CAPÍTULO 26: QUID PRO QUO

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Kevin me coge de la mano y caminamos por la calle con los dedos entrelazados. Mi mente es un volcán en erupción ahora mismo. Las preguntas se amontonan en mi garganta queriendo salir y lo cierto es que no sé por cuál empezar.

¿Es lógico que ahora que tengo las respuestas a mi alcance tenga miedo?

Le miro de reojo mientras nos acercamos a un restaurante cercano y suspiro. Cuando llegamos al local tomamos asiento en una mesa bastante apartada del resto.

Hay pocas personas almorzando, aunque supongo que pronto empezará a llegar más gente.

Me pongo a leer el menú una y otra vez, pero lo cierto es que estoy algo nerviosa para comer.

El camarero nos sirve las coca colas y nos avisa de que en unos minutos volverá para anotar nuestro pedido.

─¿Qué vas a tomar? ─Pregunta Kevin observándome atento. ─Yo voy a pedirme un secreto ibérico para empezar. ¿Y tú?

─La verdad es que yo... no tengo mucha hambre. ─Él me pone mala cara, así que echo un vistazo rápido a la carta antes de volver a hablar. ─Un cóctel de marisco, por favor.

Kevin me muestra una sonrisa y llama al camarero, que nos avisa de que enseguida traerá nuestros platos.

─¿Y bien? ─Cuestiona expectante momentos después. ─¿Dónde está esa lista de preguntas que por poco hace que no durmamos la otra noche?

Yo sonrío recordando ese momento tan íntimo en el hospital y titubeo antes de hablar.

─Bueno, no sé por dónde empezar...

─Antes que nada, creo que debo avisarte de algo. ─Interrumpe Kevin mirándome fijamente. ─Responderé a todo, pero con mis condiciones.

─¿Qué condiciones? ─Frunzo el ceño extrañada.

─Lo sabrás en su momento. ─Responde con cierto brillo travieso en la mirada. ─¿Primera pregunta?

Esa repentina impaciencia suya hace que me bloquee a la hora de hablar y le digo lo primero que se me pasa por la mente en ese momento.

─¿Por qué conocía Rubén con tanto detalle tu estado de salud en el hospital? ─Kevin abre los ojos y eleva las cejas sorprendido. Seguramente se esperaba otra cosa. Incluso a mí me parece algo absurda esta pregunta una vez que la he formulado. ─Espera, me explico bien. ─Añado mostrándole las palmas de mis manos haciendo que él me observe divertido. ─Quiero decir que, con lo mal que os lleváis... No sé. Me sorprendió que me dijera con todo lujo de detalles lo de tu costilla rota y el alta...Vaya... en mi cabeza sonaba mejor esta pregunta...

─Yo le llamé. ─Contesta con sequedad. Deja pasar unos instantes como si estuviera escogiendo las palabras adecuadas y continúa hablando. ─Creo que en ese momento él era la única persona capaz de entenderme. Tenía que desahogarme con alguien y le escogí a él. Además, necesitaba preguntarle por ti, ya que tus padres no me querían a menos de diez metros.

Me quedo por un momento con la boca abierta ante su sinceridad, aunque inmediatamente me apresuro a lanzar la siguiente pregunta.

─¿Por qué dices que él era la única persona capaz de entenderte? ¿Qué pasado te une a Rubén?

─Hey... No corras tanto. Te dije que tenía mis condiciones. ─Kevin me dedica su sonrisa de medio lado antes de continuar, haciendo una pausa que le otorga mayor misterio a sus siguientes palabras. ─Quid pro quo, Clarisse...

─¿En serio? ¿El silencio de los corderos?

─Exacto. ─Responde con cara de autosuficiencia. ─Si recuerdas esa parte de la película en la que la detective Clarisse entrevista a Hannibal Lecter, te acordarás que él respondía sólo si ella hacía algo a cambio.

¿Y POR QUÉ NO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora