CAPÍTULO 25: VUELTA A LA REALIDAD

131 9 7
                                    

La claridad que empieza a colarse por la ventana hace que mis párpados empiecen a temblar queriendo abrirse.

Siento unos dedos que apartan un mechón de mi frente con suavidad a la vez que me acarician la mejilla. La sonrisa tonta que se planta en mi cara, se borra en el acto cuando abro los ojos lentamente y compruebo que es mi padre el dueño de esa mano, y no Kevin.

─Buenos días, princesa. ─Me saluda con cariño mientras yo me incorporo bruscamente en la cama restregándome los ojos y mirando a un lado y a otro. ─¿Buscas algo, hija?

─¿Qué? Oh, no, no. Buenos días, papá. ─Respondo después de bostezar y aterrizar sin remedio en la realidad. ─¿Qué hora es?

─Son las ocho y cuarto. Ya mismo te traerán el desayuno.

─¿Y mamá?

─Ha bajado a tomarse una tostada y un café. Estaba impaciente por venir y no comimos nada en el piso.

─¿A qué hora habéis llegado?

─A las siete. ─Me quedo mirando a mi padre fijamente tratando de encontrar en sus ojos algún atisbo de enfado o alguna pista que me indique si se encontró con Kevin; aunque imagino que, de ser así, habría montado tal numerito que nos habría despertado sin remedio. Él me observa sorprendido. ─Cielo, ¿te pasa algo?

─¿A mí? No, nada. Estoy bien.

─Buenos días. ─Interrumpe una enfermera que entra sin llamar. ─El médico quiere que te volvamos a hacer una analítica y debe ser en ayunas, así que tengo que sacarte sangre ahora. Será sólo un momento, ¿de acuerdo?

Asiento y extiendo mi brazo resignada para que ella haga su cometido.

─Perfecto. ─Indica cuando termina. ─A media mañana vendrá el doctor a verte y te dirá los resultados. ¿Has... dormido bien? ─Añade antes de irse y no soy capaz de adivinar si lo pregunta en serio o con cierta ironía cómplice en su voz. Yo asiento nerviosa. ─Eso pensaba. Que pases un buen día.

Y se marcha dejándome con las mejillas encendidas y cruzándose con mi madre que entra en la habitación en ese momento.

─¡Buenos días, cariño! ─Exclama con voz cantarina acercándose a mí y dándome fuertes besos en las mejillas que, por un momento, me recuerdan mis primeros años de infancia. ─¿Has tenido pesadillas o algo esta noche?

─¡No! Para nada. ─Respondo en un tono más alto de lo que pretendía y acompañado de una risa nerviosa.

¿Es que todo el mundo me va a recordar la pasada noche? Revivirlo me pone cada vez más inquieta y al final, mi conducta me va a delatar.

Tengo que cambiar de tema ¡ya!

─Mamá, ¿te importaría pedirle a Raquel que traiga esta tarde mi ordenador portátil? Es para poder terminar el artículo que tengo que mandar sobre... sobre...

Un pequeño pánico se apodera de mí al asociar el artículo de los videntes y adivinos con el Barrio de la Rosa y lo que me ocurrió allí.

Breves, confusos y rápidos recuerdos golpean mi mente acelerando mi respiración y desenfocando mis ojos que ahora miran al vacío.

─¡Marta! ─Exclama mi madre sujetando con fuerza mi mano y haciéndome volver. ─¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?

─Nada, mama... Estoy bien... Ha sido sólo un momento que...

─Buenos días. ─Interrumpe la asistente entrando a la habitación con la bandeja del desayuno. ─Hora de reponer fuerzas. ─Añade en un tono bastante jovial.

¿Y POR QUÉ NO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora