Kevin me coge de la mano y caminamos por la calle con los dedos entrelazados. Mi mente es un volcán en erupción ahora mismo. Las preguntas se amontonan en mi garganta queriendo salir y lo cierto es que no sé por cuál empezar.
¿Es lógico que ahora que tengo las respuestas a mi alcance tenga miedo?
Le miro de reojo mientras nos acercamos a un restaurante cercano y suspiro. Cuando llegamos al local tomamos asiento en una mesa bastante apartada del resto.
Hay pocas personas almorzando, aunque supongo que pronto empezará a llegar más gente.
Me pongo a leer el menú una y otra vez, pero lo cierto es que estoy algo nerviosa para comer.
El camarero nos sirve las coca colas y nos avisa de que en unos minutos volverá para anotar nuestro pedido.
─¿Qué vas a tomar? ─Pregunta Kevin observándome atento. ─Yo voy a pedirme un secreto ibérico para empezar. ¿Y tú?
─La verdad es que yo... no tengo mucha hambre. ─Él me pone mala cara, así que echo un vistazo rápido a la carta antes de volver a hablar. ─Un cóctel de marisco, por favor.
Kevin me muestra una sonrisa y llama al camarero, que nos avisa de que enseguida traerá nuestros platos.
─¿Y bien? ─Cuestiona expectante momentos después. ─¿Dónde está esa lista de preguntas que por poco hace que no durmamos la otra noche?
Yo sonrío recordando ese momento tan íntimo en el hospital y titubeo antes de hablar.
─Bueno, no sé por dónde empezar...
─Antes que nada, creo que debo avisarte de algo. ─Interrumpe Kevin mirándome fijamente. ─Responderé a todo, pero con mis condiciones.
─¿Qué condiciones? ─Frunzo el ceño extrañada.
─Lo sabrás en su momento. ─Responde con cierto brillo travieso en la mirada. ─¿Primera pregunta?
Esa repentina impaciencia suya hace que me bloquee a la hora de hablar y le digo lo primero que se me pasa por la mente en ese momento.
─¿Por qué conocía Rubén con tanto detalle tu estado de salud en el hospital? ─Kevin abre los ojos y eleva las cejas sorprendido. Seguramente se esperaba otra cosa. Incluso a mí me parece algo absurda esta pregunta una vez que la he formulado. ─Espera, me explico bien. ─Añado mostrándole las palmas de mis manos haciendo que él me observe divertido. ─Quiero decir que, con lo mal que os lleváis... No sé. Me sorprendió que me dijera con todo lujo de detalles lo de tu costilla rota y el alta...Vaya... en mi cabeza sonaba mejor esta pregunta...
─Yo le llamé. ─Contesta con sequedad. Deja pasar unos instantes como si estuviera escogiendo las palabras adecuadas y continúa hablando. ─Creo que en ese momento él era la única persona capaz de entenderme. Tenía que desahogarme con alguien y le escogí a él. Además, necesitaba preguntarle por ti, ya que tus padres no me querían a menos de diez metros.
Me quedo por un momento con la boca abierta ante su sinceridad, aunque inmediatamente me apresuro a lanzar la siguiente pregunta.
─¿Por qué dices que él era la única persona capaz de entenderte? ¿Qué pasado te une a Rubén?
─Hey... No corras tanto. Te dije que tenía mis condiciones. ─Kevin me dedica su sonrisa de medio lado antes de continuar, haciendo una pausa que le otorga mayor misterio a sus siguientes palabras. ─Quid pro quo, Clarisse...
─¿En serio? ¿El silencio de los corderos?
─Exacto. ─Responde con cara de autosuficiencia. ─Si recuerdas esa parte de la película en la que la detective Clarisse entrevista a Hannibal Lecter, te acordarás que él respondía sólo si ella hacía algo a cambio.
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¿Y POR QUÉ NO?
RomanceAnte mi silencio, se acerca lentamente y nuestros labios entreabiertos se rozan, quedándonos así por un momento eterno. Un beso incipiente que no llega, un deseo mutuo que no culmina, la respiración de ambos cada vez más agitada, sus brazos sujetánd...