba puestos.

Había cambiado su usual peinado hacia delante, por uno un poco más favorecedor hacia un lado, el cual dejaba ver su rostro en totalidad, enmarcado a la perfección por sus gruesos y rosados labios.

Ambos sentían una gran emoción, después de tanto tiempo se habían encontrado otra vez.

— ¿Ken? — preguntó Leo, y el otro solo movió su cabeza afirmativamente.

«No puedo creerlo, ese niño eras tú...no lo puedo creer.»


La clase dio comienzo justo después de que ambos se dijeran un simple hola. Ninguno de los dos podía creer su suerte, mira que encontrarse con su primer amor en el mismo lugar, eso sí era obra del destino y no solo una coincidencia.

A la mente de Ken llegaron todos sus recuerdos juntos. Desde que se conocieron cuando ambos tenían 5 años y jugaban en el patio trasero de la casa de Leo. Cuando por cierto sus madres siempre estaban regañándolos por jugar en la tierra... Aquella vez cuando ambos tenían 10, y todavía ninguno de los dos había besado a alguien y sin querer terminaron besándose, mientras estaban escondidos en la casa del árbol de Ken.

Y finalmente cuando después de cumplir 16, la familia de Leo se mudó a otra cuidad por el nuevo trabajo de su papá. Haciendo que perdieran el contacto.


* * *


Habían dejado de ser dos niños para convertirse en dos hombres, remplazando a su paso los tenis de colores por zapatos negros, o como en el caso de Ken, color café. Dejando atrás las camisetas sencillas, por camisas formales con colores neutros, junto a pantalones de vestir.

Cuando el cambio de clase llegó ambos se giraron a verse. Los dos al mismo tiempo se llamaron, provocando una risa nerviosa en los dos.

— Dime tú a mí — dijo Leo primero.

El corazón de Ken estaba ardiendo, la voz de Leo siempre había sido suave, pero el escucharlo hablar de una forma más varonil lo dejó congelado.

— Nos volvemos a encontrar — le insistió.

— Si, así es — dijo por fin al recuperar el sentido del habla.

Na Saranghaji? [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora